Que tenemos una política regresiva en materia tributaria, eso no lo pone nadie en duda. Que siempre pagan los mismos, lo repetimos todos los días. Que esa política se transforma en un verdadero freno en la distribución de la riqueza, es la alarma que no deja de sonar para un gobierno que dice que la distribución es su apuesta para el año 2006.
Legisladores opositores, empresarios y gremialistas se suman al reclamo de que se suba el mínimo a partir del cual se pagan los impuestos a las Ganancias. Pero, a medida que pasan los días, es cada vez más improbable (ya el Congreso se tapó los oídos ante los fundamentos del reclamo) que el Ejecutivo intervenga en la readecuación del gravamen.
El mínimo no imponible del impuesto a las ganancias es de 22.020 pesos anuales o 1.835 mensuales para personas físicas solteras de la cuarta categoría, en su mayoría personal en relación de dependencia, y 26.820 anuales o 2.235 mensuales para trabajador con familia tipo. Esos valores no fueron adecuados después de la devaluación.
Indudablemente, en el silencio del gobierno pesan las exigencias de caja para mantener el superávit primario y, cuando de esto se habla (no debemos olvidarnos los sueños reelec-cionarios puestos en marcha luego de las elecciones de octubre), pareciera no importar que esos valores agudizan la carga tributaria sobre salarios que otrora se podían considerar medios, pero que ahora ya están entrando en niveles medianamente bajos.
La pregunta que se impone, luego de los repetidos anuncios al respecto y con un saldo favorable en caja record, de casi 20 mil millones de pesos, es si no sería más justo y equitativo que, en este contexto de superabundancia, se tomen medidas más audaces. La suba del mínimo no imponible en el impuesto a las Ganancias, la rebaja del IVA, al menos para los rubros más sensibles para la economía de los hogares, y la mejora de las jubilaciones, parecen no ser las medidas que contemple un gobierno que sigue coqueteando con las políticas económicas de los 90.
Para este año, las pautas son similares a las que fijaba en 2005. Se proyectó un superávit primario de 19.350 millones de pesos, equivalente a l 3,5 puntos del PIB. Sin embargo, un informe de la CTA, dirigido por el diputado Claudio Lozano, puso bajo tela de juicio esa proyección. En el trabajo se concluyó que el 2006 dejará un excedente de nada menos de 11.000 millones de pesos por sobre la pauta de superávit fiscal.
La conclusión toma como base que la economía crecerá un poco más que lo presupuestado: 5,6 por ciento y no 4,0. El informe afirma que esa es la expansión que figura en documentos internos del Ministerio de Economía. Si a este mayor crecimiento, que dejaría en las arcas un adicional de 2.919 millones de pesos, se le agregan otros dos puntos: lo que ya no habrá que pagarle al FMI (1196 millones de pesos en intereses y otros 4829 millones en concepto de capital) y una corrección en la elasticidad recaudación producto, Lozano concluyó que existe una subvaloración de recursos por un total de 11.066,5 millones de pesos.
De acuerdo con sus estimaciones, esa masa de dinero serviría para:
– Una asignación de 70 pesos para los 13,8 millones de menores de 18 años.
– Una ayuda escolar anual de 130 pesos para los 9,4 millones de chicos de entre 6 y 18 años.
Estas iniciativas tendrían un impacto favorable sobre los niveles de pobreza e indigencia: mientras la tasa de pobreza caería de 38,5 a 32 por ciento, la de indigencia caería a menos de la mitad: de 13,6 a 6 por ciento.
La distribución de la riqueza duerme un sueño que los trabajadores no esperaremos que sea eterno. Por más discurso retrógrado que quiera atar nuestro bienestar al de la inflación.