“Era muy chico cuando comencé a trabajar, recuerdo que los terneros eran más grandes que yo. Comencé haciendo tareas de apoyador en un tambo. Recuerdo que un día tuve que traer un ternero para que ablandara las ubres de una vaca… y la verdad que el ternero pudo más que yo, no lo podía atar. Tuve que pedir ayuda. Era tanta la bronca que tenía que, cuando logramos atarlo, lo mordí.”
Hijo de inmigrantes, Pedro destaca que aquellos tiempos fueron de dura lucha “mi padre era peluquero, y recorrimos Mar del Plata intentando mejor suerte. Instalados en el Puerto, a mediados de la década del 20, a mi padre se le ocurre ir a pedir trabajo al puerto. Lo consigue y tiene que trabajar con una pala. Y una pala era distinto a manejar una navaja. Cuando el jefe vio cómo mi padre trabajaba con la pala, se acercó y le dijo “deje la pala y siga con su oficio”.
Eran los tiempos de la rambla de madera, de los veranos que se extendían de diciembre a abril, de la ciudad con aires de playa europea.
“Cuando hacía el reparto de pan y teníamos que bajar las escaleras de la rambla, era una preocupación. Uno iba despacito, escalón por escalón y, siempre, cuando faltaban dos o tres, se venía el desparramo de pan.”
También fue remisero y en pleno Festival de Cine de Mar del Plata, trasladó a la impac-tante Gina Lollobrigida y al humorista mexicano Cantinflas.
“Como repartidor, una vez tuve la posibilidad de encontrarme con el ex presidente Marcelo T. de Alvear, fue en Villa Regina, donde él paraba con su esposa. Él ya no ejercía la presidencia. Me asombró su sencillez y el buen trato para con la gente. Allí me di cuenta cómo los cargos no tenían que pesar en lo cotidiano, sólo lo tenían que hacer en la esfera de lo laboral, del lugar en donde uno se desempeña”.
{{{CUANDO LA HISTORIA PASA POR EL HOMBRE}}}
El 25 de febrero de 1.928 se inauguró la Usina del Puerto, ocupando dos manzanas entre las calles Padre Dutto (antes Cabildo), Ayolas, Posadas y las vías del ferrocarril.
Los medios locales, recuerda Malavento, destacaron ampliamente la inauguración de la Usina, “y aunque aseguraban que había estado presente el presidente Alvear, el primer mandatario faltó a la cita. Sí estuvieron presentes, el ministro de guerra, Agustín Justo, en representación del presidente, y el intendente Teodoro Bronzini, que hacía un mes se había hecho cargo de la intendencia”.
{{ {- ¿En la Usina comenzó su relación con el sector eléctrico?} }}
A los 6 meses de entrar a trabajar en Gath & Chaves, surgió una vacante en la Usina como ayudante de tablerista. Significaba pasar de un sueldo de 65 pesos a otro de 135. Los propios encargados de Gath & Chaves son los que me recomiendan. El 13 de septiembre de 1.938, con 22 años, comenzaba una nueva vida para mí, muy distinta de la que venía realizando.
{{ {- ¿Recuerda ese primer día?} }}
Lo tengo muy fresco en mi recuerdo. Me veo con mameluco y el cepillo cilíndrico, realizando mis primeras tareas, limpiar las máquinas que estaban fuera de servicio. El grupo humano era de destacar. Los compañeros siempre estaban al pie, para dar una mano, un consejo. La solidaridad era sinónimo de la relación entre los trabajadores de aquellos años. Y cuando hablo de compañeros, viene a mi mente mi primer maestro, Arturo Nicolao. Pero cuando uno ingresa, y en ese clima de camaradería, considero que todos mis compañeros fueron un poco maestros.
