Ítalo Wilfredo Nícolo, José Emilio Dambrosio, Arturo Jaime Bauzá, José Carlos González, y Roberto Joaquín Mariez Urrena. En el orden en que fueron llegando a la sede gremial, y se fueron sentando alrededor de una mesa, en la que ya estaba el mate. En ese orden, se presentaron. Nícolo llegó a la cooperativa a los 19 años, venía de Chascomús. Fue en 1954. Había estudiado en el industrial, y antes de instalarse en San Clemente, pasó por Necochea. Primero fue ayudante de máquina, y luego fue ascendiendo, hasta encargarse de la sala de máquinas. Se jubiló en 1990.
Dambrosio venía del campo, en 1951, cuando también tenía 19 años de edad, ingresó como ayudante a la cooperativa donde prestó servicios durante 38 años. También fue oficinista y telefonista.
Arturo Bauzá entró como administrativo en abril del ’56. Llegaba a San Clemente desde Pehuajó. Llegó a ser gerente y renunció en 1982, cuando instaló un estudio contable por su cuenta.
González, electricista, recuerda la fecha de su alta como ‘toma estado’ con detalle: 5 de septiembre de 1967. Trabajó hasta 1990, también en sectores de guardia e inspecciones.
Y Mariez Urrena, que también recuerda el día de su ingreso, el 3 de abril de 1967, cuenta que pasó por el área de redes, fue tablerista y maquinista, y llegó a estar a cargo de la oficina técnica, antes de que le llegara un telegrama, el 3 de julio de 1997.
{{{Y un día volvieron a trabajar.}}}
La entrevista es un fiel reflejo de la forma de trabajo de su época. Apenas entramos en un tema, y todos lo toman. Tienen cosas que aportar, lo han vivido, y tienen orgullo de contar sus experiencias. Resuelven la charla como encararon siempre su tarea. La síntesis que explica cómo fue la conversación, la encara Ítalo, y la completan los demás: “Yo quiero decirte algo. En aquélla época, me parece que fue algo extraordinario lo que éramos entre todos. Acá no había uno que no ayudara al otro, viste; no había uno, acá llovía, se caía un palo e iba a ir cualquier tipo a ayudar a poner el palo, es así”. Mariez Urrena agrega que “pasaba algo y no nos llamaban: íbamos. Si había tormenta o lo que sea, nos presentábamos, íbamos a laburar ahí en lo que sea”. En la cabeza de todo ellos, jugaban con distintas prioridades, y una gran responsabilidad: la Cooperativa, los usuarios, los compañeros. Dambrosio lo explica: “lo hacíamos por los compañeros, por todo, por los compañeros que estaban ahí en el Sector, para darles una mano”. A lo que remata Nícolo con que “a su vez en la Cooperativa teníamos un Gerente que era una maravilla, entonces todo el mundo colaboraba, una maravilla. Un hombre bárbaro”.
{{{Pero el tiempo pasa…}}}
Y esa condición, que tiene que ver con valorar el lugar de trabajo, con sus principios, con el tiempo, y seguramente a partir de las subcontrataciones, la precarización y las formas en que se fue devaluando la tarea, eso fue perdiéndose. “Algo está pasando, vos entrás y ves cómo son todos, entonces te asimilás y sos como todos. Te cuento una cosa: una vez uno se anotó en la Bolsa de Trabajo, lo tomaron, y se vanagloriaba y decía -“me zafé, el día que entre de titular, hago fiaca-.” Y lo borramos de la Bolsa de Trabajo”, recuerda para todos José González, y sigue reflexionando en voz alta. “Yo no sé, nunca hablo, vamos a decir que yo no estoy con, que se yo, ponele 48 o 50 años (de edad) después de 23 años (de trabajo) y hay ingresos nuevos que se van produciendo y vos notás que se va perdiendo eso, y lo primero que se pretende es ir consiguiendo -aún sin tener las condiciones- categorías. Buscan sólo un reconocimiento económico, y nosotros no teníamos eso como principio. Yo jamás hice una solicitud, yo dentro de las tareas sólo fueron reconocimiento que tuve de la Gerencia pidiendo que se me reconociera una categoría. Jamás en los 30 años y pico, jamás; pero por ahí ellos pidiendo la buena dedicación, esto, y esto, que está haciendo este tipo de tareas y eso, y bueno, vamos a darle, ascender a dos categorías más, a Ayudante Principal; pero yo, era algo que lo disponía el Gerente”.
