A lo largo y ancho de nuestra región, Luz y Fuerza Mar del Plata no se ha limitado a desarrollar la actividad gremial (que le corresponde por su esencia) como un fin en sí mismo, sino que además ha intentado construir y desarrollar nuestras luchas, junto a las necesidades de las diferentes comunidades. Esto es así, porque venimos de proyectos perdidos en el tiempo de las circunstanciales derrotas sufridas por nuestro pueblo, proyectos que enarbolaban el sueño de una empresa nacional de energía que abasteciera en forma igualitaria y solidaria un servicio esencial como la luz a todos los ciudadanos de nuestra extensa geografía nacional.
El golpe militar del año ‘76 disciplinó políticamente a nuestra sociedad y los procesos “democráticos” posteriores lo sellaron con la represión económica, sembrando de enajenación y pobreza la nación. Produciendo un disciplinamiento social, ante el cual, la resistencia ha sido el símbolo que nos reunió en estas 3 décadas.
Recuperar el Patrimonio Nacional, es una consigna que encierra esa resistencia y -a su vez- proyecta los sueños de transformación, y nuestros desvelos como trabajadores deben estar puestos en poder desarrollar prácticas en cada lugar, que unan la lucha por nuestras reivindicaciones junto a la recuperación de nuestro patrimonio.
Los sucesivos conflictos en las Cooperativas eléctricas, muestran que las contradicciones entre nuestros objetivos e intereses y quienes dirigen estas entidades, tienen diferentes orígenes.
La década menemista, en forma particular, generó un empobrecimiento masivo, con su secuela de desocupación de trabajadores y desplazamiento de sectores sociales medios, fracturados por la política económica desmanteladora.
Muchos de ellos, recalaron en ámbitos cooperativos, no ya desde una participación con proyección social, sino buscando salida a sus necesidades económicas y proyecciones políticas. Esto ha distorsionado el rol de un movimiento profundamente solidario y participativo, ocupando en muchos casos, las estructuras de conducción, dirigentes con visiones mercantilistas, carentes de honestidad.
El papel privatizador y tercerizador del Estado, de muchas de sus responsabilidades, ha significado delegar tareas que les son propias en niveles comunales, otra parte importante de ese espacio lo han ocupado algunas cooperativas cuyas dirigencias son proclives a “agarrar lo que venga”, descargando el peso de los costos de inversión de estas nuevas actividades en la genuina actividad eléctrica, y luego declarando a ésta como deficitaria.
Este movimiento Cooperativo debería ser, junto a los trabajadores, motor de la recuperación de nuestro patrimonio, enfrentando a los grupos económicos multinacionales que se han apoderado del sistema eléctrico. Sin embargo, muchos se someten a ellos y en gran parte los acompañan en su pedido de aumentos tarifarios que caerán sobre la espalda de sus representados, retaceando, a la vez, derechos laborales a sus trabajadores.
Empresas como EDEA S.A., han demostrado con su accionar lo poco que les interesan los usuarios y sus trabajadores. Hoy, la falta de cubrimiento de puestos de trabajo, ha llevado a situaciones de saturación laboral, con sus consecuencias de estrés y enfermedades profesionales en muchos compañeros, que terminan en carpetas médicas, reubicaciones, sin que a nadie del núcleo de conducción de esta empresa, se le mueva un pelo.
El ‘Rey Costos’ dirige los cerebros y marca esta cancha injusta, donde el concepto del trabajador descartable se muestra día a día con todo su desprecio.
Mientras tanto, en ámbitos superestructurales y multinacionales, exigen se imponga la dolarización de las tarifas a valores del 2001, con un resarcimiento por los dineros supuestamente “perdidos” en la famosa devaluación.
Pero, en tantos años de superganancias desde la privatización, nunca dieron un aumento de su bolsillo y sólo movieron la aguja cuando un decreto los obligó a aumentar los sueldos.
Hoy nos dicen que la plata de nuestro aumento está presa en un fideicomiso de la provincia, (algo así como un depósito que sólo se puede tocar para emergencias) al que no pueden acceder por las mencionadas presentaciones que han hecho en el CIADI.
Por eso, cuando convocamos a todos nuestros compañeros y vecinos de la región a participar en el Foro de Energía a desarrollarse durante la III Cumbre de los Pueblos, lo hacemos en la convicción de articular un movimiento que reivindique los derechos laborales y sociales, la soberanía indispensable sobre nuestros recursos para un desarrollo independiente. El desafío sigue estando en encontrar prácticas comunes alrededor de la lucha salarial, la plena ocupación de todos los puestos de trabajo, bajo los derechos convencionales, control popular sobre la tarifa social, que identifique como un principio básico el acceso a la energía eléctrica y la participación de vastos sectores cuya actividad económica depende de políticas energéticas que sean sostén de progreso y no un ámbito especulativo más, inestable, aventurero, disperso.
Ese futuro que propugnamos no aspira a retornar al pasado, y a simples formas estatales de administración, sino que busca, en las acciones y la participación, ir construyendo herramientas organizativas que anticipen y den sustento a un modelo distinto.
Por eso, nosotros los trabajadores tenemos la gran responsabilidad de vencer aquellas vallas que el sistema ha creado para dispersarnos y someternos; el individualismo como expresión del intento de salvarse en soledad, es un enemigo a vencer, tal vez el más poderoso.
Sólo crecer en la conciencia de la realidad y en la confianza de la posibilidad de su transformación, puede hacernos recuperar los sueños perdidos. Participar es el desafío, y la realización de la III Cumbre de los Pueblos un buen momento en el camino.