Un día nos dijeron que el Estado iba a dormir el sueño eterno. Era necesario que ese elefante, como le gustaba definirlo al periodista amigo de Doña Rosa, desapareciera para que el país no perdiera el tren de la modernización, ese que tenía como destino final el {país del primer mundo}. El cuento atrapó a todos, a pesar de aquéllos que nos atrevíamos en los jóvenes 90 a denunciar la fábula, y al Estado lo anestesiaron. Se privatizaron al capital extranjero las empresas de servicio público, se abrieron sin límites nuestras fronteras, se detonó a la industria nacional, se avasallaron los derechos históricos de los trabajadores, se flexibilizó el trabajo, se le entregó el cetro a la desocupación y el final de {país del primer mundo} nunca llegó. El destino fue otro lugar muy distinto al paraíso prometido. Un país con una crisis sin precedentes, con un pueblo en la calle que decía ¡basta!, con el dinero que se iba de las fronteras tan rápido como los jóvenes exiliados económicos. Mientras tanto, el Estado seguía roncando. Y la dosis debió ser muy fuerte porque lo sigue haciendo, a pesar de los discursos y retóricas que suenan más a espejitos de colores que a otra cosa. Si no, ¿cómo se entiende que 4.000 trabajadores y dirigentes sociales estén hoy procesados por el sólo hecho de reclamar lo que les pertenece?. O ¿cómo se explica que el gobierno de la provincia y los organismos contralores no actúen ante el sistemático incumplimiento de EDEA de sus responsabilidades fijadas en el pliego de bases y condiciones? No designa a los trabajadores que deben incorporarse a la planta convencionalizados y extiende el sistema de tercerizaciones. Se desentiende de los derechos que tienen los trabajadores en el Programa de Participación Accionaria, efectivizado hace 7 años por una ley. Y se jacta en decir que no hay apagones, ni los habrá en el verano, cuando la brecha entre trabajadores por usuarios es cada vez más grande y la empresa le entregó al gobierno nacional un programa de cortes de emergencia, que por supuesto, nada tendrán que ver con el mantenimiento que “asegurarán” algunos medios.
Estamos en conflicto, no sólo para denunciar los históricos avasallamientos de EDEA, sino con la intención de despabilar a un Estado que pretende seguir reposando con la luz apagada, para no ver, para seguir durmiendo el sueño eterno de los 90. Se olvidarán que el pueblo dijo {¡basta!}