Este modelo que integraba, que multiplicaba conciencias e identidades, fue severamente dañado durante la década neoliberal. Lo público pasó a llamarse privado, lo que era de todos pasó a ser de unos pocos. La dignidad del trabajo empezó a llamarse flexibilización. Y nos pusieron la etiqueta de “clientes”. El neoliberalismo privó a nuestro país de las herramientas de un modelo nacional que nos habían permitido alcanzar un aceptable grado de desarrollo de características solidarias y creó un polo multinacional de generación de poder y captación de riquezas que perjudica los intereses comunes, presentes y futuros, de los argentinos.
Los 13 de Julio son motivo de alegría para los trabajadores de la electricidad, porque nos demuestran lo que supimos conseguir y es la fuerza que nos empuja hacia adelante. Que nos enfrenta a un presente con desafíos, consignas, objetivos y necesidades, vinculadas al avance de las políticas neoliberales impuestas durante las últimas décadas y su consecuente (y constitutiva) precarización de las condiciones de trabajo, desocupación, exclusión y pobreza.
Este 13 de Julio, al revisar los hitos que tuvieron como protagonistas a compañeros lucifuercistas, nos hacemos los siguientes planteos: ¿de qué forma contagiar conciencia sobre el protagonismo de la clase obrera en la generación de cambios en la sociedad?, ¿de qué manera comunicar que la dignidad laboral va de la mano con la unidad y la amplitud multisectorial?,¿qué hacer para que los argentinos entendamos que los servicios públicos deben ser realmente públicos, y la renta, de todos?, ¿cómo refundar el concepto de soberanía sobre nuestro patrimonio energético?, ¿cómo demostrar que la renacionalización de nuestros bienes naturales es posible y necesaria? ¿cómo contribuir a la puesta en marcha de los engranajes de un nuevo Modelo Eléctrico Nacional?
Los 64 años de lucha del Sindicato de Luz y Fuerza de Mar del Plata nos dan una primera respuesta. La lucha no debe ser sólo sectorial, sino nacional. La lucha es de ciudadanos convencidos de que la política energética debe constituir una de las bases esenciales del desarrollo económico y social del país. Y de que ese desarrollo debe ser políticamente independiente, geográficamente equilibrado y socialmente equitativo, asegurando para todos el acceso al consumo de los bienes de la energía, en el presente y el futuro.
{{{Arrancar la dignidad del trabajo.}}}
Los procesos de cambio sólo son posibles desde el protagonismo. Sólo el ser concientes de que éramos trabajadores en el marco de un proceso de transformación nacional nos permitió, el 13 de Julio de 1949, firmar el primer Convenio Colectivo Nacional, un gran anhelo de todos los trabajadores de la electricidad que, desde distintos puntos del país, pedíamos y merecíamos el reconocimiento de los mismos derechos. Y lo seguimos mereciendo y exigiendo.
El neoliberalismo apuntó a licuar ese protagonismo, el de una clase trabajadora que era motor del cambio. De la mano de gobiernos títeres y de un sindicalismo que se emborrachó llamándose “empresarial”, convirtieron en letra muerta el Convenio Colectivo de Trabajo homologado en 1975, actualmente con vigencia parcial en algunas regiones, al que consideraron retrógrado, anticuado, “demodé”, por el moderno trabajo flexibilizado, en negro, facturado, que hoy regula el mundo laboral y sepultó el convenio.
Alertamos sobre esta situación, avizoramos oportunamente la futura traición a los trabajadores. Y ello nos significó la expulsión de la FATLyF. Nos echaron por no querer participar de un negocio pensado y ejecutado a espaldas de los trabajadores y en contra de sus legítimos derechos, por no acordar en intereses muy contrarios a los de los trabajadores y sus familias, por no querer ser parte de un sindicalismo que se alió a los sucesivos gobiernos y a las cúpulas patronales para aniquilar los derechos por los que luchamos tantos años.
