Llama poderosamente la atención que en el plan que las Naciones Unidas aprobó para reducir la pobreza en el mundo, no se mencione, ni la energía, ni la electricidad, a pesar de que son indispensables para cumplir con dicho propósito.
Partimos de la premisa de que la energía es:
a. un bien social;
b. un derecho humano (sólo en el 2002, con la Cumbre de Johannesburgo, se evocó en forma consistente el acceso a la energía y se la definió como prioridad para el desarrollo);
c. un problema de todos;
Si no se garantiza el abastecimiento de la energía a toda la población, sin importar el nivel social y la situación económica de cada familia, sucede esto:
-* 2.500 millones de habitantes del planeta no tienen acceso nada más que a la leña, como única fuente de energía.
-* El 80 por ciento de la población mundial consume sólo el 20 por ciento de la energía total que se produce.
-* Hoy la humanidad registra un consumo de energía 200 veces superior al de hace 200 años.
-* El 20 por ciento de la población mundial consume el 80 por ciento de la energía que se produce en el mundo.
Michel Clerc, durante el coloquio sobre DERECHO AL AGUA Y LA ENERGÍA, de noviembre de 2004, decía:
-* “Desde los años 1.900, la tierra ha visto su población multiplicada por tres (3), el consumo de agua por seis ( 6 ) e incluso por 30 para el uso industrial. En la actualidad, un norteamericano consume, como promedio, 600 litros de agua al día, contra 30 litros para un africano.”
-* “Al alba del 3er. milenio, utilizamos, al año, más del 50 % del agua dulce disponible en la tierra, esta cifra alcanzará el 70% en el 2025, por el sencillo hecho del aumento demográfico, pero pasaría al 90% si el mundo en desarrollo se pusiera a nivel de consumo de los países industrializados.”
-* “Sólo he tomado el ejemplo del agua porque es demostrativo. Pudiéramos evocar los problemas de la agricultura, de la ganadería y de la pesca. Cada una de estas actividades hoy está en sobreexplotación y no logra seguir el crecimiento demográfico.” Esto, en referencia al consumo energético, en la práctica, significa que la desigualdad es total, y queda demostrado en que:
-** Un ciudadano estadounidense consume 7,8 tep por año
-** Un europeo consume 3,2 tep por año, y uno de Europa Central 2 tep por año.
-** Un habitante de Oriente Medio 1,2 tep por año.
-** Un africano 0,53 tep anuales.
-** Un habitante de América Latina y Caribe, consume 1,3 tep por año.
(tep= tonelada equivalente de petróleo)
Los excluidos, los pobres que no tienen acceso a la energía (India, África, parte de América Latina y Caribe) tienen una expectativa de vida que no supera los 40 años, mientras que, para los países desarrollados, el umbral supera los 75 años de vida.
Sin energía, no hay educación, no hay cadena de frío, por lo tanto no hay vacunas, ni tampoco agua potable, es decir que no hay salud, ni tecnología, etc. La mortalidad infantil, que para los países desarrollados está en un 0,4 por ciento, en los no desarrollados alcanza el 15 por ciento.
Las cifras de la pobreza mundial.
-* 1.200 millones de personas viven con un dólar, o menos, al día.
-* El 1 por ciento más rico de la población mundial percibe la misma cantidad de ingresos que el 57 por ciento más pobre.
-* 54 países son más pobres ahora de lo que eran en 1990.
-* 1.000 millones de personas están desempleadas, subempleadas o pobres, de las que el 60 por ciento son mujeres.
-* 245 millones de niños de 5 a 17 años, trabajan.
-* Las mujeres perciben entre el 30 y el 60 por ciento menos que los hombres.
-* 860 millones de adultos son analfabetos.
-* 114 millones de niños en edad escolar no acuden a la escuela.
Para nuestros pueblos, para nuestra América, la energía, el agua, el satisfacer las necesidades, debe ser y es una prioridad que debemos asumir en nuestras propias manos.
La deforestación, la desertificación y el desmejoramiento del medio ambiente, producto del neoliberalismo, viene de la mano también de la falta de acceso a la energía por parte de los millones de hombres y mujeres que sólo pueden acceder a la leña, la biomasa, y desechos, como fuente de energía y de contaminación.
“Cada año, desaparecen 10 millones de hectáreas de bosques y, en lo que respecta a los bosques tropicales, se deforesta a un ritmo del 1 % anual. Y si la opinión pública comienza a estar sensibilizada por el problema de los bosques, los otros grandes problemas (erosión de los suelos, sobreexplotación agrícola, salinización de las aguas, agotamiento de los mantos acuíferos) siguen ignorados por el público en general. Lo mismo sucede para la energía. La evolución de la demanda de energía pudiera ser considerable si el desarrollo de los países emergentes se alineara con el que han conocido los países ricos. Por lo tanto, estamos frente a una triple ecuación:
-* la necesidad de desarrollar modos de producción de energía, en particular eléctrica, para los países.
-* la necesaria regulación de utilización de las energías.
