{{El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, brindó un interesante discurso en el acto de apertura del foro. Allí delineó el trayecto hacia la renaciona-lización de los recursos que atravesaron los bolivianos, trayecto que debería constituir un ejemplo para el resto de los países, rehenes de las empresas extranjeras. En las líneas siguientes, compartimos algunos pasajes de su discurso.}}
“…Quítenle un día, media hora de energía eléctrica a nuestros aparatos, a nuestras fábricas, a nuestras calles, a nuestras computadoras, a nuestras oficinas y precisamente regresamos a la edad de las cavernas. Todo, comunicación, transporte, industria, vida, actividad, recreación, todo se sostiene sobre el núcleo de la producción energética.
¿Qué significa esto? Que sin ustedes como trabajadores, obreros de la energía no hay país, no hay sociedad, no hay continentes, no hay mundo. La modernidad, el progreso, el desarrollo de nuestra sociedad se sostiene sobre los hombros, los brazos, la inteligencia de hombres y mujeres que trabajan en el ámbito energético.
El continente tiene reservas de gas, reservas de petróleo, tiene reservas de carbón, tiene ríos, tiene inteligencia, capacidad, conocimiento para la producción de energía atómica; el continente -no cabe duda- es una potencia energética. Y si la energía es progreso, la energía es desarrollo, el continente tiene una de las fuentes fundamentales de esa energía y de ese progreso para el Siglo XXI.
Bolivia, humildemente en este contexto, tiene lo suyo. Tenemos la segunda reserva de gas más importante en América Latina, tenemos una serie de pozos y reservorios de petróleo, potencialmente mayores posibilidades de petróleo, tenemos ríos, cuencas que son potenciales fuentes de generación de nueva energía para el país y para el mundo, y Bolivia, al igual que el continente latinoamericano, en las últimas décadas, quizá con mayor fuerza que en otros países, ha vivido un proceso de desnacionalización de esa fuente energética. Quien controla la energía, controla el desarrollo y si un país, un estado pierde ese control, pierde la capacidad, la fuente y la direccionalidad de su desarrollo. Eso le pasó a Bolivia y seguramente a algunos países en América Latina, con algunas notables excepciones en el Caribe. Bolivia hasta los años 70, años 80, tenía bajo propiedad del Estado la empresa que generaba electricidad, las empresas que sacaban, producían y exportaban el petróleo y el gas. Le otorgaban al país, pese a las dificultades una soberanía material, objetiva en la definición de sus políticas económicas. En los últimos veinte años, bajo el llamado Consenso de Washington, que en los países de América Latina se tradujo en política neoliberales, hubo un proceso gradual de desnacionali-zación. Los efectos fueron de carácter económico y fundamentalmente de carácter político. De carácter económico: empresas estatales pasaron a manos de inversionistas privados. De carácter político: el país perdía la capacidad de definir el norte y el horizonte de su desarrollo como nación, como estado soberano. Y en poco menos de quince años, cerca del 30 por ciento del producto interno bruto del país, de las riquezas que se generaban en el país, pasó a manos privadas.
Las ofertas de modernidad, de empleo, de desarrollo y de progreso bajo las cuales rige este proceso de desnacionalización de la riqueza rápidamente se mostraron como ilusiones de patas cortas, no hubo más progreso, no hubo más modernidad, no hubo más empleo, no hubo mejoras en las condiciones de vida. Lo que hubo es la supeditación de nuestras fuentes energéticas a los intereses de empresas extranjeras que estaban calculando la rentabilidad de sus inversiones y la manera de garantizar externamente el abastecimiento de energéticos
Se podría decir que Bolivia vivió 20 años de oscuridad. (…) En Bolivia, en menos de un año a la cabeza de nuestro presidente Evo Morales Ayma, ha habido cambios drásticos, radicales, como se requería, para modificar este proceso de pérdida de control de los recursos naturales.
El 1º de Mayo en el país, mediante un decreto, el presidente Morales, en un campo petrolero rodeado de trabajadores petroleros dicta un decreto de nacionalización de los recursos hidrocarbu-ríferos. ¿Qué significó eso para el país?, muchas cosas: lo primero, que a partir de ese momento éramos nosotros, los bolivianos, los que definíamos y los que asumíamos la propiedad del gas y del petróleo, a 5000 metros bajo tierra, en boca de pozo, en el ducto, hasta tanto llegara a ser procesado en las factorías o hasta en tanto lo exportáramos a otros países.
