{{Rigane:}} A comienzos de los años 90, en un reportaje que me hizo la revista Crítica, planteaba que había que creer en nuestra propia fuerza. Creer en uno mismo. Eso, sumado al abrazo solidario con el resto de los trabajadores, conformaba una potencialidad que permitía decir que se puede. Pero siempre partiendo desde uno mismo, creyendo en nuestra propia fuerza. La dimensión de los problemas es a veces tan grande que pareciera que uno, desde lo individual, es incapaz de modificar algo. Cuántas veces nos habremos preguntado “¿qué puedo hacer yo ante esto?; ¿qué puedo hacer para modificar la situación económica, para terminar con la desocupación, para tener un mejor salario?” Es todo tan grande y complejo, que pareciera que uno no puede hacer nada.
Hoy, los trabajadores y los jóvenes trabajadores vienen de una etapa de total descreimiento, es decir, forman parte del pueblo que fue constantemente engañado. Vienen de la frustración de no tener futuro, vienen de ver a sus padres desesperarse en el esfuerzo cotidiano con tal de garantizar un trabajo que nunca le resolvió ningún problema. Vienen de saber que tanto él como sus amigos no han tenido nunca la posibilidad de un trabajo genuino, en donde no sólo le pagarán para vivir con dignidad, sino que, además, se han visto sometidos -si querían mantener el trabajo- a las peores condiciones de precarización, de no reconocimiento, de exigencias de horarios de trabajo que no están contemplados en la ley. Esto provoca una actitud de desprecio, de no valorar siquiera los aspectos legales aún vigentes y una falta de interés en conocerlos, porque al mismo tiempo está esa idea de “¿qué puedo hacer yo, ante esta situación que los más grandes no han podido resolver?”.
La política de sometimiento del modelo neoliberal en democracia, el miedo, ahora continúa en la figura de la desocupación, en el hambre, en la indigencia, en la falta de trabajo, en la imposibilidad de tener un futuro, imágenes que reproduce este modelo que te grita “quedate tranquilo, no hables, no digas, no reclames, porque a vos te puede pasar lo mismo”.
Creo que, ante este panorama, con los jóvenes trabajadores hay que tener una mayor dedicación en lo que debería entenderse como la formación. Estamos ante jóvenes trabajadores con menos formación política, que vivieron el Nunca Más y el Que se Vayan Todos. Hay que trabajar en generar credibilidad en las instituciones, como las nuestras, vistas con los ojos -muchas veces no equivocados- de que no cumplieron con lo que dicen ser, la defensa irrestricta de los derechos de los trabajadores.
¿Cómo se construye esta credibilidad?, mostrándole a los nuevos trabajadores que los trabajadores tienen una historia, que esa historia siempre ha sido de lucha, que como decía José Martí, “las conquistas sociales no se mendigan, se arrancan” y que en esa historia, los trabajadores han tenido que organizarse, pronunciarse, manifestarse y utilizar todos los elementos posibles para lograr sus reivindicaciones.
{ {{P-}} Es también tener conciencia que la historia no se acabó para la mayoría.}
{{R-}} El enemigo tiene como objetivo, siempre, mostrarle a la clase trabajadora que no tiene historia. Que la historia empieza cuando uno llega, y eso no es cierto. Entonces, los jóvenes trabajadores tienen que entender que la historia no empieza cuando se llega a los lugares de trabajo, que los derechos que existen hoy, tienen una historia de sacrificio y de lucha de otros trabajadores, que a veces han hasta dejado sus vidas. Siempre se tuvo que pelear, en esa dirección hay que dirigirse porque, aunque nos digan que sí, el futuro no está hipotecado, ni está perdido.
{ {{P-}} En esto de escribir la historia, podría decirse que el Sindicato Luz y Fuerza no tuvo nunca una agrupación de trabajadores desocupados porque, ante las nuevas condiciones de trabajo, es indispensable pensar en un trabajador distinto.}
{{R-}} El gremio siempre se ocupó de los trabajadores despedidos. No dejó a nadie a la deriva. Habremos tardado más o menos en resolver el problema del compañero, pero siempre estuvimos con él, considerándolo -a pesar de que había quedado sin trabajo- un trabajador. Recuperamos, así, a los cesantes de la dictadura militar, tardamos 10 años, pero logramos reincorporar a todos los que quisieron reincorporarse. En la década del noventa, producto de la privatización, tuvimos muchísimos despidos como forma de represalia. También tuvimos traiciones, como forma y mecanismo de compra de las empresas para quebrar la voluntad de defensa de los derechos de los trabajadores. Es cierto que hubo trabajadores que, ante una necesidad imperiosa en el marco de lo económico, tuvieron que cobrar la indemnización y que eso los llevó a alejarse de la organización y de la actividad que tenían en nuestro ámbito. Pero a aquéllos que tuvieron capacidad para soportar, este gremio no los abandonó. Tan es así que, a nueve años de ser algunos despedidos, en el 2004 los reincorporamos al lugar de trabajo.
