Cada 24demarzo, la historia cae sobre nosotros. Sobre todos nosotros. Sobre los jóvenes que se encuentran con una historia que desconocían y también sobre los que la protagonizamos o al menos fuimos cruzados por ella.
Sobre las cabezas, ya sin pelo o con canas, de los que poblaron sus cárceles y estuvieron alojados en los innumerables centros de detención clandestina que la dictadura armó a lo largo y ancho del país o, lo que no es mérito menor, resistieron dentro y fuera del país como siempre se resiste, como se puede, con las armas, las ideas, la organización y la inteligencia que cada uno tenía (o no tenía). Y también, sobre las conciencias de los que no hicieron nada ante el horror y fueron parte de esa mayoría silenciosa que pegaba obleas “somos derechos y humanos” o nos puteaba en el ’79 cuando hacíamos la cola para denunciar en Buenos Aires ante la C.I.D.H. de la OEA lo que algunos parecen descubrir 30 años después.
Si tengo que recordar aquel primer 24demarzo, debería hablar de una medianoche de miedo y escapes furtivos. Una noche interminable, buscando refugios que costó encontrar y que resultaron de relativo amparo, sólo hasta el 12 de octubre en que fui atrapado por un grupo de tareas. Si se trata de recordar el segundo, debo hablar con orgullo de mis compañeros de detención en la Cárcel “Modelo” (¿modelo de qué?, se preguntaban en la mínima celda donde pasaban 23 hs. diarias, y eso si no estaban castigados) que resistían en la última trinchera que nos quedaba por defender que era la de la identidad: la de los montoneros, la de los perretes, o la de los comunistas. Los cuatro siguientes fueron de mucha angustia porque la dictadura seguía en pie y hasta parecía consolidarse sobre la montaña de plata dulce y la aparente desaparición de la escena pública de casi todo: de los partidos de izquierda, de la lucha obrera y estudiantil, del pensamiento crítico, etc., Todo se volvió invisible o así parecía, al menos hasta aquel marzo de 1982 en que entre casi todos los que habíamos resistido durante los años del lobo construimos la huelga del 30 de marzo de 1982 como se pudo, con lo que teníamos en ideas y organización (o no teníamos), que arrinconó a la dictadura y precipitó Malvinas, la derrota y el desplome de la dictadura.
Los siguientes ya fueron de marcha y de denuncia. De lucha por la verdad y la justicia. De esperanzas en los pasos que parecía que dábamos y de frustración cuando comprendimos que habíamos sido llevados, perversamente, a caminos sin salida, a Juicios sin Castigo, a un poco de Verdad pero sin Aparición con Vida, a discurso progre y Ley del Olvido, Punto Final y Amnistía.
Conviene ahora recordar algunas de las explicaciones que desde entonces circulan entre nosotros sobre lo ocurrido: a) el genocidio fue un desvío del “recto camino democrático” de las instituciones argentinas que arranca en 1810, sigue con la Constitución del ’53, la organización estatal de 1880 con Roca, la Ley Sáenz Peña de 1912 e Irigoyen, recto camino afectado por los golpes del ’30, del ’43, del ’55, del ’66 y el del ’76 pero que hoy, “felizmente”, ha sido retomado por la secuencia Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde y Kirchner; b) el Golpe del ’76 fue cometido para derrotar un Gobierno Peronista, y éstos (los peronistas) fueron sus únicas o al menos, mayoritarias víctimas y c) el terrorismo de Estado, tal como el fascismo europeo y el Holocausto, son expresión del mal radical (o algo así como la maldad humana innata en su expresión más pura y concentrada) y sus víctimas fueron sólo los desaparecidos y asesinados, tanto como que sus Madres y familiares, los únicos que resistieron.
