El gas, en gran medida, y el carbón -éste en los países que poseen grandes reservas del mismo, y utilizando las técnicas más avanzadas- son las fuentes principales que sostendrán gran parte de ese consumo, sustituyendo progresivamente al petróleo.
Detrás de ellas, la energía nuclear se ha convertido en la fuente de mayor contribución para la producción de energía eléctrica en forma masiva y disponible regularmente en casi cualquier punto geográfico del planeta.
La atención del problema de la contaminación ambiental y el calentamiento global también impulsan, además de las «nuevas» energías renovables -solar, eólica- el uso de las centrales nucleares, que no emiten gases de efecto invernadero ni componentes de lluvia ácida.
Luego de más de 40 años de experiencia, se han reducido los costos de instalación, puesta en marcha y operación de las centrales nucleares, y en muchos países que no poseen reservas importantes de otras fuentes primarias, se comparan ventajosamente en términos económicos con otras centrales, si se consideran los costos del impacto y la reparación ambientalLa nucleoelectricidad supera el 50% en la producción eléctrica en varios países de Europa y promedia el 17% en el mundo, en el que hay aproximadamente 430 centrales funcionando.
En varios países se modernizan las existentes aumentando su potencia o prolongando su vida útil por 20 años más (más de 30 centrales en EEUU están en ese proceso). Al mismo tiempo ha ido aumentado la eficiencia: en el año 2004 el factor de carga de más del 40% de todas las centrales nucleares ha superado el 85%.
Argentina ha experimentado -desde la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950- un considerable desarrollo de las ciencias básicas y la tecnología relacionadas con la energía nuclear. Desde mediados de la década de los ’60 ha venido adquiriendo experiencia en el diseño, montaje, construcción y operación de las centrales nucleares con reactores moderados y enfriados con agua pesada y elementos combustibles de uranio natural.
La central nuclear Atucha I (CNA I, de 357 MW) entró en servicio en 1974 y la central nuclear Embalse (CNE, de 648 MW) en 1983. Paralelamente se desarrolló la explotación del uranio, la tecnología de fabricación de los elementos combustibles y se adquirió la planta de producción de agua pesada.
En este proceso -financiado por el erario nacionaly liderado por CNEA- diversas empresas privadas argentinas proveyeron equipos y servicios a la actividad nuclear y asimilaron tecnologías desarrolladas y experiencia en gestión de grandes obras que aplicaron luego en emprendimientos propios.
Para la producción en el sector nuclear se crearon empresas mixtas de CNEA con firmas privadas para la fabricación de combustibles (Fábrica de Aleaciones Especiales -FAE- y Combustibles Nucleares Argentinos -CONUAR-) o en sociedad con provincias (ENSI, para la producción de agua pesada, INVAP constructora de reactores experimentales, equipos de medicina nuclear y otros).
Hoy día, empresas argentinas exportan productos y servicios técnicos de diversa aplicación, con tecnologías originadas en desarrollos de CNEA y, en algunos casos, con su participación directa.
No obstante, desde mediados de los años 80 varios de los proyectos propios de CNEA se fueron demorando y algunos finalmente se abandonaron, en gran medida por la reducción del presupuesto.
Más tarde, el proceso de privatización de empresas y organismos estatales impulsó la división de CNEA (1994) con la creación de Nucleoeléctrica Argentina -la empresa operadora de las centrales nucleares- y la Autoridad Regulatoria Nuclear, a cargo del control de la seguridad y de la regulación sobre las instalaciones nucleares.
Finalmente el intento de privatización -que apuntaba principalmente a las centrales nucleares pero abarcó también otras actividades (producción de radioisótopos, plantas de irradiación) – fracasó.
Pero la ofensiva contra los organismos del Estado en el sector se tradujo -a lo largo de la década pasada- entre otras consecuencias, en una fuerte reducción del personal (de más de 6000 a 3300 personas en la actualidad), el abandono de la minería del uranio, la paralización total de la obra, ya muy demorada, de la tercera central nuclear Atucha II (CNA II, la postergación del programa de gestión de residuos).
A pesar de la buena performance que mantuvieron en ese lapso las centrales CNA I y Embalse (factor de carga promedio 1990-1999 de 75,5% y 89,4%, respectivamente) , al crecer sólo el parque térmico convencional e hidráulico, se redujo la participación de la nucleoelectricidad en la generación, del 17% aproximadamente en 1990, a la mitad en el período 2000-2004.
