Tal vez por la charla, tal vez por la hora que se había hecho, el tema de conversación fue recurrente. Alguien sacó el tema de un asado, y no se despegaron de la cuestión. Sobre la que demostraron tener gran experiencia, y muchas historias que contar. Varias, vinculadas también al trabajo. Por no decir, en medio del trabajo.
{{{En medio del trabajo.}}}
Ítalo Wilfredo Nícolo es más que un asador experto. Porque, según parece, además de cocinar puede seguir realizando su tarea. Y hasta puede hacerle frente al jefe, que no estaba invitado al picnic. “Nosotros lo hacíamos dentro de la tina”, arrancó Nícolo. “Estábamos trabajando en el frontal, en el Chevrolet, el Guerrero; y estaban los cuatro en la caja y éste -señalando a González- estaba haciendo los chorizos allá y por ahí estaba ‘Canuto’, que llega y dice: -Chicos-. Me quedé duro, viste, conociéndolo como lo conocía, con lo serio que era. Y no va y viene derecho adonde estaba yo, ¡era vivo!, y entra a la sala de máquinas, estaba parado ahí, pero él sabía que si hacíamos algo de comer estaba adentro de la sala de máquinas. Se quedó ahí, entró allá y uno no se acuerda qué es lo que hizo en ese momento, porque yo no sé, tapamos todo. Y él se baja y viene, y dice: -Buenos días chicos,-. -Buenos días Jefe, ¿cómo anda?-. -Chicos, ¿estamos de picnic?-. Ahí quedé duro. -Y Jefe, qué quiere que le diga, uno viene a estar todo el día acá, no molestamos a nadie, -usted vio que estamos trabajando-. Había uno solo que en ese momento que estaba haciendo para que no se queme nada, el delegado Pérez. -Qué quiere que le diga-. Yo sabía que nos iba a llamar. Cuando llegamos allá, antes de salir, me dicen, -Te llama el Gerente. Voy, lo que le dije, ni sé. -Buenos días-. -Adelante-, me dice, -tome asiento-. Y me dice: -¿A usted le parece bien lo que estaban haciendo hoy?-. -Mire Gerente-, le digo, -si se refiere al trabajo estábamos bien, ¿o no?, ¿no estábamos trabajando?-. -Sí, sí, pero estaban comiendo asado-. Y dice:-¿Y a usted le parece que está bien?-. – ¿Quiere que le diga la verdad?, como estamos acostumbrados, no va a ser la última vez que nos va a ver haciendo esto-. ¡Ah, para qué le habré dicho!.
-¡Qué me dice!-.
-Y, sí porque no va a ser la primera ni la última vez que usted nos va a ver haciendo un asado, si lo hemos hecho toda la vida. Así que nos va a agarrar alguna otra vez, y otra vez y otra vez. Pero siempre vamos a estar todos trabajando ahí-.
Me dio la mano. Y me fui, a los baños, transpirando. Mucho tiempo después yo ya estaba jubilado, me fui a Mar del Plata y le llevé un regalo que le había hecho. Yo tenía acá una lámpara que me había hecho yo, y le dije que alguna vez le iba a hacer un regalo. Fui a visitarlo a su casa, le toqué timbre, y cuando me abrió le mostré lo que había hecho, una lámpara igualita a la que tenía yo.
Y una vez que entramos en el capítulo de los asados, hubo que pedirles que pararan, que no estábamos armando una nota para una revista sobre comidas, ni era un concurso para ver quién había comido más, o el mejor. Aunque parecían tener el récord de historias en torno de una parrilla.
Entonces recordaron que alguno, alguna vez, le había armado una parrilla a un gerente que había llegado desde Dolores, que se la pasaba comiendo chinchulines.
Recordaron a un administrativo llegado desde La Plata al que le gustaban las achuras; y los López, que vinieron de Mercedes y se quedaron en casa de González, donde hicieron otro asado memorable. Como los churrascos que tiraban en las cajas de retorno.
Del mismo modo no olvidan la desaparición de dos docenas de chorizos, y lo relatan como un hecho policial, como una tragedia. Porque eran de un compañero que no está, Sosa, a quien estaban esperando en su casa con el fuego encendido. Nadie en el trabajo abrió la boca, nadie vio a nadie, pero los chorizos de Sosa nunca volvieron a aparecer. La leyenda cuenta que cuando llegó a su casa intentó explicarle a su esposa el incidente. -Vieja, sabés que me robaron los chorizos. -¡Te vas de acá porque te voy cagar a palos!…
{{{Hecho a mano.}}}
La valoración del trabajo artesanal sobrevoló la entrevista en todo momento, y fue otro elemento rescatado desde lo colectivo.
