El 4 de abril se realizó en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, el acto por el tercer aniversario del MORENO (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora), que fuera fundado el 23 de abril de 2002. En este marco se desarrollaron dos mesas redondas; una referida a la alarmante agresión ejercida al medio ambiente por parte de las empresas multinacionales petroleras y sus consecuencias en los territorios explotados; y la otra, referida a la «Renta Petrolera.
Entre las personas presentes, se encontraban los diputados Ariel Basteiro, Mario Cafiero, Alicia Castro, Gustavo Godoy, Claudio Lozano, y Héctor Polino, el embajador de la República Bolivariana de Venezuela, Freddy Balzán Frías y el Director Gerente de Interven S.A. (PDVSA) Dr. Jorge Pérez Mancebo. El discurso de cierre fue realizado por el presidente del MORENO, Fernando «Pino» Solanas.
A continuación reproducimos una síntesis de las palabras de José Rigane, secretario del Sindicato de Luz y Fuerza de Mar del Plata, secretario general de la FeTERA y vicepresidente del MORENO, que junto a Gustavo Calleja vicepresidente del MORENO y especialista en temas petroleros y Norma Bevillaqua, Defensora adjunta del Pueblo, disertaron en la mesa redonda sobre «Renta Petrolera».
La pregunta es como disputarle el poder a las multinacionales, que imponen la pobreza, la desnutrición, la falta de trabajo, la imposibilidad de resolver los problemas de la salud, de la vejez, etc. Quiero reiterar algunas cuestiones cruciales que nosotros venimos plantando para resolver uno de los temas neurálgicos a la hora de tener la oportunidad de un mañana distinto y de un presente mejor. El imperialismo ha ido ganando espacio a través de las multinacionales, e instalando conceptos que no se ajustan a la verdad y que van en detrimento de nuestros intereses, sobre todo de los mejores posicionamientos para resolver los problemas más significativos que tienen que ver con nuestra riqueza, con nuestra soberanía, con nuestro patrimonio y con la rentabilidad energética. Primero nos convencieron que había que destruir los monopolios en manos del Estado, utilizando una serie de adjetivizaciones como ineficiencia o incapacidad. La segunda cuestión es que cambiaron los conceptos, así el tema de la energía paso a ser una mercancía, un commodity, como cualquier producto que está en el mercado por el que uno puede optar. Y trataron de borrar el concepto de que la energía es un bien social, es patrimonio que pertenece al pueblo y tiene que estar al alcance de cualquier ciudadano, independientemente de su situación económica y social. Esto no es casual, es una cuestión que está estrictamente pensada con la idea de propiedad, establecida fundamentalmente en la década del noventa. No es novedad que el sistema energético está en crisis, y se discute -y Argentina está en el marco de los vaivenes de esta situación- si evoluciona favorablemente o no desde el punto de vista del clima, si llueve o no llueve, si hace más o menos frío; parece mentira que en el Siglo XXI dependamos de las condiciones climáticas para ver si tendremos o no gas o electricidad. A esta situación nos han llevado con este concepto de que la energía es para comerciar, y todavía es un derecho que se discute, siendo que la posibilidad de prolongación de la vida hasta los 75 años solamente la alcanzan aquellos países que tienen acceso a la energía de manera adecuada. El 80% de la energía que se consume en el planeta está en manos de los mil o mil quinientos millones de habitantes que están en los países desarrollados, hay dos mil quinientos que consumen leña y en esa proyección no superan los 40 años de vida.
