La expresión se usa siempre en sentido opuesto. Los números no mienten, dice.
Y es cierto. Sólo que cuando se manipulan datos, algunas cifras se ocultan y se promueven otras, cuando se buscan comparaciones en contextos tramposos,
y cuando directamente se eliminan elementos del análisis y otros son incorporados con criterios -cuando menos- cuestionables; entonces sí, los números pueden usarse para mentir.
Casi medio punto de inflación no es un número para festejar. Significa que el borde de la pobreza y el filo de la indigencia se siguen corriendo. Sigue apretando a los mismos, los sigue ahogando, los excluye.
Y amplía esa zona que va acumulando, hacinando, desbarrancando cada vez a más argentinos. Sin detenerse. Mientras el gobierno muestra la alegría de entrar en el promedio pretendido de menos de 12 puntos de aumento de todo. Y es mentira, porque el INDEC no dice que, en lo que va del año, los alimentos y bebidas aumentaron casi un 10 por ciento. Que el gasto por vivienda y servicios básicos subió casi el 15 por ciento, que entre enero y agosto la educación está el 12,3 por ciento más cara. Que ninguno de los componentes del índice de Precios al Consumidor aumentó menos del 2,4 por ciento en estos 8 meses de 2005. Bajaron este último mes, eso sí. Porque bajó el tomate, el vino de mesa y el hígado. Aunque está más caro el alquiler,
la papa y los lácteos.
Con estos datos, una familia tipo debe obtener 363,12 pesos para no ser indigente. Según los números oficiales..
Los que dicen que alcanza con 90 pesos por integrante familiar por mes, o sea más o menos 3 pesos por persona por día para comer, vestirse, movilizarse, hacer esparcimiento, educarse, enfermarse y curarse.
Bien expresados, los números no mienten. Aunque siempre es más fácil armar la estadística oficial que hacerse cargo de una realidad inapelable, que a algunos sí nos preocupa y nos obliga a seguir luchando.