Entre todos recuerdan el primer tendido de red que se hizo entre San Clemente y Lavalle, porque pese a lo que su experiencia les indicaba se tendió muy lejos de la Ruta. En una zona baja, inundable. Con muchas otras falencias. “El conductor de aluminio desnudo, o se decantaba el conductor, o la distancia entre aislador interior y exterior era corta porque las crucetas eran chicas, o el chajá que era como una plaga por acá chocaba con sus alas, así que esa línea nos tenía dos por tres afuera”, señala González un poco enojado, como si aún sintiera el esfuerzo de la tarea, y de la bronca por el error ajeno. “Nosotros les decíamos a los que vinieron a hacer la línea que por qué no lo hacían por la Ruta, que estaba más alto. Que donde estaban tirando las líneas hay agua, se junta el agua. Y con sorna nos contestaban que iban a venir con unos helicópteros chicos y las iban a arreglar. Y claro que no aparecieron. Ahora está por la Ruta, ahora es más fácil.
Me acuerdo que una vez fuimos con el Cholo Giménez, con el vasco y me tuve que venir con el camión ése.. ¿cómo era?, el que llevaba todo ahí atrás, las líneas y qué sé yo.. Veníamos como a 20, más o menos, veníamos despacito. Y el Cholo mira y me dice: -No parece pero venimos como a 90, pero no era por eso, era la temperatura que traía”.
{{{Todo tiempo pasado fue mejor.}}}
La relación entre ellos, entre ellos y con sus patrones; la relación entre el adentro de la empresa, sean jefes o trabajadores, con la comunidad, ha ido mutando con el tiempo. Con las privatizaciones. Ellos notan esos cambios y los comentan.
“Y, a medida que el pueblo se agranda, las cosas van cambiando”, abre el fuego José González, para agregar que esa realidad es así “para bien de algunos y para mal de otros”.
Roberto Urrena es más directo y sentencia que “todo desmejoró porque, vamos a suponer, vos tenías una columna que te molestaba en el frente de tu casa, porque tenías el acceso vehicular. Vos tenías un acceso casi directo a nosotros, a…, a todo lo institucional, podías conversar. Hoy te pasa con todos los servicios, que no podés hablar con nadie para decirle lo que te pasa. Es lo que pasa hoy en la EDEA. Me pongo como loco, viste”.
{{{Gerentes eran los de antes.}}}
El mismo Mariez Urrena explica que el tiempo también afectó la relación laboral, entre jerárquicos y obreros, y que diferentes niveles de compromiso con la tarea, terminan por mostrar que, en la actualidad, los cargos no son honrados, no son correspondidos con la suficiente responsabilidad. “Nosotros teníamos Gerente, teníamos que rendirle cosas, para mí los servicios eléctricos están abandonados al azar. Acá hay un muchacho que no le quiero hacer críticas de él, pero por ejemplo no hay un Almacén como teníamos nosotros, en nuestra época nos manejábamos con un proyecto. Ahora no se proyecta, todo se hace por Mantenimiento, antes se proyectaba y lo que se proyectaba se mandaba a la Jefatura de Zona a Dolores; Dolores aprobaba o no, o hacía alguna salvedad sobre alguna cosa o venían y mandaban gente, se delegaba, se hacía en forma conjunta. No había ningún problema. Por ejemplo, hoy si hay que poner 30 postes de hormigón acá, se ponen, y lo demás no importa. Antes teníamos que rendir ‘tantas grampas’, tantas cosas, porque venía la Auditoría a controlarte. Eso, para mí, acá no se hace más”.
{{{El caballo blanco de la Cooperativa.}}}
Todavía transitamos un momento serio de la conversación. La descripción de los cambios que el tiempo ha dejado ver en la tarea, tiene una mención positiva, a la hora de mencionar avances tecnológicos. Y ese recuerdo reflexivo, serio, desencadena otra anécdota. Una de esas que seguramente ha sido relatado innumerable cantidad de veces. Urrena sigue. “Yo creo que ahora les han dado elementos, por ejemplo, antes un Guardia Reclamo no tenía nada. Y hoy tiene por ejemplo 2 grúas, chicotes, una grúa para trabajar la gente, creo que eso es lo único que mejoró”.
Al mencionar la grúa, surge el recuerdo de los caballos, es que antes de usar grúas, los materiales y los propios trabajadores se movilizaban con tracción a sangre. Y la historia del caballo blanco estaba a punto de volver a ser relatada. En este punto hablan todos. Coinciden todos. Como si todos lo hubiesen vivido, o todos conocieran la historia en detalle. Una misma versión. Eso sí, nadie comete el error de hablar en primera persona. O hay un pacto entre ellos, o de verdad ninguno fue responsable de este episodio.
