El presidente tiene derecho al relato de ciencia ficción y desde luego a la instintiva solidaridad con el sistema de saqueo que lo alberga.
El presidente se siente feliz por esa bella muchacha -que se parece ligeramente a la república- que le dibuja números, bajo uno de sus virtuales ciruelos en flor, semejantes a la fábula. Pero ella expira, necesariamente, de realidad. El Departamento de Investigación Institucional de la UCA (Universidad Católica Argentina) nos dice que el 60 por ciento de los niños argentinos viven en hogares precarios y el 50 por ciento de nuestros infantes no tiene ropa para protegerse del frío.
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El señor Presidente junto con hombres del eterno pasado y del eterno presente de absoluta y probada versatilidad -sospechosos de ironía- construyen la «nueva utopía» los Intendentes Mario Alberto Ishii de José C. Paz, Hugo Curto de Tres de Febrero, Julio Pereyra de Florencio Varela, Manuel Quindimil de Lanús, Juan José Mussi de Berazategui, Alejandro Granados de Ezeiza, o gobernadores como De la Sota en Córdoba, Rovira en Misiones, Guido Insfrán de Formosa o Jorge Obeid en Santa Fe, o con su jefe de gabinete Alberto Fernández o su ministro del Interior Aníbal Fernández -por citar algunos nombres- dice construir un país para todos, soberano y de respeto por los derechos humanos aunque las fuerzas de seguridad asesinen un pibe día por medio según informe de CORREPI.
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Uno de sus gobernadores preferidos, Mario Das Neves de Chubut, acaba de firmar con Pan American Energy un contrato para la explotación del yacimiento de gas y petróleo de Cerro Dragón -el más importante del país- hasta el año 2047.
Si bien la provincia del Chubut, de acuerdo con lo dicho por Das Neves, recibirá en los próximos 10 años 778 millones de regalías, Pan American Energy, percibirá -en el mismo lapso- 12 mil millones de dólares y la comicidad desesperada de aquel coleccionista que archivaba silencios.
Más allá del bien y del mal -escribe Agamben- no se encuentra la inocencia del devenir, sino una vergüenza no sólo sin culpa, sino, sin tiempo.
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Quizás la poesía como último escondrijo de la resistencia:
¿Me oyes, me escuchas?
_ La tristeza va a morir.
_ Ahora cuando la alondra
_ surca el cielo,
_ algo rosado empapa el alma,
_ porque el ave
_ viene del color que tendrá la vida
_ cuando los humillados alcen la cabeza
_ y partan la dicha
_ en pedacitos que alcancen para todos.