En segundo lugar, este decreto significó que desde entonces somos nosotros, los bolivianos, los que decimos qué se hace con el gas, qué se hace con el petróleo (APLAUSOS), si lo procesamos internamente, si lo vendemos, a qué precio lo vendemos, cuándo y a quién. Eso que hoy parece algo natural no los teníamos nosotros los bolivianos. A quién vender era una decisión que se definía entre una empresa extranjera y la filial en el país.
(…)
A partir del 1º de Mayo somos dueños; a partir del 1º de Mayo nosotros decidimos precios, volúmenes, utilización; a partir del 1º de Mayo, de cada 4 dólares que genera el ámbito hidrocarburífero, 3 son de los bolivianos y solamente 1 por ciento pertenece al inversionista, donde esa empresa ha invertido para perforar pozos o construir ductos (APLAUSOS).
Hacia el año 2005, la relación era a la inversa. Esto ciertamente ha llevado a tensiones. Modificar la relación de tres a uno por uno a tres no le agrada a ninguna empresa y tuvimos que soportar tensiones, en algunos casos chantajes, presiones de un lado y de otro, sin embargo, esta era una decisión de Estado, era una decisión de soberanía y, fundamentalmente, es una decisión de la gente, de los 9 millones de personas que, como recientemente en ese Cabildo celebrado, como han podido ver ustedes recientemente, le dijeron a Bolivia y al mundo “esto no va más, Bolivia cambia, los recursos energéticos pasan indeclinablemente a manos del estado” (APLAUSOS). Es en esta fuerza que nos hemos sostenido y definitivamente podemos decir a nuestros compañeros trabajadores “hoy Bolivia depende de ustedes”.
(…)
El 50 por cuento de nuestras exportaciones depende de los trabajadores de gas y petróleo. El 20 o 25 por ciento de nuestros ingresos como sociedad y como país dependen de los productores de energía. Nuestra economía y seguramente buena parte de las economías latinoamericanas, en el caso de Venezuela, en el caso de México, en el caso de Ecuador, dependen fundamentalmente del aporte de la actividad y del producto del sector energético.
Sin embargo, ¿cuál es la situación actual?, ¿cuál ha sido la situación de los trabajadores de la energía?, están aquí representantes de nuestra gloriosa Central Obrera Boliviana, representantes, dirigentes trabajadores del sector petrolero y de Luz y Fuerza y, fácilmente les voy a comentar que durante veinte años lo que otrora fue una unidad una central obrera, de conciencia proletaria que logró articular al resto de los sectores campesinos, indígenas, populares y de clase media, los últimos veinte años, al igual que en el resto del mundo, la clase trabajadora ha venido sufriendo una serie de procesos de disgregación y fragmentación de las condiciones de trabajo.
En Bolivia, las grandes fábricas, las grandes empresas, una por una han sido descuartizadas, fragmentadas, y precarizadas. La clase obrera heroica de los años 30, 40, 50, 60 y 70 que se sostenía sobre grandes factorías industriales comenzó a desaparecer. No es que no había obreros, lo que pasa es que se estaba fragmentando, precarizando la conducción obrera. Contratos a destajo, contratos a plazo fijo, contratos por obra, subcontratación, tercerización de las actividades, fueron descomponiendo los grandes núcleos obreros en un mar de pequeñas, micro empresitas, de las cuales muchas eran unipersonales. Un mecanismo de fragmentación de la clase trabajadora mundial, latinoamericana y boliviana. Esto le quitó poder y si a esto sumamos este proceso de atenuación generacional del mundo obrero, pro renovación generacional que venía de manos del joven, hombres y mujeres, nuevos obreros que no tenían derecho a sindicalización, derecho a organización, que eran desplazados de una región a otra y despedidos permanentemente convirtiéndose en obreros nómadas de la actividad laboral, generaron y han generado hasta el día de hoy un proceso de debilitamiento de las estructuras obreras revolucionarias; si a ello sumamos esta letanía conservadora y neoliberal de veinte años respecto al individualismo como supuesto motor de bienestar en contra de la sociatividad y de la unidad como mecanismo de conquista de derechos, generaron un proceso de despolitización, fragmentación material y debilitamiento objetivo de la conducción obrera mundial, de la conducción obrera latinoamericana y de la conducción obrera boliviana.
A medida que se debilitaban los núcleos obreros de energía, de petróleo, de minerales, de las fábricas, se consolidaba el núcleo duro de un modelo económico conservador transnacionalizado y supeditado a la lógica de la rentabilidad del capital internacional.
