“Cuando llegué me asombró la tranquilidad del pueblo.. y eso que ya era raro, para un porteño, dormir con las puertas abiertas”, recuerda Arce, mientras ofrece una segunda vuelta de café.
Técnico Operador de Cine y un contrato en el Cine Atlántico. De niño, devorador de películas continuadas todos los días, a caramelero por la entrada gratis, acomodador y ayudante de técnico operador, por un sueldo que para un chico era una fortuna.
Peleó con El Zorro, se asombró con Butch Cassidy, se enamoró de Sofía Loren y luego llegó a provocar todas esas mismas sensaciones en miles de personas más, simplemente poniendo un rollo de películas.
Corría 1967 y Juan Carlos encontraba su lugar en el mundo.
{{{El pase a la familia lucifuercista.}}}
“Corría 1975 y me sale una posibilidad de ingresar a trabajar a DEBA”, nos cuenta Arce, “y la verdad, que me vino como anillo al dedo. Yo trabajaba viernes, sábados y domingos en el cine, por lo que no tenía problemas en sumar esta nueva función. Entré por Bolsa de Trabajo y de inmediato me afilié al Sindicato. Yo venía de ser delegado en el gremio de los trabajadores del cine, así que ya sabía de cuál era la importancia de la organización entre los trabajadores.”
Eran años en donde Santa Teresita generaba energía con cinco equipos, “4 italianos y uno alemán”, afirmó el compañero jubilado.
“Es imposible no recordar cómo era el ámbito de laburo en esos días”, rememora Arce, “en la calle éramos 27 personas, que si te descuidábamos éramos una sola. La camaradería y la solidaridad eran los motores de esa relación”.
“Era imposible que alguien le pusiera el pie en la rueda a alguien, un claro ejemplo es mi historia”, se anima Juan Carlos, “yo ingrese como oficial y a los dos años era capataz, y lo logré gracias al apoyo de mis compañeros, muchos de ellos con mejores condiciones que yo”.
{{{Los años de la dictadura.}}}
“Sin querer escribí una parte de la historia de una época negra, dentro de un sindicato que siempre se caracterizó por la lucha y la resistencia”, señaló Arce, “con el golpe del 76, a los trabajadores se nos presentaba el dilema de cómo resistir sin morir en el intento”.
“Las presiones eran muy fuertes y uno sentía estar en cada momento al límite”, recuerda el compañero para ejemplificar en un abrir y cerrar de ojos: “en esos años, Las Toninas pasaban a DEBA, fuimos a realizar los primeros trabajos en el lugar y los milicos estaban en la entrada del pueblo con los camiones y las tanquetas. Nos pararon y nos pidieron documentos. Por qué teníamos que llevar documentos, le pregunté y enseguida varios les afirmamos que los bolsillos los usábamos para llevar las herramientas. Además, imaginate”, sonríe el compañero, “no era que llevamos los DNI de ahora, eso no existía, teníamos que ir con ese mamotreto que era la libreta de enrolamiento. Los milicos nos amenazaron con detenernos y recuerdo que yo les dije y bueno, Las Toninas se va a quedar sin energía eléctrica. Ese día nos dejaron trabajar, pero cuando salimos nos dijeron que cuando volviéramos, los teníamos que hacer con todos los documentos en el vehículo. Al mes estábamos de paro. Ese día cayeron los milicos a la empresa con la amenaza que si no levantábamos el paro nos rompían el lomo a todos. Nosotros resistimos. Subieron los milicos a la gerencia, bajó el gerente, volvió a subir y bajar mil veces y nosotros no aflojamos. No nos jodieron más con los documentos”.
En ese momento, Juan Carlos se convirtió en delegado del Sindicato, eran los tiempos en que Fito Pérez paso a conducir un Sindicato en un país de miedo. “Eran tiempos de mucha desmovilización. Viajamos muy seguido a Mar del Plata. Recuerdo que, a veces, éramos, solamente diez o doce personas que nos reuníamos en un saloncito del sindicato. Cada vez que pasábamos por el GADA 601, cortábamos clavos. Nos paraban. Te revisaban todo el vehículo, documento en la mano y nos preguntaban, a dónde van, y nosotros le decíamos, a Luz y Fuerza, nos clavaban la vista y nos escupían un ultimátum, cuando vuelvan de ahí, paren. Para la vuelta llevamos solamente la papelería de obra social; y de gremial, en la cabeza. La memoria se ejercitó a la fuerza”.
