Bonasso siempre asegura que luego de esta revelación pidieron para él la hoguera desde amplios sectores del peronismo, y bromea diciendo que no lo lograron “porque ya no son tiempos de la Inquisición”.
En un reciente reportaje, el ahora diputado kirchnerista resaltó el significado de aquella revelación, “nadie está poniendo en duda la significancia del papel de Perón en nuestra historia y lo que representó el peronismo como herramienta para lograr los estadios de justicia social jamás conocidos por los sectores eternamente postergados de nuestro país. Lo que sí es importante es despojar de bronces la historia, y saber que todos hemos transitado por el cielo y el infierno”.
La Triple A fue una organización que anticipó el Terrorismo de Estado desplegado a partir del golpe de 1976. Según un trabajo del historiador Ignacio González Jansen “entre julio y septiembre de 1974 se produjeron 220 atentados de la Triple A, casi tres por día, 60 asesinatos, uno cada 19 horas, y 44 víctimas resultaron con heridas graves. También 20 secuestros”. Como cifra global al accionar de la organización terrorista se le atribuyen más de 1.500 crímenes, que opacan los atentados más resonantes como los del cura Múgica, el abogado de presos políticos y diputado Ortega Peña, el intelectual de izquierda Silvio Frondizi, hermano del ex presidente, o el militante peronista y ex subjefe de la policía de la provincia de Buenos Aires, Julio Troxler, que pudo escapar a la Revolución Fusiladora pero no al terror de la Triple A.
Como las desapariciones y muertes de la dictadura del 76, el accionar de la Triple A se enmarca en crímenes de lesa humanidad que, a la luz del derecho internacional que Argentina suscribe, “es una obligación” del Estado resolverlos.
No están en juego panteones ni bronces, sino miles de familias que esperan justicia desde hace 31 años.
Pero indefectiblemente, la puesta en escena de esta trama pone en la mesa un contubernio repleto de pactos de silencio, sostenidos, como lo vimos en las últimas semanas -entre otros- por el sector del sindicalismo ortodoxo que, en la historia, se ubicó acomodaticio de los gobiernos de turno (cualquiera sea su color: militares, peronistas o privatizadores), autogarante de un status quo insostenible. La muerte no puede sostenerse desde el silencio o la patota.
¿Alguien se preguntó como se reconstruye la vida de los familiares de las 1.500 víctimas de la Triple A, o de las que sufrieron sus atentados o de las que, aun hoy, no se atreven a volver al país?
El miedo sigue estando entre nosotros y es motorizado por los que tendrían que haberse ido y siguen estando. Los que creen que la impunidad sigue de turno. Como sociedad tenemos que lograr que ese miedo no nos paralice. El decidido accionar de la justicia en estos casos, como en los de la dictadura del 76, son el mejor remedio. También nuestro protagonismo, defendiendo al hombre y no al bronce. No hay otra manera de encontrar la verdad y poder juzgar a los responsables de todos estos crímenes.
Y a los que ven detrás de estos procesos la interna peronista, un acto de venganza o de blasfemia, sería bueno preguntarse si no tendremos que reflexionar hasta qué punto maduró el asco social por todo lo que huela a impunidad.