¿Puede haber pacto social sin libertad y democracia sindical?
No sería serio, porque habría una mayoría de trabajadores que no estaría representada, y no lo estará sin esta condición previa.
Millones de trabajadores y actores sociales están fuera del sistema y por lo tanto no es cierto que todos estarán sentados en una mesa de negociación.
Los trabajadores informales, los que están en negro, precarizados, los subocupados y desocupados, los que forman parte de las tragicómicas cooperativas truchas (como los compañeros del puerto de Mar del Plata, entre otras) no serán parte de la mesa.
“De acuerdo a un estudio del Ministerio de Trabajo (de la Nación) en el año 2005 sólo el 37,5% de los trabajadores están sindicalizados, y dentro de la industria, el 47,2%.
Sin embargo, esto no es todo ya que esta regresión en el grado de sindicalización de la clase trabajadora es acompañada por una alarmante situación de la representación de los trabajadores en sus lugares de trabajo. En efecto, el 12,4% de las empresas tiene al menos un delegado, incluidos los digitados por las propias patronales para aumentar el control sobre sus trabajadores. Esas representaciones se concentran en las empresas que ocupan más de 200 personas, ya que el 52% de las mismas tiene al menos un delegado.
Nuestro país se encuentra en una grave emergencia sindical por su bajo nivel de sindicalización y la extinción de las comisiones internas. Proceso que se agudiza y deviene como un fenómeno estructural por la existencia de una burocracia sindical preocupada por consolidar el “sindicalismo empresario”, lo que, a su vez, profundiza la caída de la sindicalización por el escepticismo que esto produce en los trabajadores.” Extraido del documento 19-10-07 “hacia el 8º Congreso Nacional de Delegados de la CTA”, páginas 6 y 7.
No es necesario el pacto social para discutir salarios, están los convenios colectivos y está el Consejo del Salario, con alcance parcial por cierto y sólo como instrumento para facilitar el acuerdo de cifras caprichosas entre algunas cúpulas empresariales, sindicales y gobierno nacional, que no son el todo.
Por otro lado, no puede haber salario mínimo vital y móvil en este país, mientras sigamos con planes para los jefes y jefas de familias a ciento cincuenta pesos por mes y encima los consideremos como ocupados para llenar los indicadores del INDEC y aumentar lo que la realidad obstinadamente indica: aún hay muchísima desocupación, pobreza e indigencia.
Los trabajadores necesitamos discutir no sólo salarios, es menester que esta etapa que se abre discutamos nuevas condiciones de trabajo, poner fin a la política de tercerización y eliminar camuflajes de contratos laborales de claro perjuicio para los trabajadores, como son -entre otros- las pasantías.
Se dice que se han firmado más o menos mil convenios, pero sólo en su gran mayoría por salarios, que no está mal -ante el tremendo atraso salarial y despojo realizado a los trabajadores, convertibilidad y devaluación mediante-, pero eso solo no alcanza, no nos olvidemos que en la década del 90 se firmaron convenios sobre la totalidad de las cláusulas a la baja, es decir se perdieron derechos fundamentales de los trabajadores.
El pacto social no puede ir por encima de las normas constitucionales, así que la paz social sólo es posible si se avanza en la distribución de la riqueza, y si además, se cambia el modelo productivo actual, como práctica concreta y no como declamación estentórea de quienes sólo siguen concentrando y centralizando riquezas cada vez en menos manos, en claro perjuicio para una más y más importante mayoría popular.
Hay otra realidad que impera en nuestro país: lo que crece es la extranjerización de amplios sectores de la economía que sólo conocen de obtener la máxima ganancia en el menor tiempo posible y donde muchas de ellas actúan con clara impunidad, siendo la afiliación sindical un causal de despido.
El cambio de modelo productivo es básico para poder salir de una Argentina de exclusión e ingresar a una de inclusión social, para ello es necesario ir a fondo en el debate de qué Argentina queremos.
Por ejemplo ¿qué va a pasar con los recursos naturales?, ¿vamos a seguir entregándolos?
¿qué va a pasar con el petróleo, el gas, la renta energética?, ¿la vamos a seguir dejando en manos extranjeras? (multinacionales);
¿qué vamos a hacer con la reforma tributaria, donde deben pagar más, los que más tienen?;
¿qué vamos a hacer con la soberanía alimentaria y las fronteras agrícolas?, ¿seguiremos dejando que las olas de la soja, nos sigan poniendo al borde del precipicio?;
¿con el agua y tantas otras cuestiones que hacen a la soberanía, a la recuperación del patrimonio nacional a manos del pueblo, a la autodeterminación del mismo, sobre los temas de vital importancia para vivir en un proyecto de país que valga la pena para el presente y el futuro?
Nadie puede negarse al Pacto Social -o como se lo denomine-, al instrumento de acuerdo de antemano; aunque, claro, los antecedentes, en Argentina, son pocos y no alentadores.
Hasta ahora, la propuesta por la presidenta electa, es muy genérica, nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste y qué propone el pacto social.
{{“Lo que sí está mal, es pactar mal. Eso es traición.”}}