A quienes integramos la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina (Fetera), la crisis energética que lamentablemente se ha instalado en nuestro país, no nos sorprendió; es más, hace casi cuatro años que venimos advirtiendo acerca de la posibilidad de un colapso energético a nivel nacional. Esta certeza no está basada en un análisis esotérico, sino en la simple conclusión del fracaso del modelo energético vigente, basado en la propiedad privada y en la segmentación de sus partes: se separó verticalmente la producción de la transmisión y ésta de la distribución, generándose así crisis que es de estructura y no meramente de coyuntura.
En principio, planteamos que hay que romper con la lógica de este modelo energético privatista que fracasó, y que la salida de la crisis no puede ser la reprivatización: el límite es la recuperación para el pueblo argentino de todo el patrimonio energético. Y con esto no estoy diciendo simplemente reestatizar, sino que nuestro planteo es que se utilicen los mecanismos y los instrumentos necesarios, con la participación de las organizaciones que defienden el medio ambiente, de los usuarios y de los trabajadores no vinculados con proyectos sindicales empresarios.
Y plantearse, entonces, diversas opciones para la recuperación del patrimonio nacional, ya sea con la creación de empresas mixtas, nacionales o a cargo del Estado, etc. El «mix» que sea necesario. Pero, lo fundamental es que el Estado tenga un Proyecto Energético Nacional Único.
Hoy en día estamos en un punto de inflexión; se impone aprovechar todas las condiciones que existen y puedan crearse, para cambiar el modelo energético y terminar con la política de la energía como «comodity», como mercancía. Se debe terminar con la política que privilegia la rentabilidad para los privados, porque la energía es un bien social que tiene que integrar el patrimonio nacional, en función del desarrollo del país y el bienestar de todos sus habitantes.
¿Por qué tenemos escasez de gas? La respuesta es elemental. Como dice Félix Herrero: «Hay una sola razón del faltante de gas: no se realizaron ni se realizan las inversiones que se necesitan; porque el modelo dice que se invierte sólo cuándo y dónde la rentabilidad financiera privada no corre riesgo, sin importar el beneficio social de toda la población».
Es por eso que desde la privatización no se construyeron los gasoductos que hubieran satisfecho la demanda nacional. Hay que recordar que el último gasoducto se inauguró en 1988, realizado por Gas del Estado. La contracara de este menoscabo fue la construcción de nueve gasoductos destinados exclusivamente a la exportación del gas argentino (siete para Chile, uno para Brasil y uno para Uruguay).
Desde que se implementñó este modelo, las privatizadas han usufructuado el trabajo realizado por Gas del Estado: se apropiaron de reservas estimadas, en esa época, como suficiente para cubrir la demanda durante treinta años. Actualmente, esas reservas cayeron a trece años. Esto indica que, al no haberse incrementado el consumo interno por la falta de inversiones y gasoductos, lo único que se hizo fue explotar intensamente esas reservas para la exportación, configurándose una verdadera exacción del patrimonio nacional.
¿Ylas empresas privadas por qué exportaNº Porque cobran en dólares y ganan mucho más que distribuyendo gas en el mercado interno (el 1.000.000 BTU medida inglesa igual a 30 metros cúbicos, en boca de pozo, se vende a U$S 0,40 en el mercado interno, mientras que exportado, se comercia a precio internacional: U$S 1,20 o 1,40). Así, entonces, vemos que la Argentina, un país exportador de gas, no tiene gas; un país exportador (casi el 36%) de petróleo, de crudo, no tiene fuel-oil para sus centrales térmicas; un país integrado eléctricamente, tiene faltantes de electricidad en Salta, Jujuy, Tucumán y también en el gran Buenos Aires; en este caso, porque no se construyó ninguna línea nueva de 500 kv. En este esquema energético, donde la energíe hidroeléctrica cubre entre el 35% y el 40% de las necesidades (menos del 50% del total) resulta que estamos dependiendo de si llueve o no llueve para atravesar la crisis.
Nadie puede poner en duda que el modelo neoliberal es un modelo desindustrializador y concentrador. Hay una crisis de oferta; es más, diría que hay extorsión por parte de los grupos económicos que buscan volver a restablecer la rentabilidad salvaje de la década de los 90, a valor dólar. Por eso, también presionan al
Gobierno con supuestos faltantes de energía, que no estarían justificados, dado que de acuerdo con la ley, no se puede exportar si primero no se satisfacen las necesidades del mercado interno.
Como conclusión, insistimos en que hay un solo camino para salir de la crisis energética planteada. Deben resolverse tres cuestiones centrales: el cambio de modelo extranjerizante hoy vigente hacia un Programa o Proyecto Energético Nacional Único; una política de recuperación de los recursos energéticos a manos del Estado Nacional y que éste asuma en plenitud sus funciones soberanas, dejando de ser un socio menor de las empresas y grupos multinacionales.