Este proceso, decíamos, ha comenzado a modificarse, en algunos países de manera más radical, en otros países, a medias. Hay un proceso de reconstitución del tejido social en el caso de Bolivia, liderado por el movimiento social campesino indígena, indudablemente, que es el que más rápidamente ha podido reconstruir los tejidos de sociabilidad desde las comunidades y ha permitido este proceso de transformación en nuestro país, pero también gradualmente, lentamente, quizá más lento de lo que quisiéramos, en un proceso gradual de rearticulación de la textura y del tejido del mundo obrero contemporáneo.
(…)
La conciencia es algo que se adquiere en la práctica, en la acción colectiva cotidiana, en la movilización cotidiana. Pero esto es un reto. Hoy, quien tendría que liderar estos procesos de cambio en el continente debería que ser la clase trabajadora, sus organizaciones obreras, poderosas, vigorosas, pero aún no tenemos eso. Tenemos despertares muy lentos, muy fragmentados y en el ámbito energético con más razón.
(…)
En este sentido, tengo que saludar y mostrar mi mayor de los respetos a estos encuentros, que son eso, el ordenar cotidiana-mente lo que es un proceso de potenciamiento, fortalecimiento continental de la clase obrera y de su núcleo energético, porque en el fondo, sin ustedes no hay sociedad. (APLAUSOS)
La politización de la clase trabajadora en el mundo y en América Latina es un proceso largo, hay nuevas generaciones de jóvenes que no han vivido en el viejo sindicalismo y que tienen que asumir su propia experiencia. Hay procesos de fragmentación al interior de las empresas, incluso estatales. Y no digamos de las privadas, de precarización laboral, de subcontratación, que han reducido al mínimo el núcleo duro del obrero sindicalizado y han generado un mar de obreros precarizados aún en el ámbito energético.
En el caso de Bolivia, ni el 10 por ciento de los trabajadores de la energía tiene sindicato. Y eso es un reto para nosotros, los revolucionarios, los comprometidos, estemos o no estemos en el gobierno (APLAUSOS), pero también es muy importante la articulación con otros sectores. Lo que ha hecho el neoliberalismo es colocar barreras internas mental y objetivamente entre trabajadores de una fábrica y de otra, entre trabajadores de una sección y de otra, entre trabajadores de un país y otro. Se requiere articular paciente pero comprometi-damente los tejidos de articulación y de unidad.
Un segundo reto de esta nueva clase trabajadora revolucionaria del Siglo XXI pasa sin duda por lo que se menciona acá, en este gran encuentro respecto a la soberanía. Permítanme algunas pequeñas reflexiones por el tema de la soberanía energética. ¿Qué entendemos por soberanía energética?. Fundamentalmente que el Estado sea el propietario, el custodio, el administrador de la energía de un país. La energía es tan importante, tan decisiva, tan estratégica que no se puede dejar en manos de la inversión privada la definición del núcleo estratégico y energético de una sociedad y de un país (APLAUSOS).
(…)
La Patria Grande tiene musculatura, tiene huesos, es decir, lo que le da materialidad y objetividad es la energía. Es la integración energética regional la que nos puede garantizar una soberanía energética regional (…) Venezuela en los últimos años ha comenzado a trazar una serie de propuestas que están sobre el debate, sobre la mesa de esta integración objetiva y materialmente. Bolivia es beneficiada de esa intención integradora. Nosotros no producimos diesel, nuestro petróleo es demasiado ligero para producir diesel, tenemos que importar diesel. ¿De dónde viene el diesel para Bolivia? De Venezuela. Nosotros tenemos gas abundante y hay otros países que necesitan gas. Brasil necesita gas. Argentina necesita gas. Tenemos que darles a esos países. Brasil necesita más energía no solamente del gas sino del agua, energía hidráulica. Tenemos que encontrar un mecanismo de integración, de modo de articulación, de producción conjunta de energía, utilizando nuestros recursos naturales, utilizando nuestros conocimientos y nuestras habilidades.
Creemos que ha llegado el momento de pasar del discurso a los hechos concretos. ¿Cómo integramos objetiva, material e irreversiblemente a nuestros continentes? Hay que comenzar a tomar decisiones. Hoy es un tiempo en que la izquierda revolucionaria, el recargado revolucionario no solo tiene que tener proyectos a largo plazo. Hoy las fuerzas progresistas y revolucionarias tienden a ser mayoría en el continente y es el momento en que hay que empezar a ejecutar, tomar decisiones, implementar acciones para avanzar cotidianamente y prácticamente en estos procesos de integración regional…”