{{{El ingreso, un desafío.}}}
A su turnos, todos describieron en detalle el momento de entrar a la Cooperativa. Era sin dudas un paso importante, un gran cambio. Un desafío. Bauzá recuerda que “cuando me propusieron entrar a la cooperativa yo lo pensé, lo comenté con mi señora, “bueno, me voy a quedar, voy a probar, ahora sí, si me gusta me quedo y si no, me voy”. Y empecé ahí, ahí empezó, empecé y estuve hasta el ’82 que renuncié porque ya tenía una obligación de renunciar o de seguir porque me puse el Estudio Contable. Entonces qué pasó, que si seguía tenía que abandonar EDEA, entonces preferí abandonar EDEA y me dediqué a lo mío, todo ese tiempo estuve, hasta el ’82. Era todo manual, todo se hacía a mano, las máquinas, las máquinas de sumar que tenían unos libros así de largos y había que sumarlos, porque ya ahí; ya fue para conformar los listados, ¿no?, todo manualmente, no es como ahora. Las máquinas, si se podían comprar en aquel tiempo, me acuerdo yo, era muy difícil porque no había plata casi, no aparecía y no tenía la plata ni el Gremio ni nada. Imagínese que al principio, la Cooperativa de San Clemente, por ejemplo, se empezó con unos cajones, de escritorio llevaban unos cajones donde venían los motores, eso se usaba de escritorio, ahí, cuando empezó”.
Entre las transformaciones que se dieron con el tiempo, hay un dato que aporta a las condiciones de trabajo. En la década del 60, cuando se producen los ingresos de nuestros interlocu-tores, había unos 18 trabajadores en San Clemente. Tres de ellos, administrativos. Que pasaron a casi 30, 3 décadas después. El crecimiento, en paralelo al de la ciudad y al del sector energético, debe tener sin dudas, méritos y responsabilidad en los compañeros con los que estamos conversando.
‘Gonzalito’ -como los demás nombran a José C. González- recuerda muy bien lo relacionado con su ingreso. “En el ’67, el 5 de septiembre del ’67. Estaba anotado en la Bolsa de Trabajo desde hace dos años. Quería entrar porque me convenía, tenía un trabajo seguro, tenía Servicios Sociales. Hasta ahí trabajaba de electricista, en obras, en todos lados. Y cuando entré, entré como Toma Estado de Medidores, pero hacía de todo. Hacía líneas, salía de noche cuando pasaba algo, me llamaban por cualquier trabajo que había, era muy hábil para subir las escaleras y las torres, entonces siempre me llamaban.”
Urrena revive para nosotros su llegada a la cooperativa. “Yo lo primero que hice fue, se había hecho en el ‘66 las líneas de San Clemente del Tuyú a Gral. Lavalle, era una línea de 13.200 Volts. Cuando yo entro, la primera tarea que me da el Jefe de Distribución es acompañar al personal y Capataz y a todo el resto del personal, a trabajar, a viajar; nos trasladamos en un camión guerrero, Dugan se llamaba, se había hecho acá, lo había hecho un Jefe de Taller, de soldar. Y estábamos haciendo un pozo de Transformación allá en Lavalle, dentro de lo que era la localidad, para que fueran los inspectores; eso fue la primera tarea, digamos, que me dan en principio. Después me entran a dejar el turno de la mañana para acompañar a los cableristas, a los maquinistas, y que me fuera haciendo ahí, dentro de la Sala de máquinas; y al mes y medio, 2 meses, me fue dejando también ya con la responsabilidad de maquinista pero en el turno de la mañana, cosa que estaba cubierto por ellos porque estaba el personal de lunes a viernes y hacía tareas de cómo podía seguir solo, conocer el tema y de cómo hacer limpieza de los enfriadores de aceite y agua, y demás. Entonces, de a poco, hasta que me fui haciendo a la tarea de ellos, y después sí, ya empecé a hacer el turno rotativo como cualquier otro maquinista.
