Indudablemente el entusiasmo debe primar. Y no hay que descartar otros indicadores que, aunque a medio camino (siempre dubitativos) de los procesos antes marcados, acompañan. El gobierno del PT en Brasil que más allá de las políticas económicas no claramente definidas y su crisis interna, nadie puede dudar de raigambre popular y social. El Frente Amplio de Uruguay, otra construcción en el mismo sentido que el PT (del que pareciera también exportar hasta su modelo de desarrollo económico), de discurso social y progresista que juega al truco constantemente con el Imperio. Las declaraciones del Ministro de Economía del Uruguay, Danilo Astori son categóricas «los acuerdos de libre comercio con EEUU son contemplados por el gobierno del Uruguay». Un guiño de ancho de espada que asusta, desmentido por el presidente Tabaré Vázquez, más después del plantazo al ALCA por parte del MERCOSUR durante la Cumbre de las Américas, realizada en noviembre del año pasado. No hay que olvidarse de la Convergencia en Chile que, aunque más cerca del concepto de capitalismo serio, gira más a la izquierda con la asunción de la primera mujer presidente de Sudamérica, Michelle Bachelet. Y Argentina, la Argentina K que hablan los medios, de ruptura discursiva con la Argentina del champagne y la pizza, de la apuesta a la economía financiera del 1 a 1, pero que, a pesar de medidas que sin duda parecen despertar al Estado y apostar más fuerte al desarrollo y la integración de la sociedad, tambalea en los vicios económicos del menemato como si la década del engaño, sumada a la broma de la Alianza y los presidente del que se vayan todos fueran un hueso difícil de despegarse.
{{{Economía y Trabajo, una carrera desigual}}}
El gobierno de Kirchner muestra como uno de sus logros más contundentes el crecimiento económico sostenido y su criatura favorita, el superávit fiscal. Es tan importante para el gobierno esta carta que, desde los sectores que impulsan la reelección de Kirchner, ya piensan un adelantamiento de las elecciones presidenciales del 2007 para marzo de ese año, momento que, según los economistas de turno, la panacea del crecimiento empezaría a resentirse. Pero este crecimiento sostenido (sistemático aseguran anchos en la Rosada) tiene sus contradicciones cuando, en la práctica, se le incorpora el discurso K de un país con una más justa distribución del ingreso y una apuesta a la producción nacional. La desocupación que sigue en los dos dígitos es emparchada por el INDEC desde los planes sociales, como si éstos fueran generación de trabajo genuino. Los salarios ya perdieron una vuelta con el aumento de los precios y ya sin la decisión del gobierno de acompañar el proceso de recomposición de un sector, el laboral, golpeado desde hace décadas. Sin un Estado protagonista, sin democracia sindical, con centrales obreras, como la CTA, a las que se le sigue ninguneando la personería gremial, sin reconocer su representación en un universo cercano a los 1.100.000 trabajadores, con sindicalistas que, ayer, aplaudieron el no pago de la deuda y, hoy, vivan el desendeudamiento con el FMI, más los otros que se sacaron el traje de empresarios de los 90 para sumarse al tren de turno, el panorama parece ser de intensificación de las luchas, algo que ya es carne en los trabajadores y que las bases sindicales han comprendido en los últimos tiempos, convirtiéndose en las responsables de las recomposiciones salariales y reivindicaciones laborales arrancadas en la era K. Hay motivo para la contradicción que está gorda de tan bien alimentada. Indudablemente la existencia de la Argentina Privatizada, más allá del crecimiento sostenido de la economía, hace que la Argentina del Trabajo y la Producción siga esperando su turno, mientras la gestión de gobierno se desvive, con el presidente en persona, acordando precios con los “desconocidos de siempre”.