{{ {- ¿Cómo surge la necesidad de sindicalizarse?} }}
Había necesidad de organizarse para mejorar nuestra situación como trabajadores. Las luchas eran por la efectividad de las labores, los honorarios, la ropa de trabajo y los horarios. Y fueron luchas muy crudas, la patronal -por supuesto- no quería saber nada con la organización de los trabajadores y respondían con persecuciones, amenazas y hasta despidos sin indemnización alguna. De esta manera pudo desbaratarse un primer intento en el año 34. Pero era una cuestión de tiempo y perseverancia, así llegamos al 8 de Octubre de 1.943. Fue esencial la solidaridad de otras organizaciones hermanas, como la de los compañeros del Sindicato de Mecánicos. Aunque, si bien la historia ya estaba escrita, los comienzos fueron de mucha incertidumbre. La patronal ejerció una fuerte presión sobre Francisco Cirilo Giménez, elegido secretario general por la primera asamblea de trabajadores. Lo amenazó con cesantearlo y lo sacan de tablerista para trasladarlo a la sección de redes, la presión es muy fuerte y a los 23 días de haber asumido decide renunciar. Con 29 años y sin experiencia gremial, me encontré con la responsabilidad de tener que asumir el cargo, ya que los compañeros me habían elegido secretario adjunto, en esa primera comisión directiva. Siempre me pregunto qué hubiera pasado si yo ese día no hubiera aceptado aquella responsabilidad.
{{ {- ¿Qué lo llevó a decir que sí?} }}
Le voy a ser sincero. Primero me animó el no tener una familia a cargo y luego, el darme cuenta de que si en esta oportunidad no lográbamos mantener la organización, iba a ser difícil recuperarse. Ya veníamos de una derrota que no se tenía que repetir.
{{ {- ¿Y allí se inició una nueva vida?} }}
“Ya lo creo. A partir de ese momento todo tuvo una dinámica impensada. El 24 de junio de 1.945 logramos firmar el primer convenio local con mejoras sustanciales para los trabajadores. Todavía me ronda, cuando recuerdo ese momento, una sensación que me lleva a preguntarme cómo logramos ese convenio. Logramos cuestiones muy simples, pero tan importantes para la vida del trabajador, que hasta hace unos años parecían tan utópicas. Logramos que se respete al trabajador.”
En el 54, de la Usina, Pedro Malavento pasó a desempeñarse como tablerista en la Central 9 de Julio, recientemente inaugurada y desde el 62 hasta el 76, año en el que se jubila, desempeñó tareas administrativas en el sector Almacenes de Agua y Energía.
“Muchos dirán que lo que me pasa tiene que ver con que fui uno de los fundadores del sindicato. Pero es el día de hoy que me preocupa todo lo que tiene que ver con él. Me desvelo con sus problemas, me alegro con sus triunfos, como si estuviera aún transitando aquellos primeros años fundacionales. Y a mis casi 90 años (voy a cumplir 89) todavía tengo el sueño de festejar un 13 de Julio en una delegación.”
“Es la reafirmación, año tras año, de un compromiso que se empezó a tejer hacia mediados de los 30, el del reconocimiento y la defensa de los derechos de los trabajadores. Un compromiso sustentado por hombres y trabajadores, a lo largo de la historia, que hoy quiero reconocer. El 13 de Julio no es sólo una conquista de los trabajadores de la electricidad, que pasan a tener su día desde 1.949, es la reivindicación del encuentro, es la consolidación de la familia lucifuercista.
Es importante que las nuevas generaciones de trabajadores, los nuevos ingresantes en EDEA, este importante logro de la actual Comisión Directiva y de los trabajadores del gremio, entiendan el sentido de estas fechas. Creo que sería muy importante que los jóvenes compañeros conozcan la historia del Sindicato. Una historia que no son números, ni papeles, sino hombres como ellos. Y en esa identificación, reconocer que ellos, como hombres, son los encargados, los que tienen la gran responsabilidad de seguir escribiendo la historia de este sindicato.”
Con sus casi 90 años encima, Malavento repotencia sus cualidades. “Me definiría como un tipo conciliador y audaz”, dice. Herramientas que en su conjunción le permitieron convertirse en un protagonista indiscutido de nuestra historia.
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{{{“Un dolor que se irá conmigo”}}}
Todavía no encuentra las palabras precisas para describir el dolor que le significó recibir la noticia de que el 33° Congreso de la FATLYF expulsaba a nuestro Sindicato. No había explicación para no sólo uno de los responsables de la fundación del gremio, sino también de la Federación, en el año 48.
“Nuestros hermanos nos echaban de nuestra casa por denunciar el atropello a los derechos de los trabajadores y al patrimonio de los argentinos. Yo sé que el tiempo nos dio la razón. No les importó casi 50 años de lucha. Es una congoja indescriptible que me voy a llevar a la tumba”..