-* la problemática del medio ambiente y la protección del planeta.
No podemos oponernos a la necesidad de desarrollo de los países pobres y, por esta misma razón de la puesta a disposición de energía eléctrica suficiente para satisfacer las necesidades esenciales. Tampoco podemos oponernos a la utilización de combustibles fósiles que durante la combustión desprenden gases con efecto de invernadero, ya que si el planeta se encuentra hoy en peligro no es para nada responsabilidad de estos países.” (Michel Clerc)
Queda claro que hay que bajarse del consumismo impuesto por las políticas desreguladoras y privatistas, las políticas que vinieron para quedarse de la mano de la globalización; es necesario instaurar otro modo de vida, que privilegie un futuro que garantice la vida para todos, abandonando las políticas que dan sustento de vida para unos pocos y provoca la muerte para muchos.
Para eso es necesario decir claramente lo que no queremos y está bien, pero además es imprescindible ponernos de acuerdo en afirmar qué es lo que queremos y necesitamos para vivir en dignidad. Hay que cambiar la ecuación, donde el 20 por ciento de la población mundial consume el 80 por ciento de la energía producida en el mundo. ¿A quiénes se les va a pedir ahorro de energía? ¿A los 25 millones de habitantes que sólo consumen leña?
Se trata de otra organización de la sociedad, que no se basa en “el ahorro de energía”, como política restrictiva para los que menos tienen, y el despilfarro y la abundancia para los otros, que son los mismos que disponen de la depredación de los recursos renovables y no renovables, venerando al dios de la máxima ganancia.
Se trata de nuevos conceptos de vida, cuyo valor no esté basado en los conceptos de renta financiera y/o comercial del sistema, que sólo ha sido beneficioso para uno o unos pocos; se trata de un modo de vida en que las necesidades vitales del ser humano se resuelven sin perjuicios de unos sobre otros.
Hay que cambiar el concepto de que la energía la deben manejar los privados, los grupos económicos multinacionales, son recursos estratégicos, son patrimonio de los pueblos, no son una mercancía.
¿Por qué todas las energías son bienes estratégicos, consideradas desde lo político, económico, de la organización social, y de lo internacional? Porque hace directamente al disfrute del pueblo y al interés de la sociedad en conjunto. No todo lo estratégico es energético, pero no hay duda que las energías, sobre todo las pesadas que satisfacen no a un individuo sino al total de la población, son estratégicas. Por eso su gran vecindad con la propiedad estatal. No podemos imaginar una propiedad cooperativa en el mundo petrolero internacional, dada su concentración y elevado grado de poder económico. Por eso, las petroleras del mundo son estatales o de propiedad multinacional del capitalismo. Ante esta realidad no debemos quedarnos en la pura propiedad estatal: existen modos de participación por las cuales esta propiedad tenga mayor forma de propiedad social. Sin embargo, no debemos olvidar que hay formas de energías livianas, de menor dimensión, que deben y pueden ser de propiedad común, o de propiedad cooperativa.
Por eso, la propiedad estatal tiene que conformarse con objetivos sociales amplios y claros. Cuando nuestros países latinoamericanos perdieron (a distintos niveles) el petróleo, la energía nuclear, la hidroelec-tricidad, el gas, etc. les quitaron muchas cosas, y ésta es la historia que debemos saber para conocer la obligación recupe-ratoria de la hora.
Perdimos los recursos naturales (concesiones ilimitadas de hidrocarburos, concesiones por 95 años en la distribución eléctrica), nos saquearon las empresas públicas que gestaban estos bienes y recursos, y perdimos, entre otras muchas cosas, los beneficios de estos recursos, es decir la renta energética, que en su expresión petrolera es manifiestamente grande y por lo tanto escandalosa, cuando la misma no la recibe el pueblo y no queda para las naciones.
Entonces, el concepto de la propiedad pública (no simplemente estatal) es mucho más amplio: la empresa y la propiedad pública de los recursos deben asegurar que no se privaticen dichos bienes, que la gestión sea social, que en la planificación sectorial y empresaria tengan participación real los distintos sectores sociales, y que la renta se destine al pueblo pero que, como sucede ahora, no se remese sin descanso al extranjero, o a las empresas locales que hacen de empresas gerentes de las internacionales, como cuando fundaron la patria contratista.
Sólo una gestión socializada con renta energética popular, y con una propiedad social de los recursos naturales y de las empresas se podrá asegurar y obtener una propiedad social participada, que entre otros muchos sectores, para la energía se hace sustancial frente a los desatinos que sufrimos por las privatizaciones. Esta concepción social de la energía es la única manera que existe para que la misma sea realmente eficiente, con capacidad reinver-sora y con tarifa como concepto social de lo que por derecho tienen todos los habitantes.
Sólo con un modelo social, que nada tiene que ver con el saqueo neoliberal del Consenso de Washington -que se mantiene-, la energía podrá ser respetuosa con el ambiente, concepto que por sí mismo es ampliamente social. No hay ni puede haber una política individualista en el campo ecológico si se quieren mantener pautas de vida elementales.
