Mientras tanto seguimos contando cómo pasan años de impunidad y falta de respuestas, de gestos y situaciones ambiguas, o incompletas. Casi treinta años en los que, con la misma fuerza, el mismo empeño, y la misma exigencia, acompañamos a los organismos de derechos humanos en una pelea que debe ser de todo el pueblo. En memoria de un pueblo que en aquel momento, también con fuerza, con vigor, con esperanzas por un mundo mejor que el que se le presentaba, que el que se avizoraba, se puso de pie para exigirle, a la autoridad, legitimidad, representación y cumplimiento de sus deberes para garantizar sus derechos. Cuando el pueblo se levantó, se puso de pie, recibió una respuesta genocida.
Eso no es guerra. Eso es genocidio. Es exterminio liso y llano de todo aquél que piensa diferente, y de muchos más que no importa cómo piensen, del que reclama, del que se levanta ante injusticias propias y ajenas, propias por humanidad.
Y es terrorismo, pero unilateral. Terrorismo que detuvo, secuestró, torturó, mató y desapareció a 30 mil ciudadanos. El intento de imponer una mentira es un engaño intencionado, es tergiversación. Es la manipulación de la historia. Es un nuevo intento de violar y desaparecer la memoria.
Es encubrimiento. Respecto de los únicos y verdaderos responsables de los años y los hechos de la Dictadura Militar y Civil. Y de quienes, a partir de allí, e incluso hasta hoy, ejerciendo lo que llaman autoridad, dan la espalda al pueblo que sigue exigiendo justicia.