A nosotros, como trabajadores, nos preocupa cómo instalamos un esquema que habilite a la movilización, al desarrollo organizativo por la recuperación del patrimonio, por la mejor distribución de la riqueza, para terminar este oligopolio energético que maneja el 85% de la energía, imponiendo condiciones de precio, de venta, si se exporta o no, si se invierte o no. Nos preocupa ver cómo logramos generar consenso e iniciativa y, sobre todo, entender que este no es un problema de carácter secundario, de los técnicos, de los ingenieros, de los trabajadores del sector, sino que es un problema del pueblo, es un problema de todos. Esto es tanto o más importante que la educación y la salud, en tanto y en cuanto esta renta ha ido fronteras afuera, sólo la de petróleo -que se discute si son 8.000 ó 12.000 millones de dólares por año- ha significado en los últimos diez años el valor de la deuda externa que hoy tenemos que pagar. Si fuésemos capaces de administrar los recursos energéticos, sin duda que tendríamos la posibilidad de resolver los problemas de la salud, de la vejez o de la educación. Si no resolvemos esto, no queda más que discutir cómo se reparte la torta sobre la base de que se le saque algo a alguien para darnos a nosotros. Nosotros no estamos de acuerdo con lo que dice Lavagna, que no existe riqueza y que hay que crearla y después repartirla. Obviamente tiene objetivos y propuestas muy claras, que no es nada más que defender los intereses y, sobre todo, la rentabilidad económica de las multinacionales. Por eso nosotros necesitamos adoptar posturas para desarrollar comprensión. Soplan nuevos vientos y creemos que el país debe integrarse regionalmente con el resto de los países de América Latina. Se establecen nuevos tiempos en la recuperación de patrimonio, de políticas y de soberanía. Qué hacemos para contribuir a esa integración -siendo que este es un país que privatizó hasta el documento de identidad- qué hacemos en este aspecto que hace a la riqueza del país. Cuando digo esto tengo en cuenta lo que somos capaces de hacer nosotros y no estoy calificando o descalificando lo que es capaz de hacer el Gobierno. Las audiencias públicas, por ejemplo, terminan siendo un engaño a nosotros mismos. Y qué pasa con el tema de los marcos regulatorios, que son una clave del sistema y del modelo, que habilita que todavía se esté discutiendo si las privatizaciones del 90 actuaron bien o no, producto de que no estuvieron establecidas las inversiones de manera precisa. Se reclama que el Estado se haga cargo de un subsidio de 500 millones de dólares, de la misma manera que subsidia subterráneos, trenes, combustible, o las centrales generadoras, subsidiadas por el valor que se compra del fuel oil. Estamos volviendo a hacernos cargo nosotros, los usuarios, el Estado, estamos volviendo a pagar. Y las multinacionales vuelven a ganar si se tienen que ir, porque no solo hacen la demanda en el CIADI contra el pueblo argentino, sino que imponen los precios, como acaba de suceder. Y no es que Repsol y Shell son sólo malas y decidieron elevar los precios, no. Nosotros tenemos Salto Grande, compañeras y compañeros, que es del Estado, es un ente binacional, y no tiene precio la energía que genera, igual que Yacyretá, que no tiene un valor económico como cualquier otra empresa que genera y que se le tiene que pagar por lo que genera. No, no tiene precio, lo dejó establecido en su momento Cavallo y así se mantiene. Y lo único que tiene es una cuenta económica a la que se le debe liquidar, supuestamente, el mantenimiento, y ni siquiera se hace. Digo, si nosotros no ejercitamos el desarrollo organizativo y la movilización para modificar estas cosas, es muy difícil después poder hablar de la crisis. Porque la crisis energética es producto de un modelo que fracasó, que está basado en la propiedad privada y en la segmentación de los servicios. Eso esta demostrado, y ha quedado demostrado también que los entes reguladores no han existido ni existen. Jamás defendieron a los usuarios, jamás controlaron a las empresas y tampoco impusieron que se hicieran las inversiones pertinentes en función de las necesidades del pueblo argentino, todas las inversiones que se hicieron fueron para facilitarle a las empresas multinacionales la depredación de nuestros recursos, de nuestra riqueza, en función de la exportación. Esta no es una cuestión secundaria sino de fondo, la única perspectiva de poder transformar esta situación es que seamos capaces de recuperar el patrimonio nacional, que volvamos a tenerlo en nuestras manos. Y con esto no estamos planteando volver al pasado. En realidad lo que queremos es terminar con este presente, en que tenemos casi el 50% de pobres en la Argentina. Tenemos que terminar con esto, y para eso tenemos que apropiarnos de esa riqueza. Esto lo resolvemos de manera colectiva. Preguntémonos por qué el pueblo boliviano es capaz de salir a la calle, cortar rutas, exponer su vida para defender valores estratégicos como el petróleo y el gas. Nosotros debemos revisarnos, debemos discutir qué Estado queremos, porque no podemos tener más un «estado bobo» ni socio de las multinacionales. Necesitamos un nuevo Estado, que esté al servicio de la sociedad. Esta es una cuestión de manejar los recursos económicos y la riqueza nacional.