La historia relata que la cooperativa contaba con dos equinos y un carrito. El zaino se llamaba Chacarero, y el otro el Negro, el oscuro. Una vez, yendo a un trabajo, los dejaron atados en la plaza, y cuando los fueron a buscar no los encontraron. El enigmático protagonista parece que volvió corriendo al galpón y le dijo al jefe:
-El caballo no está-.
-¡Cómo no va a estar!-.
-No, no está. Hay un caballo blanco, pero el nuestro no está.
Ambos, van juntos a la plaza donde hay un caballo blanco, pero el de la Usina no estaba. Se acercan un poco más, lo miran bien y descubren que el animal estaba teñido. ¡Lo habían pintado todo! Y estaba totalmente blanqueado con cal.
{{{Su lucha sindical.}}}
Un recuerdo muy fuerte es que la disputa por sus derechos muchas veces los obligaba a viajar a Mar del Plata. Para votar, para acompañar luchas del resto de las delegaciones o de la propia Mar del Plata, para hablar de sus problemas. Y también eran frecuentes los viajes a Santa Teresita, donde la cooperativa de allí tuvo siempre muchos problemas.
Aún por problemas de voto, después nos hemos movido a CESOP, tuvo muchos problemas, la presencia nuestra en CESOP con la bajada de Santa Teresa. CESOP era una Cooperativa que tenía problemas continuamente. Y a Mar del Plata hemos viajado seguido. Dambrosio aporta que “en esa época estaba Arias. Yo lo que tengo muy presente a Arias. Un tipo formidable. Era un hombre que no lo olvidaré jamás.
Escucharlo a Arias era escuchar algo bárbaro, era un tipo que te llegaba, viste, una llegada, una manera.. ¡qué cosa bárbara!. Después hemos visto, qué se yo, desde Fausto Reyna viejo, Bonecco, toda esa gente. Los mismos Scagliola, y otro muchacho joven que venía con él.
{{{Activos, como siempre.}}}
Los cinco, en tándem, abordan en un momento de la charla una descripción sobre la relación con la conducción Gremial en la actualidad. Y eso los hace ver bien activos, lejos de la idea de estar retirados. Es más, ellos se esfuerzan por plantear que en la relación con la organización gremial, no debería haber diferencias entre activos y jubilados.
Todos plantean que la relación es buena. Alguno recuerda que en otras épocas se organizaban concursos de pesca para los jubilados. Otro destaca la importancia de seguir yendo a las reuniones y convocatorias del gremio.
Alguien más recuerda haberle reclamado hace poco a la conducción que se movieran para conseguir una actualización de haberes.
Wilfredo Nícolo se detiene en ese punto y explica que la falta de equidad en el tema ingresos, viene de la mano de las organizaciones traidoras. “Yo me acuerdo que yo trabajaba de ayudante maquinista, bueno, después pasé a maquinista, lo tuve a Espósito que era un maquinista viejo de Chascomús, y resulta que ya él jubilado, cobraba a plata de ahora $500 más que yo que estaba trabajando. Porque esos fueron los tejes y manejes que hizo la Federación, cuando dividió la BAE en 12 sueldos, y yo me acuerdo que le decía, -mirá, esto es una cajita de zapatos, donde todos ponen para que los jubilados tengan cuatro trabajando y un jubilado, y va a llegar un momento que va a haber 4 jubilados y 4 trabajando y la cajita de zapatos no va a alcanzar, y claro, porque me acuerdo que la Federación hizo eso. Yo no pretendía que le bajaran, sino que nos mejoren a todos un poco.”
Como si lo hubiera visto demasiado en silencio durante las dos horas de charla, González le dio un pase a Rubén Chirizola. “¿Y vos Chiri, de qué palo sos?”
– De Boca.
– Yo te pregunté de qué palo sos, no digás malas palabras. Me hubieras dicho de River, San Lorenzo. Ya no pregunto, el 90 % me dice que es de Boca.
Y allí la conversación derivó en encuesta sobre pasiones futbolísticas. Mientras empezábamos a rebotar los primeros mates, faltos de recambio de yerba. Posiblemente esa, y la falta de luz natural en la sede del gremio en San Clemente, fueron señales de que la charla en algún momento debía concluir. Fue un gran placer. Espero que sientan lo mismo los lectores ahora, que estamos regresando de este hermoso lugar lleno de historia y de historias. Muchas de las cuales tuvieron a Ítalo Wilfredo Nícolo, José Emilio Dambrosio, Arturo Jaime Bauzá, José Carlos González, y Roberto Joaquín Mariez Urrena, como protagonistas.