Hoy, la meta principal y urgente de la actividad nuclear, es retomar la obra de la central nuclear CNA II, que incorporaría 730Mw en un plazo aproximado de 4 años y medio.
La Secretaría de Energía ha expresado que la decisión es definitiva en ese sentido, pero dos años después de iniciados los estudios, no hay todavía pasos definitorios en la organización de cómo se gestionará la obra, ni sobre la participación de los proveedores del diseño original de la planta.
Este último es un punto crucial, porque si bien la Secretaría de Energía ha asegurado que la obra se hará con o sin dicha participación, la alternativa puede influir apreciablemente en el plazo y costo, y también en el plantel de personal profesional y técnico argentino que debe participar.
Son de reconocer las dificultades que presenta reprogramar una obra de esta magnitud, aún estando bastante avanzada su construcción, teniendo en cuenta la complejidad del diseño y el prolongado atraso que arrastra su culminación.
Sin embargo, en todo el lapso de estancamiento de la obra, las autoridades no han tomado las acciones necesarias para preservar adecuadamente los planteles de profesionales.
Para sostener en el mediano plazo la participación de la energía nuclear también es importante decidir a la brevedad, si será factible y económico realizar una modernización de las centrales CNA I y Embalse, y obtener autorización regulatoria para prolongar la operación aún más allá de la vida útil teórica, lo cual debe programarse con antelación.
Pero no debe condicionarse a estos primeros pasos la actividad en el sector. Simultáneamente se debe avanzar hacia una participación adecuada de la nucleoelectricidad en la oferta de energía eléctrica, programando desde ya la incorporación de nuevas centrales.
Para contar con un parque armónico de generación eléctrica conviene contar con un peso relativo de una fuente de energía de base que, como la nuclear, sea confiable en cuanto a su performance técnica y con costos de operación relativamente estables.
En el parque térmico convencional la mayoría de las centrales son operadas con gas natural, cuyo suministro está sujeto a las restricciones que en nuestro país provocan primordialmente la falta de inversión en gasoductos y la atención de los compromisos de exportación asumidos por los operadores privados.
Cuando debe recurrirse al fuel oil, el costo del combustible altera sensiblemente los costos de producción de la energía eléctrica.
La hidroelectricidad está condicionada por la irregularidad de los regímenes hidrológicos, aún cuando contribuyen centrales de distintas cuencas.
En nuestro país la potencia instalada y la energía generada en el Sistema Argentino De Interconexión (SADI) están divididas como indica la tabla siguiente (enero-mayo 2005).
Las cifras señalan la mayor eficiencia de la potencia instalada nuclear, ya que su disponibilidad casi duplica la del resto del parque en su conjunto.
Tipo de fuente % Potencia instalada % Energía generada
Térmica (c/hidrocarburos) 55.0 63.3
Hidráulica 40.7 28.9
Nuclear 4.4 8.1
El consumo de energía eléctrica en el país aumenta en una proporción mayor que el crecimiento del PBI y del consumo energético global.
Una proyección de la evolución económica de los últimos años permite esperar en los próximos años un aumento del consumo entre 5000 y 8000 Gwh anuales.
Si se estableciera como mínimo sostener una participación de la fuente nuclear del orden del 15 al 17% de dicho incremento, esto implicaría un aporte adicional promedio de entre 800 y 1200 GWh anuales de origen nuclear (entre el 15% y 17% es el máximo histórico, alcanzado entre 1984 y 1991).
Con los módulos actuales de centrales nucleares esto resulta en la necesidad de instalar, a partir de los niveles de consumo actuales, una central nuclear cada 4 años aproximadamente.
Con el crecimiento del parque, el incremento será mayor y este período se irá acortando.
Con este ritmo, sólo se lograría ir recuperando paulatinamente la participación de la nucleoelectricidad en la generación eléctrica.
Aún considerando la entrada en servicio de CNA II, dados los tiempos de diseño, construcción y puesta en marcha de una central, ya debería estar en ejecución el proyecto de la cuarta central nuclear.
Argentina produce el combustible nuclear que consume, a través del aporte de las empresas Dioxitek (fabricación del dióxido de uranio), FAE (aleaciones especiales) y CONUAR (elemento combustible).
