Vivimos y soportamos, desde hace mucho tiempo, una extraordinaria presión política, de los grupos de poder en la argentina (de las empresas multinacionales) cuyo objetivo es mayor explotación, menos derechos de los trabajadores, reemplazar al sindicato por la empresa, en fin llevar a la práctica su máxima: el mejor sindicato es el que no existe y el mejor trabajador es el que no sabe o, sabiendo, no ejerce sus derechos.
En esa estrategia y avance, los gobiernos de turno, de los 25 años de democracia, cuando no han sido impulsores de la política de flexibilización laboral y salarial, han sido cómplices y responsa-bles de los grados de impunidad con la que los trabajadores se ven sometidos por empresas que dentro de su ámbito se comportan con leyes propias, donde no rigen para cada compañero ni siquiera los derechos de ciudadano, es decir que al pasar el umbral de la empresa multinacional se vive en autocracia. Esa es la realidad.
no estamos negando las admirables luchas sectoriales del movimiento obrero, no estamos negando la resistencia a las políticas liberales y neoliberales, en un contexto de desventaja pronunciada, por quienes tienen que enfrentar la ofensiva empresarial desde las limitaciones que impone la desocupación, la precariedad laboral, la economía informal, la falta de libertad y democracia sindical, la pobreza, etc.
“La lucha continúa”, hay que seguir acumulando fuerza, nuevas formas organizativas; es imprescindible reconocer la realidad cambiante y transformada para poder defender los mejores intereses y necesidades de los trabajadores.
La lucha por la construcción de poder se da día a día en el lugar de trabajo, allí tenemos una disputa permanente, allí es donde se expresa con certeza en más de las veces la arbitrariedad de la empresa. Allí!! hay que estar presente cada minuto, porque es el ámbito molecular donde se disputa quién dirige las iniciativas políticas, que más tarde se imponen al conjunto de la sociedad.
Por eso, hay que terminar con el unicato sindical, con las organizaciones de primera (con personería gremial) y las de segunda (con inscripción gremial), para eso necesitamos, libertad y democracia sindical, necesitamos que los trabajadores puedan organizarse libremente, terminar con el despido sin causa, verdadero instrumento represivo y mortal ¿qué puede ser peor hoy, para un trabajador, que perder su trabajo arbitrariamente, injustamente?
Decimos no al posibilismo, como política de adecuación a las nuevas formas de manifestación y desarrollo del sistema capitalista, hay que estar atento en no caer en la trampa detrás de discursos floridos y de palabras rimbombantes, como “dialogo social”, “sustentable”, “sostenible”, y tantas otras expresiones surgidas del laboratorio de los sectores de poder.
Durante más de 30 años hemos sido capaces de resistir y enfrentar las políticas liberales y neoliberales, expresadas en un claro contexto de represión física y muerte (dictadura militar), hemos sido capaces de sobrevivir, lo cual nos ha permitido llegar hasta acá, que no es poca cosa.
En ese tiempo aprendimos a juntarnos, unirnos por sobre las diferencias de pensamiento y posicionamientos en más de las veces para decir juntos, no, a la pobreza, a la represión, al hambre, a la indigencia, a la muerte, a la desocupación, a los bajos haberes jubilatorios, etc. ese ha sido un gran mérito de los sectores populares y de los trabajadores.
El no, nos unifica fácilmente; ahora, el si, ya es algo diferente, eso implica comprendernos y comprometernos con un proyecto colectivo, es un salto cualitativo, ya no es unirnos para resistir juntos, por el no; implica organizar la fuerza para lo que queremos.
Necesitamos la fuerza organizada y conciente para hacer lo que queremos. Hay injusticia, impunidad, sobra la riqueza, la comida, pero no se nota. Vivimos en inmoralidad.
Quedo claro que el “que se vayan todos” no alcanza, es necesario discutir quiénes vienen, para eso es necesario construir un poder diferente, una verdad colectiva, democratizando las decisiones, ganando en participación y en compromiso, no sólo para realizar el diagnóstico del presente, sino para soñar y construir un futuro diferente.
Acá el poder sigue estando en los grupos económicos y las multinacionales, esas 500 grandes empresas que sostienen y desarrollan un modelo productivo basado en la depredación de nuestras riquezas;
Riquezas que van fronteras afuera, que contaminan, y además, generan más pobreza, bajos salarios, mayor explotación, etc.
“Lo que hay que construir es otro poder, no hay que discutir sólo bancarse este presente de injusticia, porque si no viene el pasado”. el pasado está entre nosotros, lo demuestran los actos de represión a distintos a dirigentes sociales, los secuestros express, las amenazas y secuestros a los chicos del pueblo, por desarrollar la campaña “el hambre es un crimen”, lo certifican los dos años de desaparición de Julio López, la muerte en Neuquén del compañero Fuentealba, y así de seguido.
Hay que discutir el futuro, sin caer en la trampa del posibilismo.
Como vemos, al igual que nuestros aguerridos y visionarios compañeros que fueron capaces de enfrentar el poder y la represión de las décadas del 30 – 40, para poder organizarse y construir nuestra organización sindical;
Hoy, a pesar de los años transcurridos en un contexto diferente, enfrentamos el mismo poder, reciclado. Por eso, hoy como ayer, sigue vigente la definición de José Enrique Rodó:
{{ {“El trabajador aislado, es instrumento de fines ajenos. El trabajador asociado, es dueño y señor de sus destinos”.} }}