Opinión
Por Juan C. Contreras. (*)
Con fecha 26 de noviembre de 2019 la CTA Autónoma publicó en su página web la Nota titulada: «Más de 3.500 mujeres fueron asesinadas por razones de género en 25 países de América Latina y el Caribe en 2018.» La misma se basó en un informe de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
En la nota mencionada se destaca, atinadamente, que las «diferencias de definición» que existen en los distintos países del continente acerca de lo que se considera feminicidio, dificultan «la calidad de la información» a la hora de las estadísticas.
Aceptando la necesidad de esas definiciones para el esclarecimiento de cualquier temática social, es necesario, también, esclarecer las palabras que usamos en esa necesaria tarea.
En ese sentido, es importante señalar que, en el título de la nota que nos ocupa, así como en varios de sus párrafos, se afirma que «más de 3500 mujeres fueron asesinadas por razones de género». (El destacado pertenece al autor de esta nota.)
Este señalamiento de la palabra «razones», en sentido cuestionador, es por considerar que no pueden existir razones para asesinar a ninguna persona (en este caso, mujeres). En todo caso, podría afirmarse que hubieren «motivos» para hacerlo, si aceptamos el origen etimológico del vocablo griego «motivus -relativo al movimiento» y la consecuente definición castellana: «que mueve o que tiene la eficacia de mover» a una acción.
La oposición entre RAZÓN y MOTIVO reside, básicamente, en que para que existan razones debe existir previamente algún razonamiento, un proceso racional (un PENSAR), que sólo puede caracterizar al género humano. Por el contrario, los motivos (hambre, frío, dolor, miedo, furia.. –pertenecientes al SENTIR-) no requieren necesariamente de racionalidad alguna, motivo por el cual ellos caracterizan con mayor frecuencia a las conductas del reino animal que a las del género humano. Por tal razón, cuando algunos seres humanos proceden más por motivos que por razones, están más cerca de las acciones y reacciones del reino animal que de las conductas que definen al género humano.
Como seres humanos, nos asisten las más elevadas RAZONES superadoras de la Humanidad. Como animales racionales, nos acosan, además, los más primarios MOTIVOS vivenciales de la animalidad.
Desde muchos movimientos sociales, especialmente los feministas, se denuncia a la cultura del patriarcado como uno de los peores azotes de la humanidad, elevada a la enésima potencia en su actual inserción capitalista. Y les asiste mucha razón.
El patriarcado es definido como: «organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje». (www.rae.es)
Muy a pesar de esta definición, corresponde aclarar que, si bien como «organización social primitiva» podríamos considerarla superada por el paso del tiempo y los cambios operados hasta las sociedades actuales, al día de hoy no está superada -ni mínimamente- la cultura patriarcal derivada de ella que, atravesando todos los tiempos históricos, continúa provocando asesinatos por muy diversos motivos (entre ellos, de género) y toda clase de padecimientos cotidianos a toda la Humanidad.
Importa señalar que la fuerza actual de la omnipresente cultura patriarcal reside en que SIEMPRE es esgrimida como «razón natural», donde la potencia discursiva que detentan sus sostenedores se presenta «desnuda de todo matiz científico que la ilustre». (www.rae.es)
Por tales razones, RAZÓN y MOTIVO no son sinónimos. Por lo tanto, no deben usarse indistintamente como si lo fueran, dado el carácter racional-cultural del primero y el esencialmente sensorial-súpervivencial del segundo.
Mar del Plata, 27 de noviembre de 2019.
(*) Juan C. Contreras / Comunicador Visual.