{{{El desendeudamiento y la distribución, una utopía cada vez mas utopía.}}}
La Argentina ha pagado en estos últimos 4 años (casi 3 de gestión K), cerca de 30 mil millones de pesos a los organismos de crédito internacional. Del “¡minga le vamos a pagar!” durante el acto de asunción presidencial, al “no pagaremos con el hambre del pueblo”, la frutilla del postre fue el desendeuda-miento con el FMI por cerca de 10.000 millones de dólares. Desde el gobierno dicen que quedamos con las manos libres para arremeter con la Argentina del Trabajo y la Producción. Lo cierto es que desde Economía, puertas para adentro, todos saben que el crecimiento del 2007 irá a parar a recuperar las reservas utilizadas para el pago de una deuda que siempre se consideró indigna, por sus intereses y por las condiciones en las que se encontraba el país cuando el organismo internacional otorgaba crédito en el marco de las verdes praderas esperanzadoras del gobierno de De la Rúa. Condiciones que los gurúes económicos del organismo no pueden insistir en que desconocían. Una decisión que más que desatarnos las manos, nos las vuelve a atar y posterga el debate de la distribución de la riqueza. Los datos lo confirman. El gobierno se retira del debate de los salarios y es más, desde algunos sectores se animan a vincular a los salarios con la inflación. Los oídos se cierran a los reclamos del medio aguinaldo pedido por las organizaciones sociales, con planes estancados en los 150 pesos desde inicios de la devaluación. No hay políticas de créditos extendidas para la Pequeña y Mediana Industria y se va a una fusión industrial con Brasil, desconociendo lo que fueron décadas de apuesta a una economía financiera, mientras nuestro vecino potenciaba su proyecto industrial nacional y con un salvaguardas para nuestras golpeadas industrias, de dudosa calidad, made in Kamtchatcka.
Durante los años K, la estructura de propiedad ha seguido concentrándose. Las empresas locales siguen siendo compradas por multinacionales. La extranjerización, que junto a la concentración, se heredó de la etapa anterior, sigue siendo un punto de apoyo esencial de la actual economía, dentro de una política que ha privilegiado la renegociación y no la reestatización de los servicios públicos, desoyendo los vientos nuevos de América.
{{{Todo o nada}}}
Con este panorama a medio camino en el marco de una América que quiera girar más humana, a pesar de las presiones del Imperio que, seguramente, se sentirán más presiones, Argentina se enfrenta al dilema del Todo o Nada. Es cierto que cada país debe emprender caminos particulares, no descuidando las miradas interiores del presente y la historia. Pero es la historia la que dice, también, que los procesos del Tercer Sector nunca funcionaron, más en un mundo que siempre se ha construido desde la dualidad. En América ha nacido una esperanza de construcción social bajo otros patrones, la recuperación del patrimonio para la reconstrucción de lo nacional, la soberanía de los pueblos, la reconstrucción de hermandades sustentadas en los sueños de los padres de la independencia, el reconocimiento de las sociedades originarias, la solidaridad. Esta América que nace, no lo hace solamente desde la teoría, sino que construye acción día a día. Se toma de las armas del enemigo y les da sentido propio, no sólo para defenderse sino para avanzar. La recuperación de los recursos naturales estratégicos por parte de Venezuela y Bolivia, la solidaridad latinoamericana en la resolución de problemas locales (Venezuela fue desencadenante en la ayuda de la reconversión de la deuda argentina), el proyecto energético entre Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela, al que ya pidió pista Bolivia (unión sudamericana contra las transnacionales), Telesur (comunicación continental para enfrentar a la CNN), el Banco del Sur (una alternativa financiera propia para olvidarse de los organismos de crédito internacional). Sin lugar a dudas es una carrera por el Todo o Nada, aunque el enemigo parezca invencible. Es una carrera sustentada en el convencimiento de nuestro protagonismo y nuestras fuerzas, aunque el final esté poco claro. Pero ¿quién puede apostar a un final seguro en nuestra historia? De lo contrario es la apuesta a la medianía, que siempre termina en desesperación entregando el alma al primer diablo que dobla la esquina.
Por Víctor De Gennaro.
GOBERNAR PARA DISTRIBUIR.
-Para nosotros, el 2006 debe centrarse en el horizonte de la distribución de la riqueza. Eso significa un salario universal para los pibes que termine con el hambre, en un país que produce alimentos sin ningún tipo de inconvenientes. Ese horizonte, también, es consolidar una instancia de trabajo genuino eliminando el trabajo en negro, modalidad, esta última, que le es funcional a las empresas multinacionales que siguen digitando el reloj económico de la Argentina.