Contra la tercerización de los trabajadores, la explotación, el desprecio de la dignidad que da el trabajo, la firma de convenios sucios, a la globalización de la concentración económica y del poder, oponemos la unidad de las mayorías, de los trabajadores ocupados y desocupados, jubilados, privados o estatales, pequeños y medianos empresarios. Porque no somos sólo trabajadores de la electricidad. Ante todo, integramos una clase que fue protagonista de los hechos, a lo largo de toda la historia de nuestro país.
{{{La organización para recuperar lo que es nuestro.}}}
Construimos organización, resistencia e integración. Fue el primer paso para recuperar el protagonismo. Construimos organización no sólo hacia adentro, porque estamos seguros de que la integración latinoamericana es posible y absolutamente necesaria Por eso, entre otras cosas, participamos e impulsamos desde 2005 el Foro Nacional e Internacional de Energía, donde cada año los trabajadores de la energía de la Argentina intercambiamos experiencias y consensuamos políticas conjuntas con compañeros de otros países. Junto a ellos elaboramos declaraciones de principios y delineamos políticas comunes para las cuales, sostenemos, es condición fundamental preparar una “masa crítica” para lograr los grandes cambios operados en otras comunidades como la boliviana y la venezolana.
Para evitar que continúe la exacción de esas riquezas y la explotación irracional de bienes estratégicos, escasos y no renovables, debemos volver a entender que la energía mueve el desarrollo de los pueblos. Es un derecho humano esencial. Es un bien social, un derecho humano y un problema de todos, no sólo un asunto de especialistas. Es importante saberlo, cuando el 80 por ciento de la población mundial consume sólo el 20 por ciento de la energía que se produce y una minoría, el 80 por ciento restante.
Estamos obligados a difundir la necesidad de desarrollar modos de aprovechamiento democrático y regulación de la utilización de la energía, particularmente la eléctrica, porque la propiedad estatal tiene que conformarse con objetivos sociales amplios y claros.
Las políticas neoliberales que se instalaron en la conciencia de una parte de los argentinos trataron de borrar de nuestra memoria colectiva el concepto de que la energía es un bien social, un patrimonio que nos pertenece como pueblo y que tiene que estar al alcance de cualquier ciudadano, independientemente de su situación socio-económica. En la Argentina del siglo XXI no puede haber crisis energética. No nos puede faltar la luz y el combustible.
{{{La lucha de todos.}}}
Desde siempre, Luz y Fuerza Mar del Plata luchó por integrar su acción sindical con la comunidad, lo que nos permite contar con amplios sectores de la sociedad en cada conflicto gremial. De esta ideología, de este intercambio que se alimenta día a día, nació la Tarifa Social. Fue el apoyo del Sindicato a la lucha de los barrios por recuperar el derecho al servicio eléctrico lo que permitió que, desde 1999, nuestro gremio fuera motor principal de lo que hoy se reconoce en el país y el mundo como la Tarifa Social , que en la provincia de Buenos Aires es Ley y es un ejemplo de democratización de la energía, que intentan imitar organizaciones de otros países.
Con iniciativas como ésta ganamos todos: los usuarios porque recobran la posibilidad de acceder a un derecho esencial y legítimo; los trabajadores porque aportamos a la sociedad una propuesta que atiende a la preservación de los puestos de trabajo y evita la confrontación con los usuarios “enganchados”, lo cual es un triunfo sobre el postulado del sistema que pretende la lucha de pobres contra pobres; la empresa porque factura allí donde no podía, evita el gasto por el fraude y elimina el peligro de los “enganches”, y el Estado, en fin, por recuperar el rol garantista.
Desde su fundación, hace once años, la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina (FeTERA), que integramos junto a los trabajadores del gas, el petróleo, la industria química y petroquímica, el carbón, la energía nuclear, el agua y las grandes hidroeléctricas binaciona-les, trabaja en la consolidación de un nuevo concepto de energía que permita dar discusiones, y afianzar que el reclamo por la recuperación del patrimonio es legítimo y nos debe involucrar a todos.
