Ante la amenaza de que la Argentina cayera (igual que cuando se pensaba que la Tierra era un plato sostenido por cuatro elefantes parados sobre una tortuga) al abismo que asomaba en los bordes del mundo civilizado, las élites gobernantes se bajaron los pantalones (metafóricamente hablando) y dejaron que la diplomacia inglesa obtuviera, sin disparar un solo tiro, el sometimiento económico del país a los designios del capital extranjero.
De la cuota de 390 mil toneladas anuales de carnes que Inglaterra se comprometía a comprar, como máximo un 15% podía ser de frigoríficos argentinos.
La Argentina, según aquel pacto infame que avaló el presidente Agustín P. Justo, dispensaría a las empresas británicas “un tratamiento benévolo que tienda a asegurar el mayor desarrollo económico del país y la debida y legítima protección de los intereses ligados a tales empresas”.
Se creó el Banco Central, pero éste no podía efectuar control de cambios sobre las remesas de las empresas inglesas al exterior. Se creó la Corporación de Transportes, pero eso significó que pronto la totalidad del transporte automotor y ferroviario argentino quedaría en manos inglesas.
Y así, y así, hasta completar un rosario de iniquidades sobre el que abundaron los historiadores revisionistas, de los ’60 a esta parte.
{{{Petróleo Plus:
_ que siga el corso}}}
En noviembre de 2008, por temor a que los elefantes petroleros -espantados por el efecto jazz- corcovearan, se resbalaran de la tortuga e hicieran caer el plato de la economía argentina al abismo, la Presidenta de la Nación, el superministro Julio De Vido y un par de regalados gobernadores (así les dicen a los que cobran regalías) se apuraron a firmar un paquete de decretos que reducen impuestos y otorgan generosas exenciones a las empresas petroleras, a condición de que «sostengan la inversión» y alejen el fantasma del desabasteci-miento energético. El paquete fue bautizado Petróleo Plus.
“El crédito fiscal -leemos en los diarios- que incluye devolución del IVA y amortización anticipada del impuesto a las ganancias, estará destinado a quienes demuestren mayor producción de crudo y garanticen un mayor incremento en la reposición de las reservas”.
El ministro De Vido calculó que gracias al estímulo fiscal se realizarán inversiones directas por 8.570 millones de dólares.
Juan Allapán, titular del Sindicato de Petroleros Jerárquicos (sic) declaró a la prensa que el programa Petróleo Plus «se traduce directamente en el desarrollo y pleno empleo en la cuenca del Golfo San Jorge…».
Altos ejecutivos de Repsol-YPF -el mayor beneficiado por Petróleo Plus- enviaron fervorosos saludos y mensajitos de texto (este agregado es nuestro) agradeciendo el regalo de fin de año.
Sólo unas pocas voces, apagadas por el ruido de la comparsa oficial, se animaron a decir que Petróleo Plus es una burla, que es una afrenta para todos los argentinos, que significa perdonar a las conce-sionarias sus morosida-des e incumplimientos.
«En los territorios incluidos en el Plan -afirmó el especialista Gustavo Callejas- no hay riesgos de exploración, como sí lo hay en el mar. Eso significa que van a premiar a quienes no invirtieron en los últimos 17 años».
»En épocas de YPF -recordó Pino Solanas en una conferencia reciente- se perforaban 100 pozos al año, y las privatizadas no pasaron nunca de 25 por año. En consecuencia, lo que hicieron las petroleras es bombear y bombear para llevarse recurso. Y las reservas bajaron de 30 años a seis o siete…»
{{{Mensaje de Evita,
_ carta de San Martín.}}}
Hay un texto maldito de Eva Perón, dictado en su lecho de muerte. Se titula Mi mensaje y es un testamento y una arenga a los argentinos futuros. Son las palabras de «esa mujer» que entró sin permiso al salón, y que se sentó sin permiso al banquete, en representación de los excluidos.
«El arma de los imperialis-mos -escribió- es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre. El talón de Aquiles del imperialismo son sus intereses. Donde esos intereses del imperialismo se llamen ‘petróleo’ basta, para vencerlos, con echar una piedra en cada pozo. Donde se llame cobre o estaño, basta con que se rompan las máquinas que los extraen de la tierra o que se crucen de brazos los trabajadores explotados… ¡No pueden vencernos! Basta con que nos decidamos…».
Pero, claro, Evita era una exasperada. Una extremista. Era el subsuelo de la patria sublevado, como decía Scalabrini.
San Martín, en cambio, nuestro general San Martín, era un moderado. «Compañeros -escribió- la guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada…».
Políticamente incorrecto, San Martín. Políticamente incorrecta, Evita.
Nunca los hubieran invitado a la firma del Plan Petróleo Plus.