Y es también la disputa de convenios colectivos nuevos y dignos para los salarios y la consolidación y profundización de las libertades laborales. Hoy, por ejemplo, los trabajadores del sector privado no tienen garantías en ese sentido.
Para lograr arribar a ese horizonte, sabemos que debemos seguir organizando fuerza propia y en ese sentido considero que nuestros esfuerzos deben dirigirse en dos instancias. {{La profundización de la Central de los Trabajadores.}} El 30 y 31 de marzo en Mar del Plata empezaremos a transitar ese camino con más de 10 mil delegados en todo el país. Una central con 1.100.000 trabajadores organizados, con 1970 organizaciones gremiales y sociales afines, a las que no se les quiere reconocer la personería gremial pero que en los números y en la acción siguen construyendo un nuevo proyecto nacional. Arrancamos hacia ese objetivo no en un momento cualquiera sino a 30 años del golpe genocida del 76. Ese golpe que vino a terminar con los trabajadores y que hoy, desde la memoria, buscaremos recuperar a sus mártires con la intención de recuperar su proyecto de vida.
La otra instancia que nos debe tener movilizados este 2006 es en {{la continuidad de la construcción de un Movimiento Social amplio}} que, hace unos años, destacábamos como necesario y que hoy resulta imprescindible. Y tomo recientes palabras del presidente de Bolivia, Evo Morales, para ilustrar la importancia de esta construcción, “venimos de 500 años de resistencia, es el momento de los 500 años de gobierno”.
Por Pino Solanas.
LA NECESIDAD DE RECUPERAR EL CONTROL DE LA RENTA ENERGÉTICA.
-Sería uno un cabeza dura si no pensara este 2006 como un año excepcional para Lati-noamérica. Un año donde el péndulo de la historia pasó a la izquierda. En este proceso, nos encontramos con varios motores. Uno de ellos es Venezuela impulsando una política distinta, generosa, abierta. Edificada desde un criterio no economi-cista o de negocio y lanzada a la construcción de una América Latina más justa. La relación que la República Bolivariana ha construido con la Argentina, en este sentido, es un buen ejemplo. En la refinanciación de la deuda, Venezuela se ha convertido en el principal aliado y financista de nuestro país.
Otro de lo motores es cómo llegaron estas experiencias a convertirse en gobiernos. Todas desde el voto popular que impulsa desde las bases el cambio. Uno puede discutir la política económica de Lula, pero no que llega al gobierno desde los sectores populares más organizados de América, aquéllos que confluyeron en el PT. Es el voto popular el que reconoció lo realizado por el gobierno de Kirchner, pero el que también sabe que este gobierno está parado a mitad de camino del proceso que se gesta en América. En el medio de un puente en el que se permite confluir con el pasado económico del menemato. Mientras Brasil y Venezuela discuten las concesiones y regalías, al gobierno del presidente Kirchner le asusta hablar de recuperación del patrimonio y reestatización, y conserva a los mismos equipos de gobierno en materia energética que estuvieron en las privati-zaciones. Firma un contrato de explotación de nuestros recursos petroleros con Repsol, sin límites, una acción propia de una republiqueta y no de una república, y lo que es peor, la clase dirigente no toma la discusión de la renta energética y se deja ganar por el silencio de radio de los medios de comunicación masivos, mientras Repsol sigue facturando 25.000 millones de pesos al año.
En el mientras tanto, es de moda llenarse la boca de Evo Morales, pero sólo fue Evo Morales el que dijo: Bolivia pide que le restituyan las regalías a los valores anteriores al gobierno de Sánchez Losada (más del 50 por ciento) y que se rediscutan todos los contratos, recién en ese momento empezaremos a hablar de socios, dijo el dirigente cocalero, respetando la decisión de una mayoría que no dijo que se vayan todos, sino que nos devuelvan nuestro patrimonio.
El gobierno argentino tiene que entender que la integración en América no la vamos a lograr poniendo la construcción al servicio de las multinacionales sino al servicio de los pueblos y eso es lo que grita Cuba, Venezuela y Bolivia. Si no, la foto no sirve para nada.