{* José Rigane}
Hace un lustro que transitamos una profunda y duradera crisis del capitalismo mundial, lo que afecta la obtención de ganancias, la acumulación de capitales y en definitiva los mecanismos de dominación, o sea el poder.
Una de esas caras es la recesión económica o desaceleración en los principales países capitalistas del mundo. Es lo que ocurre en EEUU, en Europa y en Japón.
Otra faceta de la misma crisis es el gran crecimiento de la economía de varios de los países del Sur, entre los que destacan los de Asia, especialmente China y América Latina, Argentina entre ellos.
En simultáneo, la crisis potenció la emergencia de diversas iniciativas populares de resistencia a la ofensiva capitalista. Son puestas de manifiesto por los indignados europeos, especialmente en Wall Street y EEUU, en Israel y en otras partes del mundo; pero también los levantamientos en el norte de África, de los pueblos árabes; y muy especialmente de la clase obrera europea y otras movilizaciones en todo el mundo.
Consecuencias en el norte y en el sur
Las consecuencias directas de la crisis en el Norte se manifiestan como una brutal ofensiva del capital sobre el trabajo, donde nuevamente verificamos la complicidad de la burocracia sindical con el ajuste y la austeridad que reclaman las clases dominantes para restablecer sus capacidades de obtener súper ganancias y reiterar los mecanismos de dominación sobre el conjunto de los trabajadores y la sociedad. El chantaje del poder se asienta en el bajo o nulo crecimiento, por lo que exigen ajustes regresivos en los salarios, las condiciones de trabajo y la seguridad social, lo que supone una pérdida de derechos conquistados con históricas luchas de los trabajadores. La conclusión es que el modelo capitalista del Estado benefactor debe desaparecer, y así como en los últimos 30 años desarmaron todo lo que pudieron en materia de derechos laborales y sociales en el sur del mundo, ahora se trata de completar la tarea en el norte, especialmente en Europa, donde el poder de los trabajadores y la izquierda supieron conseguir reivindicaciones a costa de la rentabilidad empresaria.
El crecimiento económico en el sur empobrecido del mundo se asocia a bajísimos salarios, especialmente en el país mayor receptor de inversión externa de las transnacionales: China. Los inversores mundiales buscan repetir esas condiciones de bajo costo salarial para mejorar sus potencialidades de ganancias ante la crisis en curso y por ello inducen una reducción recurrente de nuestros ingresos. Esos bajos salarios son producto de una ofensiva económica y política de las clases dominantes que flexibilizan salarios y condiciones de trabajo en los países en que existía relativa e importante legislación protectoria del trabajo y desarrollo sindical. Uno de esos casos es la Argentina, con fuerte organicidad de los trabajadores desde fines del siglo XIX y que recibiera un fortísimo golpe durante la genocida dictadura y la aplicación explícita de las políticas neoliberales, principalmente en los años 90´ bajo gobiernos peronistas y radicales. Un complemento estructural en estos años en nuestra región es la importante entrega a grupos multinacionales vía concesión (privatización, concentración y extranjerización) de recursos naturales, sea petróleo, gas, agua, tierra, cobre, oro u otros minerales, cuyos precios internacionales crecen al compás de la crisis alimentaria, energética, financiera, etc.
La combinación de salarios reducidos con restricción al poder de los trabajadores; más una oferta de abundantes recursos naturales supone una ecuación económica con saldos favorables en materia fiscal y del comercio exterior, algo que se reiteró en el país desde la salida de la convertibilidad y que de la mano de la crisis mundial parece agotarse. Es que las perspectivas de bajo crecimiento o recesión en el mundo puede afectar la demanda de bienes nacionales por parte de los principales compradores: Europa, China y Brasil.
Se vienen procesos de ajuste y conflictividad social
Resulta así un cuadro preocupante para la evolución de la economía y la política en la Argentina, que significó la modificación de algunas variables de política de gobierno a posteriori de la renovación presidencial de octubre del 2011.
Ahora hace falta generar divisas sin afectar el consenso político obtenido, y para ello se empieza por eliminar subsidios al consumo de servicios públicos, agua, luz y gas, empezando por sectores de altos ingresos y progresivamente afectando al conjunto de la sociedad, aunque se anuncia que los sectores más desprotegidos mantendrán niveles de subsidios, retomando el carácter focalizado de asistencia, tan generalizado en los 80´ y 90´ y criticado con políticas “universales” sustentadas en el discurso oficial de estos años (sin ponerlas en practica definitivamente). Los subsidios al transporte también empiezan a caer y sin duda tendrán impacto en el precio del transporte de personas y cargas con el consiguiente encarecimiento de la vida y afectación de los intereses e ingresos de los trabajadores.
