El socialismo que promete el presidente Hugo Chávez para el siglo XXI, se afianza luego de las últimas elecciones presidenciales venezolanas, pero sobre todo, desde el respeto que en la región se ha ratificado por la vía bolivariana, con países que intentan multiplicarla, como Bolivia y Ecuador, y otros que la consideran y acompañan, como Argentina y Brasil.
La nueva Cumbre de Presidentes en Río de Janeiro, Brasil, fue reveladora. Cuando los medios de comunicación de Brasil y Argentina aseguraban que tanto Lula como Kirchner le iban a pedir explicaciones a Chávez por los anuncios de intensificación del control nacional de los recursos naturales y la reformulación del rol del Estado en las modernas áreas estratégicas, la energía y las telecomunicaciones, los presidentes saludaron la decisión soberana de Venezuela. Y en lo que respeta a procesos, Lula fue más allá: selló con Evo Morales un tratado para aumentar el precio del gas que compra el Mato Grosso y otra iniciativa para trabajar en una salida al mar para los bolivianos que no sólo le devuelva su contacto con el Pacífico, sino también con el Atlántico.
Este socialismo inteligente que recuperó el patrimonio de su país, reparó la justicia social y le devolvió al venezolano la dignidad del trabajo, no saca los pies del capital y negocia de igual a igual con EEUU, mientras construye liderazgo político en la región desde una actitud solidaria con las necesidades de Centro y Sudamérica, o el compromiso con los proyectos de la integración subregional, en especial con el MERCOSUR. Liderazgo que se le discute, sólo por quererlo, pero ¿es que hay algún presidente en el mundo que no haya tenido esa ambición?
Autoritarismo o despotismo son los adjetivos más usados por algunos para con el proyecto bolivariano, los que minimizan el 60 por ciento de los votos ciudadanos obtenidos por Chávez para su reelección, pero callan que las encuestas indican que el 61 por ciento de los norteamericanos rechaza la irresponsable y mesiánica política militar de Bush en Afganistán e Irak.