La Constituyente Social es un instrumento, un camino que nos permitirá ir instalando la construcción de un nuevo movimiento social, un proceso de unidad del campo popular, que sintetice y nos muestre esa potencialidad, y que no sólo permita discutir el para qué del proyecto de país que queremos, sino también cómo lo vamos a ir alcanzando.
En el Congreso de Mar del Plata debatíamos que frente al proceso de crisis de la representatividad, que todavía subyace en la Argentina de hoy, debíamos resolver la verdadera autocrítica de esa explosión del 2001 y nuestra incapacidad de coronar gobernando la Argentina.
Era entender que habíamos terminado un proceso defensivo y empezado una etapa de ofensiva. Habíamos logrado encaminarnos de una manera espectacular hasta ese 19 de diciembre, cuando inundamos las calles, y no sólo la Plaza de Mayo, sino las de todo el país.
Dijimos lo que no queremos, pero no habíamos construido la fuerza consciente y organizada de lo que sí queremos. Para nosotros es imprescindible la construcción de la CTA, porque no habrá Movimiento, Político Social y Cultural de Liberación sin una clase obrera organizada y consciente.
Sin la CTA, sin la clase trabajadora consciente de su destino y sin su aporte, no hay movimiento posible. Hay montón de sectores que tienen que ver con el modelo vigente. Hay que construir ese ámbito. No son ajenos los otros sectores. Ese «nosotros» que hay que construir los necesita como protagonistas. Tenemos que llevar a ese colectivo nuestro mejor aporte.
Cuanto más clase trabajadora orgullosa de donde venimos, llevemos y aportemos va a ser mejor. Con la CTA sola no alcanza. Es necesario unificarlo con todos los otros sectores sociales que han venido resistiendo y construir una propuesta diferente.
Como trabajadores estatales nosotros hemos sufrido muchas persecuciones, cercenamiento de nuestros derechos, potencialidades. Nos arrinconan a llevarnos hacia la sobrevivencia, donde te acostumbras a que el proyecto parezca estar en algún partido y no un proyecto colectivo.
Años atrás estaba el orgullo de ser trabajador estatal, que creía, investigaba. Después vino la tercerización, la precarización laboral, la dependencia, la persecución y el «te tenés que callar la boca». Todo eso fue deteriorando la relación del trabajador con la comunidad. El Estado de participación, donde uno sentía que era gobierno, hoy esto no se vive.
Cuando querés serlo, te castigan como están castigando a nuestros compañeros en el INDEC. Fuimos víctimas de una política sistemática de destrucción, pero también yo siento que tenemos el privilegio de poder ser otra cosa. Ese plus de privilegio nos da para encarar el desafío que tenemos y la Constituyente es un vehículo para eso.
La experiencia del FRENAPO fue la experiencia organizativa más alta del campo popular de las últimas décadas desde la perspectiva de la defensiva. Se constituía en contra de la pobreza. Lo hicimos además con una apertura a todos los sectores populares.
Después del 2000 nadie más pudo decir que el tema principal de la Argentina no era el hambre, la pobreza y la desocupación y que sobraba plata como ahora sigue sobrando. Se derogaron las leyes de obediencia de vida y punto final, pero la pobreza sigue.
El instrumento central de grieta hacia nuestras organizaciones populares, sigue siendo el hambre, la pobreza, la desocupación, la transferencia y la concentración de la riqueza en muy pocas manos. Ahora nos queda ir por la positiva priorizando entre todos la estrategia de poder.
Estamos en ese tránsito. Constituirnos en una fuerza consciente capaz de creer no sólo que es legítimo, sino que vamos es posible gobernarnos.
Se ha hecho el intento de que el Estado no le sirva al pueblo. Tenemos que democratizar el Estado para liberar la Nación y en este proceso los estatales tenemos la recuperación de nuestra propia dignidad.
En esa pelea creo que los estatales tenemos un rol fundamental y creo que en esta síntesis de que nuestras reivindicaciones tienen que ver con un proyecto colectivo y comunitario.
El rol del trabajador estatal está en integrarse con la comunidad, de integrarse con los que reciben nuestro trabajo, es clave. Nuestro aporte: el conocimiento, la sabiduría, la información, acumulada en años y años de trabajo debe estar a disposición y al servicio del desarrollo de la propuesta colectiva.