Debo confesar que por más vueltas y vueltas que le dé a esta cuestión en mi pensamiento, sólo me conmueve la idea fuerza que nos permita disputar el futuro. Y no habrá futuro si no entendemos la existencia de la Patria misma en la vida de nuestros pibes.
Millones de chicos viven en la pobreza y miles de ellos mueren de hambre por año en un país donde sobre comida, y no sólo constituye una inmoralidad, una irracionalidad, sino que es la causa del enriquecimiento de pocos y la sumisión de muchos.
Esa catástrofe social se suma a la larga lista de niños mutilados por la secuelas de la desnutrición, el paco, o la aplicación sistemática del gatillo fácil, entre otros tantos y sofisticados métodos de dominación, perpetrados desde el poder para seguir apropiándose de todos los bienes naturales que insaciablemente e impunemente saquean desde hace más de quinientos años.
Por eso, y después de definir que el hambre es un crimen como la prioridad de las prioridades determinadas en el Encuentro Nacional hacia una Constituyente Social en la Argentina celebrado en Jujuy el 24 y 25 de octubre de 2008, compromiso refrendado el último 12 de diciembre cuando llenamos la Plaza de Mayo para abrazar a los Chicos del Pueblo, sólo me surge una consigna que sintetiza en su exacta dimensión lo que tenemos que hacer para rendir culto a los pioneros de la Patria: Bicentenario sin Hambre.
He allí el principal problema que afecta a nuestro pueblo y degrada a la Nación. Basta de engañarnos, recursos financieros hay y sobran. Aprobando la Asignación Universal por Hijo de $300 se termina con el hambre en nuestro país. Se acabaría, además, con la discriminación de millones de chicos que no cobran ningún subsidio simplemente porque las patronales, con la complicidad del Gobierno, mantienen el trabajo en negro y la precariedad laboral.
El costo total de esta medida sería de 39.200 millones de pesos anuales. Si se le descuenta la recaudación por la aplicación del IVA producto del aumento del consumo popular, pues este dinero no irá a engrosar la fuga de capitales ni el juego financiero, sino a paliar las necesidades más urgentes, el costo rondaría, subestimando aquella recuperación, los 24.382 millones de pesos. Más o menos 7.000 millones de dólares.
Estamos hablando del 2,2% de Producto Bruto Interno, o sea nada. Así de simple. Así de claro.
Si lo comparamos con lo que fue el Gasto Público consolidado del 2008, o sea el total de gastos que realizan el Gobierno Nacional, los gobiernos provinciales, y los municipales, es sólo el equivalente al 5,9%, o apenas un poco más del 10% del gasto del Gobierno Nacional. Si hubiera voluntad política para terminar con el hambre, se podrían evitar miles de muertes inocentes sacrificadas en el altar de la codicia, la inescrupulosidad y la escandalosa concentración económica. Si se lo compara con el PBI de las 200 firmas más grandes del país, la medida que estamos promoviendo representa sólo el 10,2%, y menos de la mitad de los subsidios y préstamos que recibieron las principales empresas del país durante 2008.
Es apenas el 4% del consumo privado de la Argentina; el 32% de la fuga de capitales del 2008; el 15% de las reservas del Banco Central, y el 38,6% de lo que se va a pagar por la deuda externa presupuestada para el 2009. Es menos del 3% de lo que se llevarán las empresas mineras transnacionales de los siete proyectos más importantes que tiene en curso, entre ellos los de Veladero y Pascua Lama.
El hambre está planificada con todas sus consecuencias. Por eso eliminarlo es la prioridad de las prioridades.
Comenzar un Bicentenario sin Hambre. Esa es la medida no sólo de nuestro patriotismo, sino también la de nuestros sueños.