Como siempre, las explicaciones históricas están motivadas en el presente, en contundentes razones de la política (entendida aquí como construcción de consenso para un proyecto). Fue Menem el que más empeño puso en asignar carácter gorila al golpe del ’76, en ponerse en el lugar de la víctima para desde ese lugar, legitimar su política de “reconciliación” entre torturados y torturadores, perseguidos y perseguidores; política que extendió al pasado (reconciliación pos mortem de Rosas y Sarmiento) y no se privó de gestos altisonantes como promover a una sobreviviente de la E.###.A., Susana Decibe, como ministra de Educación (“casualmente” la que puso en marcha la Reforma Educativa del ’93 que al cabo de trece años ha destruido casi por completo el sistema educativo formal en sus instancias iniciales, transformándolo en algo así como una guardería con comedor, pero que no educa). El pase de magia de peronizar la represión tiene otra consecuencia: borra la historia de la izquierda roja, existente entre nosotros desde el 1º de mayo de 1890 y reprimida sin misericordia desde la Ley 4144 (de persecusión a los inmigrantes que predicaran la lucha de clases) de 1902 y sometida por entonces a una agresión cultural inédita (caída del Muro de Berlín, desplome del así llamado “socialismo real”, derrota del Sandinismo en Nicaragua y triunfo de los fundamentalistas del neoliberalismo en casi todos los países: no solo Menem, también Fujimori en Perú, Collor de Mello en Brasil o Salinas Gortari en México). Recordar que fue un gobierno peronista el que ordenó a las Fuerzas Armadas “aniquilar” la subversión, que dos años antes del 24demarzo cortaron de un solo golpe la experiencia del gobierno popular de Córdoba, y que un año después (pero uno antes del 24demarzo) aplastaron a sangre y muerte las luchas obreras del cordón industrial que va desde Campana a Puerto San Martín -el Operativo Rocamora de represión a Villa Constitución-, que entre el 20 de junio de 1973 y el 24 de marzo de 1976 se sufrieron 1500 casos de asesinato o desaparición forzada sería un modo efectivo de desmentir la hipótesis peronista, pero creo que es aún más contundente vincular el genocidio con el modelo neoliberal y a Menem como el político que al completar la obra, la realiza plenamente.
El plan Cavallo/Menem es lo que le da sentido histórico al 24demarzo, el genocidio está a su servicio y por eso no es un sustantivo del pasado sino un verbo del presente aunque ahora sea un genocidio limpio, social. Si Menem usaba sus días de cárcel para legitimar la amnistía y el neoliberalismo fundamentalista, Kirchner pretende usar su discurso antimenemista para justificar la nueva fase del capitalismo neoliberal en la Argentina, ya sin paridad cambiaria ni plata dulce, viviendo de las exportaciones que requiere imperiosa pobres que no consuman para poder exportar alimentos en un país hambriento. Si Videla fundó las bases del modelo neoliberal y Menem lo desplegó de un modo fundamentalista, a Kirchner le toca darle estabilidad al país resultante del genocidio y los planes de ajuste y la paradoja es que, para justificarlo, crítica a ambos para rabia de sus partidarios.
El discurso del desvío es más afín a la tradición liberal en su versión alfonsinista e incluye una interpretación más amplia de la historia argentina: el país se ha debatido entre la organización y la anarquía, entre la organización nacional y el feudalismo, entre la democracia y el autoritarismo. La lucha por la democracia viene de lejos, y habrá que esperar mucho más para que sea plena, sustantiva, capaz de garantizarle a todos todo, como prometía Alfonsin en el ’83. Desde esta perspectiva “el genocidio fue cometido por militares perversos que se desviaron de la tradición sanmartiniana y sacaron al país del camino democrático que nunca debió abandonar y que por suerte desde el ’83 hemos recuperado, para siempre”. La intención de limitar el genocidio a un acto represivo, cometido solo por los militares sin razón social ni objetivos económicos, es aquí transparente; tanto como la funcionalidad de las teorías de los dos demonios, la victimización de los perseguidos (en primer lugar la izquierda) que apuntan a legitimar la teoría Videlista de los excesos cometidos como respuesta a las provocaciones de la ultraizquierda (idea que se articula con el discurso de los infiltrados y los que no respetan el “ser nacional”, etc.). Para quienes visualizan el genocidio como un acto aislado y militar, los discursos de estos días y los gestos presidenciales, son como un canto maravilloso en sus oídos. También parece que lo son para quienes no han podido superar la mirada directa, sesgada por el dolor y el horror, sobre las víctimas, familiares directos las más de las veces, del terrorismo de Estado al que desde el descompromiso político previo al acto imaginaron como algo especialmente realizado para dañar sus seres queridos tanto como les costó asumir que eran parte de combates colectivos, aunque fueran visibles sólo algunos de sus actores. Algunos de ellos se sienten fascinados y agradecidos por los gestos de reconocimiento hacia las víctimas y su propia resistencia. Y tienen todo el derecho del mundo a pensar así, a escribir cartas públicas de apoyo a Kirchner y a vivir estos días como una primavera democrática. Pero no en nombre de los desaparecidos.
Lo que no deberían es mezclar a los desaparecidos y la causa de la revolución en la Argentina con estas posiciones de apoyo a un gobierno cuyo continuismo no merecería discusión alguna entre gente informada del pago al FMI, el presupuesto 2006, el incremento de la desigualdad social y la exclusión social o el incremento de la criminilización de la lucha social reprimido por un aparato heredado de los genocidas.
