A mediados de mayo, el flamante presidente Antoni Brufau presentaba en Madrid, ante una eufórica Junta General de Accionistas, los pormenores de la trayectoria corporativa de Repsol-YPF. Proyectada en un data show a todo color sobre las cortinas del anfiteatro, una sopa de cifras macroeconómicas hacía babear al inversionista más cauteloso. No en vano Repsol-YPF, una de las 15 petroleras más pesadas del planeta, vive a expensas de un enquistamiento mundial de la matriz energética. Todos dependemos, consumimos y vivimos de y entre petróleo; principalmente energía (calefacción, electricidad y transporte), plásticos y derivados del petróleo. La población mundial, sobre todo del Norte, vive cautiva del consumo de petróleo, inmersos en una macro-economía global crematística.
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