La negada inflación es un impuesto confiscatorio sobre los sectores de menores ingresos, con independencia de los ajustes de ingresos que se perciban, sean los jubilados o los trabajadores, cuya evolución corre por detrás de la suba de los precios de los productos de consumo masivo. Es una situación que equipara las demandas de todos los trabajadores con independencia de su asociación a alguna central sindical y habilita a pensar en estrategias de lucha compartidas, más allá del modelo sindical. Esa es una premisa que nos permite, desde la CTA, articular acciones con la CGT y diversas organizaciones de trabajadores en el territorio o el ámbito de trabajo, contra las patronales y por una política de Estado que favorezca la aplicación de medidas que satisfagan nuestras demandas.
Por eso empujamos la unidad de acción en el conflicto, para la realización urgente y extendida de negociaciones (libres, sin condicionamientos) salariales y laborales en todos los ámbitos de la actividad económica, del sector privado y estatal, involucrando a todas las organizaciones en ese proceso, eliminado las restricciones actuales, especialmente expresadas en el no reconocimiento de la CTA.
Nuestro reclamo es por elevar los ingresos de la seguridad social de todos los trabajadores, activos y pasivos, como por la eliminación del inconstitucional impuesto a las ganancias que se aplica sobre nuestros ingresos. Del mismo modo estamos impulsando la más amplia movilización unitaria por la anulación de la Ley antiterrorista recientemente aprobada, porque más allá de las afirmaciones oficiales de que sus objetivos no son contra la represión popular, la historia judicial y el ejercicio del poder en la Argentina nos anticipa que esa legislación es una exigencia del poder ante la creciente conflictividad social.
No se debe confundir el concepto de unidad en acción con la vuelta a la CGT, y menos una supeditación política a un modelo sindical que consideramos agotado para la estrategia emancipadora de los trabajadores. Incluso, no solo se trata de la CGT, sino de cualquier experiencia de agrupamiento de los trabajadores, que como sabemos suponen prácticas y estrategias de desarrollo de la organicidad de los trabajadores que no podemos compartir pero que nos unifican en la lucha por nuestras reivindicaciones.
Nuestra propuesta de modelo sindical exige nuestro propio desarrollo y la infinita capacidad práctica de unidad en la acción contra la estrategia de la dominación.
Claro que esa unidad en la lucha no impide que en este año 2012 profundicemos la batalla por nuestro modelo sindical de autonomía e independencia de las patronales, del gobierno y los partidos.
Estrategia propia
Que seamos capaces de avanzar en la construcción de una estrategia propia para construir el movimiento popular de liberación nacional y social que necesita nuestro pueblo para la emancipación, siendo el desafío en ese sentido la necesidad de avanzar en el desarrollo de la constituyente social.
Necesitamos asumir que la crisis actual es “mundial”, por ello, con independencia del nivel de crecimiento o no de la economía nacional, la crisis capitalista debe pensarse como una oportunidad de las clases dominantes para reproducir las condiciones de la dominación, pero también como un desafío para el aliento a la promoción de una sociedad anticapitalista, donde la base no sea la explotación del trabajo ajeno.
Esa sociedad solidaria y de satisfacción de extendidas necesidades sociales es la que propugnamos desde la CTA y para eso estamos desafiados a construir una CTA de millones, que dispute la representatividad del movimiento de trabajadores en la Argentina; que seamos capaces de articular con lo más dinámico que transforma la realidad en nuestra región y en el mundo promoviendo una integración alternativa; que podamos aportar a la construcción de una subjetividad popular de transformación que animamos con la constituyente social; que podamos disputar pensamiento para la emancipación, acercando a posiciones de cuestionamiento al sistema capitalista a profesionales, periodistas, artistas, académicos, en una disputa por constituirlos como intelectuales orgánicos del movimiento de trabajadores.
Nuestra estrategia es integral y parte del fortalecimiento orgánico de la CTA y de su iniciativa política para incidir en la disputa del nuevo tiempo, porque el capitalismo en crisis realizará los ajustes necesarios para sostenerse y multiplicarse, y porque nosotros, los trabajadores y el pueblo queremos otra realidad, no capitalista, emancipada.
Muchos optan en las instancias electorales por los proyectos de reconstrucción capitalista. Nosotros estamos desafiados a construir alternativa política, a restituir a la CTA la capacidad de ser foco de atención en la construcción de una estrategia diversa que resuelva la crisis política y económica a favor de los trabajadores y del pueblo. Son tareas gigantescas que nos disponemos a llevar adelante, en condiciones de mayor conflictividad, por el ajuste y la crisis capitalista mundial.
{*Secretario adjunto de la CTA nacional}