Al mismo tiempo se continúa trabajando en el desarrollo de nuevos combustibles y en elevar el rendimiento con el uso de uranio levemente enriquecido (ULE), que ya se ha incorporado al elemento combustible de CNAtucha I.
Sin embargo la materia prima básica, el concentrado de uranio, se importa desde 1995, cuando CNEA decidió suspender la explotación de la mina y de la planta de concentración de Sierra Pintada en San Rafael, Mendoza, que abastecían el total del producto.
En ese momento el concentrado de uranio costaba en el mercado mundial U$10/libra ($22/kg), en 2005 cuesta U$29/libra ($169/kg).
Sin embargo, todavía hoy, después de intentarlo desde el 2002, CNEA no ha conseguido autorización para reactivar Sierra Pintada, donde podría producir el concentrado a un precio muy inferior y contribuir al desarrollo de la zona.
Tampoco se ha podido avanzar en la evaluación del yacimiento de Cerro Solo en Chubut, cuyas reservas se estima que serían suficientes para abastecer, junto con Sierra Pintada, el combustible para toda la vida de las centrales CNA I, Embalse y CNA II.
Es perentorio que CNEA reinicie la explotación y concentración de mineral de uranio de Sierra Pintada y el desarrollo del yacimiento Cerro Solo.
Si ello no se encara urgentemente, se corre ya el riesgo de que empresas mineras privadas extranjeras -que ya hacen cateos alrededor de las zonas mencionadas y de otras ya reconocidas por CNEA, p. ej. en Chubut, Santa Cruz, Córdoba- accedan a la explotación del uranio.
A partir de la reforma de 1991 de la Ley de Minería, el uranio no es ya un mineral estratégico: el Estado ya no es el dueño del mineral extraído y CNEA, en su representación, sólo retiene la primera opción de compra a las empresas, por lo cual podría tener que pagar el uranio nacional a precios internacionales.
En vista de la evolución del mercado mundial de energéticos y de la experiencia argentina en la privatización de los hidrocarburos, se estima necesario una reforma del Código de Minería que revierta esta situación.
La ampliación propuesta del parque nucleoeléctrico requerirá aumentar la producción de uranio y elementos combustibles, y disponer de diversos servicios tecnológicos e insumos que puede proveer la industria nacional para la instalación y posterior operación de las centrales.
Pero la previsión más urgente es la de conservar la capacidad técnica para el desarrollo de las actividades de la industria nucleoeléctrica, así como de las de otras aplicaciones de la energía nuclear: reactores de investigación, equipos de diagnóstico y terapia radiante, radioisótopos y equipos de uso industrial y agropecuario.
El plantel de científicos y técnicos de la actividad nuclear sufrió una importante disminución, en su mayor parte en la CNEA; además, la edad promedio del personal supera los 50 años.
Es urgente, en paralelo con la reactivación de las actividades, recomponer la carrera profesional e incorporar científicos y tecnólogos jóvenes para sostener la expansión de la energía nucleoeléctrica así como la capacidad de proveer bienes y servicios tanto al mercado nacional como internacional.
La actividad nuclear es uno de los pocos sectores productivos que atesora saber científico y técnico en manos del Estado en su mayor parte, y no debe perderlo.
{{ {{{Recapitulando, las tareas a encarar son :}}} }}
En el corto plazo (2005-2006): reanudar la obra de CNA II, reactivar la explotación de Sierra Pintada por CNEA, y avanzar en el fortalecimiento de los planteles profesionales.
En el mediano plazo (2006-2008): resolver (y de estimar conveniente, comenzar) la extensión de vida de CNA I y Embalse, iniciar las obras de la cuarta central nuclear, y comenzar a definir un plan de construcción de centrales en un plazo de 15 a 20 años, con la previsión de los recursos humanos y la provisión de uranio -yacimiento Cerro Solo y otros- y de elementos combustibles y agua pesada.
Continuar con los desarrollos de elementos combustibles y de reactores avanzados de investigación y baja potencia.
En el largo plazo: ejecutar el plan de incorporación regular de nuevas centrales nucleares, definiendo los tipos y módulos de centrales a instalar, desarrollando el tipo de combustible y de los elementos combustibles, para conservar un alto grado de autoabastecimiento.