Si la violencia es constitutiva del acto básico del sistema, la extracción de trabajo no retribuido a los proletarios -la famosa plusvalía-; el genocidio ha sido entre nosotros el modo de poner en marcha cada nuevo modelo de dominación/explotación: la Conquista de América al servicio del Proceso de Acumulación Originaria del Capitalismo; la Campaña del Desierto, la Guerra de la Triple Alianza y la derrota de las milicias provinciales montoneras fueron actos imprescindibles para poner en marcha el Estado Capitalista Argentino y el modelo capitalista agro exportador así como el Genocidio del Terrorismo de Estado iniciado hace treinta años, puede ser pensado como el acto fundacional del modelo neoliberal que todavía sufrimos.
Queremos ser claros en lo que pensamos: la continuidad del capitalismo es la prueba más contundente de la impunidad para los genocidas de 1492, para los de 1870/80 y para los de 1975/82.
Dicho esto, dos palabras finales sobre la lucha jurídica contra los genocidas y la cuestión de los Museos de la Memoria. La Justicia no es otra cosa que la voluntad de las clases dominantes hecha ley, y eso explica la rigurosa impunidad de los responsables del genocidio en su acepción no solo represiva sino fundacional de la Argentina Neoliberal que sufrimos; pero es también un escenario más de la lucha de clases donde se debe luchar, y hasta se pueden lograr algunas conquistas, siempre parciales y transitorias por cierto. Pero en ese camino, el de la construcción de poder popular para luchar por el poder (porque hay otras ideas sobre lo que hacer con el Poder popular), por caso: apoyar a un presidente que proclama como su horizonte revolucionario el capitalismo nacional, que de existir (cuestión harto improbable por razones que cualquiera que conozca lo mínimo sobre el carácter global del sistema capitalista y su modo de reproducción ampliada reconocería) sería justamente eso: capitalismo, y si el capitalismo es la causa de la crisis no puede ser su solución; quiero decir que con la mira puesta en la acumulación de fuerzas, sin ilusiones en las instituciones y los aparatos de dominación del estado, uno puede reclamar a la Justicia la Verdad y el Castigo que siempre hemos considerado la base elemental para la clausura de la impunidad, así sea en su versión estrecha (solo sobre los militares).
Por ello seguiremos actuando para achicar la impunidad, pero también bregaremos para que en los Juicios se discuta el Genocidio y sus razones, es decir que no queremos solo apresar a los que apretaban el gatillo (o enchufaban la picana) sino a los que planearon y se favorecieron con la tragedia nacional vivida, es decir al bloque de poder (grupos económicos, políticos, intelectuales, militares) que sigue lucrando con el sistema puesto en marcha por el golpe del ‘76.
Cual un delito de ejecución permanente (y así se define al secuestro seguido de desaparición forzada porque todos los días se vuelve a ocultar al desaparecido) el genocidio toma vida en el capitalismo de nuestros días y son sus administradores (los que pagan al F.M.I., los que niegan aumento de salarios y cobran impuestos a los trabajadores petroleros de la Patagonia primero y luego reprimen sus reclamos) tan cómplices de su continuidad como lo fueron los que callaron o miraron por la ventana entonces y que hoy pueblan los actos de homenaje y protagonizan inauguraciones de Placas y hasta de Museos pensados para congelar la Memoria en el Pasado, como si fuera un sustantivo del ayer y no un verbo del presente.
No se trata tanto de recordar el genocidio de ayer sino de pensar su continuidad en el presente. No nos oponemos a las placas ni los museos, sólo (¿sólo?) quisierámos que fueran oportunidad para la reflexión y el compromiso con la lucha por recuperar los ideales de los compañeros desaparecidos. Que ya es hora de volver al territorio donde luchaban los desaparecidos, el espacio de la construcción de alternativas al capitalismo y de lucha por superar la dominación que sufrimos desde hace cinco siglos.
Como siempre, cada cual tomará el lugar que más le guste o le convenga, pero los que opten por el lado del capitalismo (digo, para ser claro, los que defienden el pago de la deuda y el capitalismo nacional de Kirchner y Repsol/YPF) deberían tener un poco de pudor en hablar a nombre de una generación que dio su vida en la lucha por derrotarlo.
Por mi parte, no hablo en nombre de nadie y solo puedo decir ante el llamado a apoyar a Kirchner por parte de algunos familiares de compañeros desaparecidos y ex militantes populares: {{NO EN MI NOMBRE}}