En la Argentina, el petróleo debe volver a manos del pueblo, a manos del Estado, porque es la posibilidad de tener renta, recursos suficientes para ir sosteniendo el proceso de industrialización y para ir acotando la desocupación, la pobreza y la exclusión.
Por eso, el hecho de que los trabajadores de la energía nos juntemos acá, que podamos debatir estas cosas, instala un sujeto fundamental para avanzar en el proceso de transformación social, abierto por numerosos gobiernos y sectores populares que hoy estamos disputando nuestro destino en América Latina. Porque la discusión del tema energético y del tema petrolero no puede ser una discusión solamente de intelectuales, o de profesionales técnicos.
Tenemos que ser protagonistas los trabajadores, los pueblos. Y sobre todo, movilizarnos en todos los pueblos de América Latina para generar conciencia sobre el rol fundamental de la energía.
Porque ese fue otro de los procesos nefastos que trajo la privatización. No sólo fue entregar recursos rentables, trasladar la rentabilidad del sector público al sector privado. No sólo pasó renta, pasó poder. Hoy, no tener el petróleo en nuestras manos es un condicionante muy claro. El precio del petróleo, de la gasolina, del gas, y de otros productos derivados que se llevan a la industria tienen que ver con el petróleo como materia prima. El Estado perdió la potestad de poder. Eso es también parte del proceso privatizador: transferir territorios. Millones y millones de hectáreas en la Patagonia y en todos los pueblos donde está instalada la privatización.
El tema energético es un tema de los pueblos
El tema energético no es un tema de los trabajadores de la energía, ni siquiera es un tema de los sindicatos del sector, no es sólo un problema de los gobiernos. El problema energético, que tiene que ver con discutir la renta energética, es del pueblo, es un problema de soberanía nacional, y es uno de los pocos lugares con capacidad de generar renta suficiente, recursos suficientes, para destinarlos a resolver los problemas que hoy tiene nuestro pueblo.
Por eso ayer hablábamos con los compañeros de que es necesario relanzar con mucha fuerza dos áreas fundamentales para las políticas energéticas: el carbón y la industria nuclear.
El carbón, abandonado y a veces socio menor, es el primo pobre de la cuestión energética. Nosotros podemos decir con orgullo que en la Argentina había un pueblo que estaba condenado al cierre de sus yacimientos, y que si quedó en pie fue por la pelea de los trabajadores. Y hoy vemos que más de 800 millones de pesos han sido invertidos en Río Turbio para poner esa empresa a funcionar y para que el carbón vuelva a ser parte de la ecuación energética nacional.
Y por otro lado, nosotros también tenemos derecho a desarrollar las industrias nucleares que creamos que los pueblos puedan tener en sus manos para no ser bastardeados por el imperio. Ellos sí pueden desarrollar las bombas atómicas, o las bombas nucleares, pueden avanzar con el desarrollo de la industria pesada, con aviones, misiles, tanques, pueden avanzar con buques, con fragatas misilísticas, pueden avanzar ocupando el espacio y nosotros tenemos que pedirles permiso a ellos para transmitir por Telesur. Por eso todo está atado a lo que hablábamos antes del petróleo y del poder.
Para finalizar, yo quería leer tres párrafos de una de las decisiones que tomamos en las comisiones del Foro de la Energía, realizado en Caracas en mayo de 2005. Nosotros decíamos: “Este primer Foro convoca a participar en la asamblea de los pueblos latinoamericanos a realizarse en Argentina, -que se hizo en noviembre del año pasado- paralelamente a la Cumbre de las Américas y propone participar activamente en la jornada nacional de repudio a la presencia del gobierno imperialista de los Estados Unidos en esta Cumbre y el NO a la intentona de firmar el ALCA”. Esto fue en mayo del año pasado.
Y nosotros, movilizados en Mar del Plata, enterramos definitivamente al ALCA. También Chávez, Kirchner, Lula y la mayoría de los presidentes de América Latina le dijeron definitivamente NO a las pretensiones de Bush de firmar el ALCA ese año. Digo esto compañeros y compañeras para que volvamos todos los días a reafirmarnos que es posible cambiar la sociedad. Pero que cambiar la sociedad no es sólo tarea de nuestros gobiernos, no es sólo tarea de nuestros dirigentes, o de los que estamos acá.
Fundamentalmente debe ser tarea de todo nuestro pueblo, de los millones de compañeras y compañeros de nuestro pueblo, a los que nosotros tenemos que convocar, enamorar y decir que podemos cambiar la sociedad para que otro mundo mejor sea posible, un mundo de igualdad, un mundo que elimine definitivamente la desocupación, la pobreza y la exclusión para nuestros pueblos.