Como parte de la FeTERA-CTA y del Movimiento por la Recuperación de la Energía Orientadora (MORENO), motorizamos la Campaña Por el Millón de Firmas por la Nacionalización del Petróleo y Gas Argentinos, campaña que giró por todo el país poniendo en conocimiento a todos los ciudadanos de la necesidad de decir “¡basta de saqueo!”. Porque, vale repetirlo, “lo que cuentan los pueblos para su recuperación son siempre los recursos naturales”, como dice Fernando “Pino” Solanas, presidente del MORENO, creado en 2002. Como ayer, como lo muestra la historia, la recuperación es una lucha de todos.
La década del ’90 nos llevó a pensar que podríamos perder las empresas públicas, el territorio, el patrimonio, la soberanía. El paraíso de pocos fue el infierno de muchos (y en muchos aspectos lo sigue siendo). Pero sobre todo, nos llevó a resistir, confrontar, denunciar, organizarnos en nuevas y mejores formas y, en las circunstancias más adversas, decir “acá estamos” para hacérselas difícil. Nuestra lucha no cesó.
Década del 90′. Cae el muro de Berlín y se desintegra la URSS. El Consenso de Washington acuerda un paquete de políticas económicas para reformular y ajustar todas las economías nacionales del mundo. Se crea la Organización Mundial del Comercio.
Clinton interviene en el conflicto árabe-israelí. La República Popular China define su apertura al mercado. Nace la Unión Europea. Estalla la Guerra del Golfo. En materia energética, a instancias de Margaret Tatcher, enfrentada con los trabajadores mineros ingleses, se transforma el proceso de generación de electricidad, con centrales a gas en ciclo combinado, proceso que luego se expandió por todo el mundo.
América Latina es la región que aplica en forma más disciplinada las políticas económicas de Washington. Se crea el Mercosur. En Chile y Paraguay finalizan dos de las dictaduras más largas y sangrientas. Al sur de México se produce el levantamiento indígena zapatista. En Guatemala termina una guerra civil que duró 36 años.
Éste es el contexto. El escenario mundial. Para explicar en parte qué pasó en estos diez años en nuestro país. Otra gran parte de la explicación, es exclusivamente de acá. Y comienza un poco antes.
En 1928, Argentina era la sexta potencia económica mundial. En 1948, Argentina contaba con más teléfonos que Italia y Japón y con más vehículos que Francia.
Todo lo que encierran ‘los noventa’ se explica por la crisis de los ochenta, tanto como por el constante fracaso de todos los planes de estabilidad (Frondizi, Krieger Vasena, Gelbard, Martínez de Hoz) que instalan la ansiedad por confiar en planes superadores.
Planes y promesas que hicieron que el Partido Justicialista ganase en forma ininterrumpida las elecciones de 1989, 1991, 1993, 1994 y 1995. Aunque, si repasamos ahora algunos recuerdos de esos años, no podemos alejarnos de la Ferrari Testarosa, la pista de Anillaco, el uno a uno destructivo de la industria nacional, el déme dos, la jactancia primermundista, la ostentación de riqueza, payasadas como la promesa del cohete espacial para ir a Japón en minutos, las “relaciones carnales”, los indultos, el Swiftgate, el Yomagate, la automatización de la Corte, la politización de la farándula y la farandulización de la política. Las privatizaciones. La corrupción en las privatizaciones. La desindustrialización, la flexibilización, la desocupación y la pobreza.
{{{El paraíso capitalista, infierno para los argentinos.}}}
Carlos Menem fue el líder en democracia de una segunda ola de neoliberalismo en nuestro país (la primera se inauguró con la dictadura). Estableció la conexión explícita con el capital extranjero y administró con autoritarismo. Eludió al Congreso privatizando por decreto; intervino en el ámbito judicial para asegurarse jueces complacientes; e impulsó la reforma constitucional para asegurar su reelección.
Está claro que cualquier gobierno que aplica políticas que dejan a grandes sectores de la población desempleados o subempleados no está cumpliendo su misión primaria. Esto no sólo fue así en estos años, sino que además fue alevoso cómo se ignoraron los costos sociales de muchas de las medidas adoptadas, como en los programas de privatización, lo que dejó miles de trabajadores sin empleo.