{{{La vuelta de la democracia y la sombra de las privatizaciones.}}}
Juan Carlos rememora que la reconversión de DEBA en ESEBA empezó a pintar los perfiles de un horizonte oscuro para la empresa. “Recuerdo que viajábamos tres o cuatro veces a la semana a Mar del Plata, había asambleas todos los días. En ese tiempo yo ya vivía con mi actual compañera (Alicia Hilda Fernández). Ella es maestra. Íbamos tantas veces, que terminó afiliándose a SUTEBA y participando tanto como yo”.
Recuerda que tenía una citroneta y que a veces, cuando se llegaba a destino, no podía creer la gente que bajaba de ella.
“La premisa era privatizar y algunos, en esa transición, vieron la posibilidad de llenarse los bolsillos. La premisa en esos años era, ingresa dinero a la empresa pero no sale para necesidades fundamentales, como mantenimiento”, resalta Arce. La maquinaria privatizadora empezaba a hacerse oír, con la complicidad de los políticos de turno.
“ESEBA fue una máscara para hacer pedazos a DEBA, y no hay que olvidar que esa operativa se puso en marcha y se concluyó en el gobierno de Duhalde en la provincia”, sentenció el compañero, “empezaron a descontarnos acciones, los conflictos laborales se multiplicaban, y las medidas de fuerza eran casi diarias. Cuando empezaron a sancionarnos por esas medidas, al Sindicato se le ocurrió algo. Un día vino Rigane y nos explicó lo que significaba el quite de colaboración.”
Traslados de función, falta de materiales para el trabajo y elementos de seguridad, la mecha ya estaba encendida. “En esos años esta zona estaba infectada de yararás, los compañeros arriesgaban sus vidas todos los días sin elementos, ni mucho menos la vacuna que servía de antídoto. “Y ¿sabés por qué la empresa no tenía la vacuna?”, nos interrogó Arce, para responder inmediatamente, “porque eso le significaba a la empresa contratar a un entendido”.
{{{Cuando la privatización entró sin golpear la puerta.}}}
Juan Carlos es revelador explicando dónde y cómo se actuó para que el proceso privatizador se impusiera sin pedir permiso. “Mirá esta foto, es cuando entré a la empresa. ¿Ves?. Estábamos todos en la fiesta, no faltaba un compañero. Es que en esos años la mayoría pensaba como uno. Sobre eso trabajaron”. Sobre la solidaridad, el compañerismo. Eran las cualidades a mellar en el trabajador para atomizarlo.”
En el 2001, el compañero Juan Carlos Arce se jubiló de EDEA. Sus hijos trabajan en la empresa e ingresaron por la Bolsa de Trabajo del Sindicato.”Me parece que hice 200 mil viajes a Mar del Plata por el Sindicato”, se sonríe Arce, “pero fueron necesarios. El gremio fue la herramienta para, ante el avasallamiento organizado, no bajar los brazos, no claudicar, a pesar de todas las tentaciones, sobre todo las económicas, que fue la estrategia para destruir la camaradería entre nosotros”.
Es indudable que a los tiempos jodidos sólo se los puede enfrentar con convicciones. Las que Juan Carlos nunca entregó, ni vendió por unos pesos. A pesar de las rabietas, como él dice, y los dolores que su cuerpo no olvida, hoy disfruta el merecido descanso del guerrero. Dice que lo tentaron para pasarse a una AFJP, pero que resistió en el reparto. Y mientras nos muestra unas fotos de un viaje con su mujer al Norte del país, nos habla de sus ganas de conocer el Valle de la Luna. Merecido, compañero.
{{{Santa Teresita, primero.}}}
Juan Carlos no se cansa de recordar la relación de compañerismo y solidaridad entre los trabajadores lucifuercistas cuando ingresó a DEBA. Prueba de esta virtud, que se mantiene a pesar de los golpes privatizadores, eran los encuentros recreativos, artísticos y deportivos, “que eran cotidianos y multitudinarios en esos años”, recuerda Arce remontándose a la década del 70.
“En el 76 organizamos un campeonato de Fútbol. Vinieron compañeros de La Plata, Dolores, Madariaga y Villa Gesell. Fue una verdadera fiesta y nos divertimos mucho. Conocí compañeros y sus familias con los que quedó una amistad a pesar del tiempo y la distancia. El Torneo de Luz y Fuerza se realizó durante tres años. Los dos primeros lo ganó Luz y Fuerza Santa Teresita”, evoca Arce.