Después, en el 72, yo hago un poco en Redes, en Redes y Distribución, hasta que en ese entonces Trotta, que era un Gerente de afuera, ante el Jefe Administrativo que en ese entonces ya era, ya estaría Nogada en ese entonces, le dice que me podía llevar, tener en cuenta, a hacer un curso, era un Técnico que estaba haciendo un curso para los Gerentes, entonces trabajaba en la Oficina Técnica. Y este hombre, Nogada, que era un Jefe Administrativo, dijo que yo podía ser una persona que podía colaborar en la Oficina Técnica, y ahí empieza la Oficina Técnica, junto con este hombre que llega a Gerente, llega a ser Gerente y empieza en la electricidad.”
{{{Telegramas que no se olvidan.}}}
Así como queda fresco en la memoria el momento de ingresar, también es un recuerdo fuerte, para todos, el retiro. Algunos llegan a ese momento como corresponde, por la jubilación. Y eso es grato, y se recuerda alegremente. “Sí, me acuerdo que vino una mujer, -“Te tenés que jubilar”-, me dice; -“ah, yo estoy esperando el 82% móvil”-; -“y, vas a tener que trabajar hasta los 65 años-“. -“Y, ya voy a cumplir 68”-, le digo. ¡Ah, me agarró del brazo, -“jubilate, me lo vas a agradecer”-, me dice. ¡Y me jubilé!.”
El relato de Urrea es bien distinto. Aunque seguramente es similar al de muchos otros, víctimas todos de la crueldad de la privatización. “Estaba tramitando un pase, una posibilidad de reubicación en la empresa. Hasta que el 3 de julio de 1997 recibo el telegrama, junto con dos compañeros más, que “no estaba en los planes de la nueva Empresa”; 30 años justos, 30 años justos que se cumplieron. Y en mi caso en particular que yo venía haciendo gestiones para que me consideraran, porque yo hacía todo tipo de cosas y pedía que se me considerara la tarea riesgosa como, por ejemplo, hacía lecturas de carga de tensiones para hacer cálculo de pérdidas de carga de tensiones en línea, y salidas a la noche en verano para ver los transformadores y demás, y yo pedía que se me considerara. Y el telegrama viene, tal es así que ese día llegamos a trabajar y el Gerente, un tal Vives, había cometido un error y decía que nosotros podíamos negarnos; le dijimos que no, que nos íbamos a ir. En mi caso me siguieron pagando hasta el 14 de mayo del año posterior, o sea, del ’98, como si estuviera trabajando. En el caso de ellos dos, cobraron indemnización, y buscando trabajo por su cuenta, uno puso un taxi y eso. Para eso yo ya había ido a hablar con la dama de hierro, con Haydée Corrientes, porque un Gerente que no sé si en ese entonces estaba, un tal Livis, me dijo que me iba a conseguir a mí porque tenía las certificaciones de todos los gerentes, porque había logrado también hacer maniobras entre 23.000 y 132.000 en las subestaciones que hay acá. Entonces, con todos esos elementos, porque esta mujer era la que no me quería dar el 0,8 por tarea riesgosa; este hombre me lo consigue y luego me hace un ofrecimiento que hasta el día de hoy me llama la atención: la indemnización, más la certificación de tarea riesgosa; pero yo me quería asegurar y yo le decía ‘no, la indemnización no, yo quiero que me asegure usted que la tarea ha sido riesgosa y eso me basta, porque yo quería jubilarme bien de esos años’. Porque yo soy un técnico con una situación distinta, la situación no es como la de un técnico de una Jefatura de Zona, eso es lo que yo peleaba y por la cual ahora tengo un juicio, es una situación distinta, yo salí del campo y terminé en la parte de lectoras, era distinto, y bueno fue así y me jubilé con 57 años. El 22 de diciembre del ’98 empiezo a cobrar la jubilación. La magra jubilación, es así, porque me duele, después de todo lo que hizo uno y dio, que estemos cobrando por esa famosa Ley, la 24.241.