Por eso, el ser trabajador hoy, para el sindicato, no es sólo aquél que tiene trabajo o está en relación de dependencia. Es el desocupado, sub ocupados, estudiantes trabajadores, los cuentapropistas, las amas de casa, son también los jubilados. Todos son la clase obrera y con ellos hay que reconstruir la identidad de la clase obrera, aunque el sistema quiera seguir segmentando.
{ {{P-}} Ante este panorama, ¿cómo se construye lo nuevo, José?}
{{R-}} Hay que ser lo más creativo que se pueda. Recurriendo a todas las iniciativas convocantes que posibiliten desarrollar instrumentos, para modelar niveles de compresión, conocimiento y desarrollo de conciencia. En los que cada uno sepa el valor que tiene, el valor que ocupa y la importancia de creer en la propia fuerza. Recurriendo a la experiencia histórica del movimiento obrero. Hay que tener criterios de mayor democracia, ser lo más horizontal posible y sobre todo hay que generar protagonismo de los trabajadores, respetando la decisión de los trabajadores.
{ {{P-}} ¿Cómo incide el gremio en esa construcción?}
{{R-}} Para este sistema, el mejor sindicato es el que no existe y el mejor trabajador el que no conoce sus derechos. Como se manifiesta la valoración del sindicato en la vida personal, cotidiana, de un trabajador, es teniendo presencia. Pero, el sindicato somos todos, no es la comisión directiva, ni el delegado sindical, es el conjunto de trabajadores que lo conforma. El creer que el gremio es el secretario general, o el delegado, nos lleva a una actitud pasiva, contraria a la que hay que tener en estos tiempos. La CGT de los Argentinos decía que “es preferible la honra sin sindicatos”, porque, para qué queremos sindicatos si no tenemos honra. Tosco decía que “lo importante no es el edificio del sindicato, sino entender que el gremio está en cada trabajador y en donde están los trabajadores”. Para que la organización sindical esté donde están los trabajadores, los trabajadores tienen que saber de sus derechos y tienen que ejercerlos. Los derechos no se reservan, se ejercen. Pero nunca deben ejercerlos en forma individual, siempre colectiva. Porque en la individualidad se pierde la fuerza.
{ {{P-}} Estos desafíos se dan dentro de un contexto político. Hace un año te mostrabas esperanzado por algunas actitudes esbozadas por el gobierno de Néstor Kirchner, pero hablabas de límites, a los que le diste nombre y apellido, las privatizadas. Un año después ¿seguís creyendo lo mismo?}
{{R-}} Aún valorando los pasos positivos del gobierno nacional en relación a algunas iniciativas políticas en determinados ámbitos, los límites siguen siendo los mismos, los que ponen las empresas privatizadas. Y en algunos casos, como en el ámbito energético, pareciera que se profundizan. Este gobierno debería tener la misma voluntad y la misma decisión que ha tenido en las iniciativas llevadas adelante en el plano de los derechos humanos o en la modificación de la Corte Suprema de la Nación. No hay una correlación en el plano económico o el energético.
Pero nuestra principal preocupación tiene que ser cómo somos nosotros capaces de construir nuestra propia organización, nuestro poder para incidir en las políticas presentes y futuras, cualquiera sea el gobierno. Es decir, cómo nosotros los trabajadores, por ejemplo, somos capaces de desarrollar organización, participación y protagonismo, para garantizar un cambio en el sistema previsional nacional y terminar con el sistema de privatización que ha llevado a la posibilidad cierta de que en el futuro no pueda jubilarse nadie y que en el presente más de un millón 200 mil trabajadores, que han cumplido 65 años, no tengan ninguna cobertura. Cómo podemos construir poder para lograr una mejor distribución de la riqueza y conseguir un salario mínimo acorde a las necesidades de cualquier familia tipo en la Argentina, para vivir con dignidad.
Cómo, para lograr un seguro de desempleo acorde a las necesidades antes mencionadas; para conseguir la libertad sindical; el desprocesamiento a los luchadores sociales, más de 4.000 personas que han cometido el pecado de luchar por sus derechos, en un país en donde el que protesta es condenado si proviene del sector popular, pero si la patronal es la que abre la boca, no paga o se declara en cesación de pago, no tiene ninguno de los procesos que viven los trabajadores, que se ven privados de salir a la calle para garantizar mínimamente ser escuchados o ser tenidos en cuenta, aunque más no sea con la intención de cobrar un plan social de 150 pesos. Vivimos un tiempo nuevo y este tiempo debe ser aprovechado para desarrollar poder propio, ese tiene que ser nuestro desafío.