{{{La corrupción en las privatizaciones.}}}
Cuanto más amplio y generalizado se dio el proceso de privatización, más cercano estuvo a decretos ejecutivos, menos se sujetó a un control contable público, y por lo tanto más facilitada la corrupción. Es que, en sí mismo, el proceso privatizador fue corrupto. Primero, en el avalúo de la empresa pública que asegura un bajo precio de venta y el favoritismo a un comprador mediante coimas. La falta de transparencia es resultado del estilo autoritario de toma de decisiones propio de la élite y de la naturaleza antipopular del proceso de privatización. De esta forma, los altos niveles de corrupción del menemismo son en gran parte una función de su papel de presidente peón del imperialismo norteamericano.
Otro agravante fue que nunca se bajó el gasto público, endeudándose al país de manera insostenible. Se dilapidó el dinero de las privatizaciones, al tiempo que los funcionarios amasaban fortunas, con salarios anuales de unos 300 mil dólares.
{{{Privatizaciones y desindustrialización. }}}
En apenas cuatro años fue transferida al sector privado la casi totalidad de las empresas públicas productoras de bienes y prestadoras de servicios que, en su conjunto, generaban cerca del 8% del PBI total, y poco más del 20% de la inversión global en el país. Este proceso tuvo un notable efecto directo e indirecto sobre la centralización de la propiedad del capital en la producción industrial. Las privatizaciones tienen un efecto directo sobre la concentración de la propiedad porque una parte de las empresas transferidas por el Estado eran firmas industriales que representaban no menos del 20% del valor de producción que generaban las 200 empresas industriales más grandes (entre ellas se encuentran YPF, SOMISA, Agua y Energía, Gas del Estado, etc.). La privatización de empresas públicas también tiene efectos indirectos porque las empresas no-industriales que se privatizaron, en muchas ocasiones son propiedad de grupos económicos o conglomerados extranjeros que son fuertemente industriales y para los cuales dichas adquisiciones están relacionadas con sus producciones industriales.
Conclusión: cierre masivo de industrias nacionales, desocupación y generación de trabajo informal, importación e instalación de firmas extranjeras.
{{{Ganadores y perdedores. }}}
Puesto en estos términos, queda claro que el Fondo Monetario, el resto de los acreedores, las empresas adjudicata-rias, y los funcionarios y sindicalistas que participaron o fueron cómplices, fueron los grandes beneficiarios de este proceso. Tan claro como es afirmar que los perjudicados fuimos los trabajadores y las organizaciones que seguimos defendiendo nuestros derechos. Por citar una referencia indiscutible, una publicación de la Oficina Internacional del Trabajo, de 2006, vinculada a las privatizaciones argentinas y sus consecuencias, revela que “las concesionarias eléctricas redujeron los planteles de personal mediante los retiros voluntarios, modificaron sustancialmente a su favor los Convenios Colectivos de Trabajo, abusaron de la tercerización, formalizaron contratos temporales, no cumplieron con el Programa de Propiedad Participada”.
Perdimos los trabajadores, no sólo por la precarización que describimos, sino además por la atomización de la fuerza sindical, la traición de algunos, y la desaparición de otros gremios. Y perdieron los usuarios, transformados en clientes tratados como receptores de bienes comerciales y no de servicios, o beneficiarios de derechos básicos.
Aunque del mismo modo, hay que decir que, sólo en contadas excepciones, los diferentes gremios que agrupaban a los trabajadores de las empresas públicas resistimos la política neoliberal. Los dirigentes afines al modelo privatizador se sumaron al planteo de “participación privada”, que ofrecía el modelo social de mercado. Fueron y son socios del desguace y la venta de los activos públicos, conformando el nuevo «sindicalismo empresario».
{{{La orgullosa resistencia.}}}
Aquél era el camino fácil. Enfrente, en la misma vereda de siempre, en la que nunca debimos cruzar los trabajadores, algunos hemos encarado una importante lucha en contra de la privatización en doble dirección, por un lado hacia el oligopolio multinacional y por otro hacia la Federación traidora. Resistimos y desarrollamos una nueva construcción, nuevos espacios de organización, de encuentro, de orgullosa resistencia y también de combativa lucha para defender derechos y poner en valor a la clase obrera.