{{{‘Es linda la calle.’}}}
Tal vez para cambiar el clima, José González toma la palabra de nuevo y larga: “Una vez me llaman a casa, que había caído un inspector de Toma Estados. Voy a verlo a este hombre, le explico todo; yo tenía un escritorio, anotaba el día que despachaba la encomienda, hay que hacer esto, cuándo salió la encomienda, todo, todo. Y me pregunta -“y ¿cuántos son?, ¿y usted solo hace esto?”-. -Sí, yo solo-. Al tiempo me llama el Gerente y me dice, (Cuenca): -González, le llegó un ascenso para usted-. -¡Ah, bueno, macanudo!-. -Sí, pero el asunto nos perjudica a nosotros-. -¿Por qué?-. -Porque entonces usted no va a poder tomar más estados y van a tener que salir Celia y Graciela a tomar estados-. Y yo le digo: -¿Cómo, dos mujeres van a tomar estado que hay que andar por los médanos y por todo eso. Y cuánto es lo que voy a ganar más?-. -Y, serán $50 o $60-. -¡Yo renuncio, tómenle un examen a ellas y a la mejor denle el puesto que me daban a mí.!-. Y seguí tomando estados porque me gustaba trabajar en la calle, es linda la calle”.
{{{Anécdotas que traen anécdotas.}}}
Dice Gonzalito “¿Querés que te cuente una?.. (Que todavía ese que le hice la gauchada no me lo agradeció y está acá presente…) Vinieron una vez de Gral. Lavalle, pertenecíamos a Gral. Lavalle, y en San Clemente se inauguraba la luz blanca, la calle 19, parte de la 1, parte de la 18; entonces tenían que conectar la luz con la palanca. Pero la palanca que conectaba esa luz era una llave asquerosa, fea, sí, palanca de inauguración. Y en un tablero había quedado una llave que quedó libre qué se yo de qué año, y yo propuse usar esa, que estaba más presentable. Y entonces el Gerente me dice: -¿cómo hacemos?-. Y yo le dije a este señor que está acá (señalando a uno de los compañeros que no delataremos) ‘Andá a ver dónde está la llave vieja, que cuando el tipo agarre la llave yo voy a entrar a rascarme la cabeza, entonces vos agarrá la llave y cuando el tipo baja la palanca yo me vengo acá y conectala’. Y lo hicimos así y todos fueron y lo felicitaron, y a mí nadie me felicitó”.
Y ya estaban muy enchufados como para parar. Pero todos, disfrutando de las remembranzas, lo dejaron seguir a González. “Bueno, antes no nos comunicábamos. Una vez llego yo de tomar estado y el compañero Dambrosio me dice ‘Vos que estás solo por qué no te vas a la otra esquina de allá, para que no toquen, porque van a trabajar en el transformador de la 16 y 4′. Voy corriendo, salí corriendo y el compañero Suárez ya estaba por llegar hasta los fusibles de Alta a sacarlos con la mano, y le grité: -¡Suárez, bajá, Suárez bajá!-. Bajó. ‘¡Que la línea todavía está conectada a la otra esquina!’. ¡Ah, llegué justo!. No había comunicación. Teníamos un teléfono que lo hacíamos sonar y…
Para que los amigos lectores se den una idea, la charla duró más de dos horas. El partido de al lado terminó y los jovencitos vinieron por la sede del gremio a pedir agua con unas botellas de plástico. A ellos se los veía cansados. A Nícolo, Dambrosio, Bauzá, González y Urrena, contentos, satisfechos, orgullosos, y con ganas de más. Por eso, en nuestra próxima edición, esperen la segunda parte de esta entrevista colectiva. Vamos a revelar la historia del caballo blanco de la cooperativa, los asados en hora de trabajo, y también conoceremos mucho más sobre la artesanía de la tarea, antes de la tecnología, y la historia de la lucha gremial de estos compañeros, y muchos de sus pares que ellos han reconocido en el relato.
El mate no se enfría ni se lava. La ronda sigue en nuestra próxima 8 de Octubre.