Para conseguir los alimentos, en un primer momento, tuvieron que conmover a los habitantes y comerciantes del barrio. Pero entonces, la relación de algunos de los vecinos y comerciantes de La Boca con el Comedor Los Pibes estuvo marcada por el prejuicio y la desconfianza generalizada a nivel social respecto a los desocupados. Se los consideraba vagos, personas que no querían trabajar y que buscaban que el Estado los mantuviera con planes sociales. Entre sus tareas estuvo también, por tanto, la de revertir esa realidad.
Al poco tiempo, el lamentable incremento de la desocupación y de las consiguientes bocas a alimentar, extendió el merendero en un comedor diario. Así se instalaron también en el local ubicado en la calle Suárez 421, actual sede principal del Comedor Los Pibes. En un primer momento, la actividad central fue el acopio y la distribución de alimentos.
Alrededor de ello comenzó la construcción de un ámbito de contención colectiva que poco a poco, mediante el esfuerzo, la tenacidad y la constancia de las familias que integran el Comedor, logró articular la sobrevivencia con la lucha por la recuperación de fuentes de trabajo digno.
Había que garantizar el derecho a trabajar. Y un paso vital para ello fue rescatar la cultura del trabajo. Esta ha sido la impronta que marcó el ritmo de las tareas, el crecimiento y el desarrollo de los integrantes del Comedor Los Pibes. Y también les dio su mística de vida: Ellos luchan no sólo para comer un día tras del otro, sino para recuperar la dignidad humana, ganarse el pan mediante el trabajo. Y por ello, como la recuperación de las fuentes de trabajo no se logra sólo con el deseo, articulan -justamente‑ sus reclamos con las luchas por la recuperación de la capacidad productiva del país.
¿Cómo? La metodología fue sencilla: construyeron trabajo.
Y el Comedor se transformó en fábrica, en una fábrica de trabajo. Y así se llama el lugar emblema: “La Fábrica”. Allí no se “da” nada; los integrantes del Comedor trabajan y lo que reciben es una retribución a su aporte. No se abona por el asistencialismo; no hay espacio para la autocompasión ni la lástima.
Conscientes de que la sociedad no les regaló ni les va a regalar nada, junto al desarrollo de la cultura del trabajo, se han preocupado y se preocupan por capacitar a sus integrantes y a sus familiares, sobre todo a los jóvenes que han crecido entre sus reuniones, sus luchas y sus festejos. Sin capacitación no puede haber reinserción o inserción laboral, lo saben. Y por eso, sin acomodarse con lo que han conseguido, van por más.
El Comedor recibió/recibe subsidios, planes sociales y suministros directos del Estado nacional: alimentos para el comedor y el merendero que hay que procesar y/o cocinar, materias primas para los emprendimientos, planes sociales jefas y jefes de hogar. Y recibe también, aunque en cantidades y surtido diferente, de parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Cuenta con una serie de emprendimientos productivos y algunas cooperativas, constituidas, en algunos casos, a partir de programas sociales de carácter productivo.
En poco más de una década, el Comedor Los Pibes ha crecido notablemente, ampliando el perfil y el horizonte de los trabajos y la capacidad inventiva de sus integrantes y con ello, también, su dimensión social y política, ubicándose como un importante actor social.
Hoy, la Fábrica que han construido, no sólo genera trabajo para el presente, sino que -capacitación mediante‑, abre también puertas para caminar hacia el futuro, alimenta sueños y siembra en los corazones de hombres y mujeres, adultos, jóvenes y niños, la confianza en que es posible luchar y apostar a un destino diferente a la marginación, la miseria, la humillación, el paco y el crimen. Pero hoy, todo eso está en peligro inminente de extinción: el Comedor Los Pibes, está a las puertas del desalojo.
Resulta difícil imaginar cómo se llegó a esto, más aún pretender conocer los intríngulis de tal situación, los artilugios legales, los argumentos de propiedad. Los integrantes del Comedor no pidieron ni piden limosnas ni regalos, siempre han pagado el alquiler de dicho local, y desde hace algún tiempo hacen esfuerzos para efectuar su compra. Sin embargo, la sed de ganancia ha venido incrementando el precio haciéndolo impagable por parte del Comedor. Ante la falta de entendimiento de las partes y el muy cercano vencimiento del contrato, el desalojo amenaza a Los Pibes y a sus padres como antes la desocupación y el hambre.
La vida de ciudadanos y ciudadanas argentinos será confrontada una vez más por una Razón Jurídica que -diciéndose ciega‑ otorga pleno derecho a unos, quitándole todo derecho a otros.
Ante tal cerrazón, el camino que queda es el del corazón y la solidaridad. Acompañar la fortaleza de los integrantes del Comedor con el respaldo de hombres y mujeres de este pueblo, de sus organizaciones sociales, de los medios de prensa. Solicitar a los dueños del local y a las autoridades correspondientes que, antes de dar curso a la orden de desalojo, se tomen un tiempo para re-pensar la propuesta presentada por el Comedor, para que -de conjunto‑ intenten nuevamente encontrar/construir una salida justa para ambas partes. Exhortarlos a que abran sus espíritus a la realidad de las familias de esa comunidad y ‑con su accionar‑ coadyuven a que crezca en ellas la esperanza de niños, jóvenes y adultos en un mañana lleno de vida.
No es mucho dar en tiempos de Navidad.
{¡Que el mensaje llegue!}