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Partimos de entender que el tema principal para el movimiento obrero y la organización de los trabajadores debe ser el desarrollo del poder propio y del poder popular. Pero dentro de esa construcción, tenemos el desafío de vislumbrar cómo podemos resolver ese poder popular cuando tenemos claro lo que no queremos pero tenemos diferentes opiniones de hacia dónde vamos, cómo lo hacemos y con quién.
Esta particularidad nos permite conseguir, en el ámbito de la resistencia, una amplia unidad. Pero no sucede lo mismo cuando se trata de avanzar, de tomar la ofensiva y de construir el futuro. Ahí nos encontramos con la fragmentación de los sectores populares, dentro y fuera de la clase obrera. Por eso, el tema no es ser Anti-Kirchnerista o Pro-Kirchnerista, esa es una agenda que no nos contiene. La agenda que nos contiene es la que nos da la posibilidad de desarrollar nuestro propio proyecto de autonomía frente a la patronal, los gobiernos y los partidos políticos.
Así vemos que la construcción del movimiento obrero tiene que ser clasista, anticapitalista y antiimperialista en función de un proceso de transformación imprescindible y necesario que necesita hacer nuestro país. No hay posibilidades de resolver las transformaciones de este país sino tenemos un sujeto que tenga la capacidad de actuar por decisión propia en la transformación de sus condiciones. Y esto sólo se puede hacer en tanto y en cuanto se desarrollen políticas de solidaridad. Y aquí nosotros tenemos un criterio que no se basa en la pureza, se basa en la necesidad de que los trabajadores, la clase obrera, conduzcan el proceso de transformación revolucionaria. No hay posibilidad de distribución de la riqueza sin proceso revolucionario. El buen vivir no se resuelve con actos legales, sino sobre la base de quitar a los que concentran y centralizan la riqueza lo que vienen acumulando en desmedro de las mayorías que son las que crean la riqueza cotidiana.
Es en esa dirección que creemos en la importancia de profundizar la democracia, pero no la democracia formal en que vivimos, que por momentos se comporta en una “democradura” que reprime y asesina y que se sustenta en la Ley Antiterrorista aprobada por este gobierno y empujada por los organismos internacionales como parte de los compromisos para mantener en “orden” el país. No es esa la democracia que nosotros necesitamos, nosotros apostamos a una democracia plebiscitaria, una democracia participativa en la que los trabajadores somos consultados para resolver los problemas más significativos e importantes. Este aspecto tampoco se puede resolver sin transformación, no se puede resolver en el marco de las políticas posibilistas, del dialogo social o de sostener que la salida es el trabajo “decente” o la economía “verde” porque eso, en definitiva, es seguir posibilitando al capitalismo que nos explote y nos someta.
Por otro lado, libertad y democracia sindical siguen siendo una asignatura pendiente, la única posibilidad de que los trabajadores puedan desarrollar su organización tal cual la consideren es que exista esta libertad que hoy no existe en Argentina. Vaya casualidad, con todo lo que podamos decir a favor o en contra, que hoy el conflicto social está en manos de organizaciones sindicales no reconocidas y consideradas por el propio Gobierno y el Ministerio de Trabajo, como ilegales.
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Es necesario también hablar de soberanía en el ámbito laboral para terminar con los procesos de tercerización, precarización y todos los mecanismos de flexibilización laboral que se vienen implementando en la Argentina. En ese sentido, se debe cambiar este modelo productivo que facilita la extranjerización y las ganancias de los grupos multinacionales a través de las políticas extractivistas. En estos días, por ejemplo, el Gobierno ha tomado la decisión de aumentar de 4 a 300 pesos el valor del consumo de la luz de manera bimestral para el conjunto de los usuarios, según su consumo. Esto no significa otra cosa que seguir subsidiando a costa del bolsillo de los usuarios a los grupos multinacionales que se han declarado en “default” sin haber hecho inversiones, desarrollado el servicio y, menos aún, recuperado el patrimonio nacional. Este gobierno no tiene una política de recuperación del patrimonio energético, pareciera que sólo desarrolla políticas como parches en beneficio de estos grupos concentrados aplicando ajuste sobre el conjunto de los usuarios.
Hay mucho que seguir construyendo en este país, las organizaciones sindicales estamos en una situación donde no sólo debemos enfrentar la transformación de esta sociedad injusta sino que, además, debemos resistir y enfrentar la existencia de normativas represivas día a día. También, debemos seguir construyendo, pese a una ofensiva por parte de sectores progubernamentales que creen que la función de la organización sindical pasa por supeditarse políticamente a un partido. La historia del movimiento obrero en el mundo y a nivel nacional demuestra que es necesaria la autonomía, porque las organizaciones sindicales representan al conjunto de los trabajadores mucho más allá de los colores de cada uno.