A horas del centenario del descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia (al cierre de esta edición se ultimaban los preparativos para el festejo del 13 de diciembre), nuestro país se encuentra ante una gravísima situación en materia de este recurso estratégico, esencial para el desarrollo de cualquier país. Lejos se está de la gesta heroica del General Enrique Mosconi, que derrotó a los poderosos monopolios del petróleo e inició, con la YPF estatal, años de desarrollo que posibilitaron nuestra infraestructura petrolera, gasífera, hidroeléctrica y vial; logrando el crecimiento de los más lejanos rincones del país.
Lo sucedido en materia económica y social en la Argentina desde 1976, nos demuestra cabalmente que el petróleo no puede ser tomado como una mercancía cualquiera de intercambio. La importancia de este recurso en la economía de los países en vías de desarrollo ha sido ampliamente documentado, constituyéndose en la piedra angular de cualquier intento de desarrollo de industrialización de los países. La dependencia de petróleo, en cambio, genera una traba insalvable para dar el salto económico hacia una industrialización.
La política económica desde 1976, y especialmente desde la desregulación de 1989, logró que el petróleo deje de ser un factor estratégico dentro de la economía argentina y tome el papel de una mercancía más; un bien primario como otros, exportable gracias a las ventajas comparativas, permitiéndose una estrategia de agotamiento, totalmente extractiva, sin otra de conservación a largo plazo.
La “ineficiente” YPF, para esas políticas, fue la que descubrió el 95 por ciento de los yacimientos que hoy están en producción. En el período 1985-1990, YPF exploraba un promedio de 120 pozos por año. De allí en adelante se perforó, en promedio, un poco más de veinte pozos por año. “¿Para qué vamos a invertir con cierto riesgo si se tiene asegurada una ganancia extraordinaria?”, fue y es el pensamiento de los grupos económicos que controlan la renta petrolera. Un pensamiento que está lejos de pensar esa renta para la consolidación del desarrollo y el crecimiento del país que posee el recurso.
“Nos acercamos al 2007 con reservas y extracción en severa declinación, tanto en petróleo como en gas. Explotación depredatoria, exportación de recursos que el país necesita imperiosamente, que transgreden claras disposiciones constitucionales y legales que obligan a explotarlos racionalmente, contemplando las necesidades actuales y futuras y priorizando el abastecimiento interno; absoluta desaprensión por la situación de mediano y largo plazo caracterizan el panorama de los hidrocarburos. Sus consecuencias gravitan y gravitarán en todos los órdenes de la actividad económica argentina, en su desarrollo sustentable, en las condiciones de vida de sus habitantes y en el equilibrio ambiental. Éste es el resultado de la política de privatización, desregulación, desnacionalización del sector energético y destrucción de las estatales Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Gas del Estado y Agua y Energía Eléctrica, fundamentalmente”, asegura en un documento la Comisión Nacional para la Conmemoración del Centenario del Descubrimiento del Petróleo Argentino.
La renta por explotación, refinación y exportaciones fluye hacia los lugares de origen de los monopolios que explotan el petróleo en Argentina. en palabras de Mosconi, de 1929, «han vuelto a retomar el camino del mar» y sus precios y tarifas han dejado de ser fijados libremente por las autoridades nacionales y dependen del llamado precio internacional, sujeto a situaciones internacionales políticas y comerciales a las que somos ajenos.
La política de retenciones a la explotación petrolera impulsada por el actual gobierno nacional, no constituye el paso que definitivamente nos devolverá la esperanza del crecimiento justo para todos. La pregunta es ¿qué hace el Estado nacional con estos recursos? ¿Se invierte en la sociedad, como se hacía en tiempos de YPF? ¿Se mejora la red vial argentina, las refinerías, gasoductos, los polos petroquímicos que ahora están en manos extranjeras, y que se construyeron con la renta petrolera de YPF?, ¿o se destina parte de estos recursos al pago de la deuda externa y a las arcas del Banco Central para que se mire por TV?
Preguntas más oscuras aparecen en el horizonte. Continuando estas políticas depredatorias de los hidrocarburos, ¿quién garantiza la existencia a futuro de un recurso no renovable? ¿Las concesiona-rias extranjeras?
Como lo asegura también el documento de la Comisión Nacional para la Conmemoración del Centenario del Descubrimiento del Petróleo Argentino (firmado por nuestro compañero secretario general, José Rigane), “debemos detener esta situación. De otro modo llegaremos al Centenario del descubrimiento del petróleo importando petróleo y gas de forma creciente”.
“Resulta imprescindible otorgar a los hidrocarburos el carácter de bienes estratégicos y recuperar la propiedad y disposición de las riquezas hidrocar-buríferas para la Nación (eliminando la Ley Corta), y la totalidad de la renta hidrocarburífera obtenida de recursos no renovables, como son el petróleo y el gas, que son tan nuestros como los ríos, las montañas, nuestros bosques, nuestros recursos mineros y naturales, para volcarla al desarrollo de la infraestructura y la industrialización.”
Una nación debe crecer para ser tal. Y el crecimiento no se mide desde las facilidades que se le otorguen a los monopolios extranjeros para desarrollarse, sino en cómo su distribución alcanza, con justicia, a todos los sectores.
Hoy, como en otros tiempos, la voluntad política debe lograrse desde la organización popular, esa que llama a ser preponderante el próximo 13 de diciembre al conmemorarse los 100 años del Petróleo Nacional.
Las banderas de Mosconi están en pie. La nacionalización del petróleo y el gas y la reestatización de YPF, sólo la lograremos con la lucha, la movilización y la participación popular; ésa es la batalla que estamos librando aquí y ahora por la dignidad y la recuperación plena de los recursos hidrocar-buríferos.
No hay nación posible y en crecimiento, con justicia para todos sus habitantes, si no tiene un uso pleno de sus recursos.