Pero es bueno remarcar que a esos valores se llegan gracias al PBU (Prestación Básica Universal), un subsidio de 200 pesos que otorga el Estado para complementar todas las jubilaciones del sistema privado. Retomemos un ejemplo. Un trabajador con un salario de 1.000 pesos cobraría, después de 30 años de aportes -suponiendo una rentabilidad anual promedio del fondo de capitalización del 4 por ciento anual y comisiones más bajas que las actuales- unos 230 pesos mensuales de su AFJP más 200 pesos de la PBU pagada por el Estado. En síntesis, las administradoras le devolverán sólo el 23 por ciento de su sueldo al trabajador. Aunque usted no lo crea.
Pero no se trata de que las AFJP sufren los nuevos tiempos que dicen vivimos en el gobierno, ni añoran la previsibilidad de los 90. Después del apoyo de las AFJP al canje de deuda del gobierno, las comisiones de las AFJP no fueron recortadas, sino que subieron, con lo cual el dinero que se deposita en la cuenta individual del afiliado es muy poco como para garantizar una jubilación razonable. Pero, por si fuera poco, se aseguraron otro beneficio extra, un bonus track nada despreciable: aquel trabajador que, por falta de información, eligió hacer sus aportes previsionales en una AFJP ya no puede volver al sistema de reparto.
En el futuro inmediato otro dilema asoma. En octubre se vuelve al aporte personal del 11 por ciento del salario, luego de la decisión de Domingo Cavallo, en tiempos de la Alianza, de reducirlo al 7 por ciento para mejorar los salarios. Una mentira boba que ni mejoró los salarios y contribuyó a quitarle fondos de su futura jubilación a los trabajadores. Para tener una idea de lo pequeño que quedó el aporte personal al sistema de AFJP en Argentina vale la comparación internacional: en Uruguay es del 15 por ciento del sueldo; en Colombia, 13,5 por ciento; en Chile 12,4 por ciento; y en México 11,5 por ciento. Pero el grave problema que se presenta es que, con la discusión del salario durmiendo la siesta eterna, la vuelta al aporte del 11 por ciento va a significar automáticamente una caída en el salario de bolsillo.
Según estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), basado en los hábitos de consumo familiares en la tercera edad, la jubilación debería ser, como mínimo, equivalente al 60 por ciento de la remuneración de la persona durante su vida activa.
Las AFJP pueden seguir llevando adelante su macabro plan a partir de trabajadores desinfor-mados y, por supuesto, convali-dados en el apoyo y las nuevas prerrogativas otorgadas por el gobierno nacional luego de la adhesión de las administradoras al canje de deuda.
Las jubilaciones y el futuro en la Argentina se pulverizan mientras el gobierno le sigue escapando al verdadero tema de agenda, la distribución de la riqueza en un país que crece.
En abril, el consultor Artemio López aseguraba a Radio Mitre, “los ingresos de los sectores altos y medios han aumentado en un 0,5 por ciento en el 2.004. En tanto, los de los pobres se devaluaron en un 7 por ciento, aumentando así la brecha entre ricos y pobres.”