Por eso, sólo con planificación social se podrá realizar una industrialización con sentido social y ambiental, y una institucionalización de lo energético al servicio de todos los hombres.
Lo que está enfrentado no es una matriz energética más o menos coherente con la capacidad productiva de la gente y con los recursos naturales existentes. Lo que está en juego es eliminar el modelo neolibe-ral de injusticia y entrega, para establecer un modelo social de la energía.
En una reciente declaración respecto del valor de la renta petrogasífera, el MO.RE.NO plantea que en Argentina ronda los 15.000 millones de dólares al año. ¿Hasta cuándo la vamos a seguir regalando? Hoy las naciones rediscuten contratos, concesiones y regalías y la UNCTAD, de las Naciones Unidas, constata que somos los que menos se han beneficiado con la renta de los hidrocarburos. ¿Podemos permitirnos que el recurso que se agota en el mundo, las petroleras lo extraigan en nuestro país sin control oficial y a simple declaración jurada? ¿Qué explicación hay para seguir cediendo la renta del crudo, cuyo costo de producción es en Argentina de 4,50 dólares por barril, mientras el precio internacional acaba de llegar a 70? ¿Cuál es la razón para que este digno y noble pueblo, que contribuyó a descubrir y desarrollar los actuales yacimientos, no participe de las rentas generadas? Los grandes momentos de industrialización y desarrollo nacional se realizaron sin recurrir al crédito externo, desde el ahorro que posibilitaba YPF y Gas del Estado. Su privatización significó una catástrofe económica porque el país perdió un ingreso anual de 8.000 millones de dólares, que en quince años representó una transferencia hacia el sector petrolero de unos 120.000 millones de dólares.
En recientes declaraciones para la Fetera Semanal N° 196 afirmábamos: .
”¿Qué país nos podemos plantear si en el futuro no contamos con energía suficiente?, ¿qué proyecto de Nación podremos discutir si no contamos con las fuentes de energías necesarias para poner en marcha cualquier política que garantice a los argentinos vivir con dignidad y en soberanía?
Creo que el tema no está en discutir en este momento entre los planteos ecologistas y medio ambientalistas, que niegan determinados valores de la producción de los recursos no renovables, por el daño a la naturaleza y al ser humano, que en muchos casos no negamos, pero que no serían tales si éstos estuviesen administrados por el pueblo y no por los grupos multinacionales; el tema no es discutir y negar las bondades y aportes de la energía nuclear, por los peligros que encierra: no se trata de poner en el centro de la escena si quemamos carbón o no por la contaminación del medio ambiente, cuando muchos de los países considerados del primer mundo lo hacen porque cuentan con la tecnología, de la que se apoderan y no trasmiten (Alemania quema carbón; Japón, al no tener petróleo desarrolló energía nuclear)”.
El tema pasa primero por saber ¿de qué manera los argentinos podemos contribuir a la integración energética en América Latina, recuperando el patrimonio energético a manos del pueblo? ¿Cómo podemos recuperar nuestra soberanía, nuestra autonomía, la capacidad de distribuir la riqueza que llegue a los más, no como ahora que sigue concentrando y centralizándose en pocas manos?, “¡OTRAS AMERICAS SON POSIBLES!” dice la consigna, sintetizando el sueño y la esperanza de millones!
Para eso necesitamos una integración de los pueblos en el plano energético, que no esté basada en el modelo económico y social de las políticas liberales, que nos deja sin agua, sin luz, sin gas, en definitiva, sin recursos.
Estamos convocados a luchar por una integración Latinoamericana y del Caribe, superando enfoques reduccionistas y/o economicistas, para visualizar el proceso de integración como un proceso de unidad y lucha de nuestros pueblos, que va más allá de simples acuerdos comerciales, acuerdos corporativos empresariales, o esfuerzos de gobierno a gobierno.
¡Basta de exportar trabajo cuando aquí tenemos millones de desocupados!
¡Basta de exportar riquezas, cuando aquí tenemos millones de indigentes!
¡Basta de exportar alimentos, sin valor agregado, cuando aquí mueren grandes y chicos, por causas evitables!
¡Basta de exportar materias primas, minerales, combustibles, cereales, etc., que nos vuelven en derivados que pagamos 100 veces más que el precio de exportación que nos pagan!
¡Basta de negar nuestro desarrollo científico-técnico, nuestro desarrollo tecnológico, de pensar que lo privado y extranjero deben manejar nuestro transporte, nuestras comunicaciones, nuestros barcos, aviones, trenes, etc.!
En un mundo donde la guerra y la muerte están privatizadas por los mismos que se favorecen al generarlas, Argentina ha tenido que alquilar a EE.UU. los misiles, que ellos sí pueden fabricar, para cuidar a su propio presidente en la Cumbre de las Américas.
Hay un solo camino para ser dignos, fuertes, soberanos; unirnos e integrarnos sobre la base de construir un modelo de vida diferente al soportado, que nos garantice la vida, en el presente y en el futuro, para nuestros hijos y nuestros nietos.