La peste, parece, la contagiaban cierta clase de pulgas que habitaban unas ratas de la especie rattus rattus más conocidas como rata negra. Y si decimos pulgas y ratas estamos, por supuesto, mencionando a un sector social definido: el que convivial con las pulgas y las ratas. Los pobres.
Cuentan relatos de época que a los puertos llegaban barcos sin tripulantes vivos, a la deriva, arrasados por la peste. Y dicen que tal vez se sobreviviera a la peste de la sangre pero no a la de los pulmones, pues según parece la enfermedad se manifestaba de maneras diferentes, con distintos grados de agresividad, de acuerdo a los órganos que atacara.
La nobleza, por su parte, encontró una manera de defenderse que la identifica con los poderosos de cada época: cerró las puertas de sus fortalezas de tal manera que ningún virtual infectado pudiera poner en peligro las saludables fiestas de palacio. Hay mucha literatura al respecto y no la vamos a examinar en esta ocasión.
A su vez, en el primer semester de 1871, Buenos Aires fue arrasada por la fiebre amarilla. En especial San Telmo, Monserrat, Balvanera, es decir, los barrios del sur. También aquí habría menesterosos a los que echarle la culpa. Debido a que los primeros casos se registraron en el área donde vivían los inmigrantes, cundió una paranoia anti italiana (alimentada por el diario La Nación) que empujó a las autoridades a desalojar los conventillos y dejar cientos de familias en la calle. El historiador norteamericano Alison William Bunkley dice: “…se culpó de la epidemia a los inmigrantes italianos.
Se los expulsó de sus empleos. Recorrían las calles sin trabajo, ni hogar, algunos incluso murieron en el pavimento, donde sus cadáveres quedaban con frecuencia sin recoger durante horas. Había un gran pedido de pasajes para Europa. La compañía Genovesa vendió 5.200 pasajes en quinces días…”.
Mientras, las familias patricias se refugiaban en el norte (Barrio Norte) y trataban con aprensión a todo aquel que fuera o pareciera pobre o extranjero. El vector, el transmisor de la fiebre amarilla, tenía un nombre muy escuchado en estos días: aedes aegipty.
En una ciudad de 62.000 habitantes murieron alrededor de 14.000. La cuarta parte. Distintos factores lo hicieron posible: las obras de salubridad inexistentes, viviendas precarias, escaso o nulo control sanitario y una rotunda despreocupación oficial por el bienestar de la población.
{{{DENGUE (y algo más).}}}
El Aedes Aegipty fue erradicado en nuestro país en el año 1963. En 1983 volvió a aparecer en Posadas. En 1993 en Quilmes. En ninguno de estos dos últimos casos se implementaron las políticas sanitarias que son el único remedio contra el dengue. Más claro: no hay vacunas para esta enfermedad. Lo que sirve es lo que sabemos: no permitir que se estanque agua en ningún recipiente, fumigar las malezas y los bordes de las lagunas y ríos, preservar la higiene.
Hoy se habla de 30.000 infectados en todo el país, distribuidos en las zonas más diversas.
{{{Al dengue de aquí se agrega una amenaza externa.}}}
La última cepa pandémica, conocida como fiebre o gripe de Hong Kong, año 1968, iba en carreta en relación con el AH1N1 de nuestros días que se expande a la misma velocidad que los prejuicios y la desinformación especialmente en lo que hace a la realidad de nuestros hermanos mexicanos.
Un sofisticado (cada vez más sofisticado) aparato de prensa ha colocado a México en el lugar que hasta hace poco ocupaba Irak, el de enemigo de la humanidad. El desentendimiento mutuo y pactado del resto de los países intenta volver a poner el problema donde no estuvo ni estará y desconocer las razones o, mejor dicho, la principal razón de estos padecimientos a una altura del desarrollo tecnológico en la que es más fácil hablar por celular de un continente a otro que saber si se va a tener agua potable al día siguiente.
Cientos de millones de personas enfrentan la posibilidad de una muerte evitable por un motivo prosaico y contundente: son pobres.
{{Una nota de Víctor Ducrot nos advierte que en el mundo:}}
-* {{Cada 5 minutos}} muere un niño por falta de atención médica.
-* {{Cada 8 segundos}} muere un niño por agua contaminada.
-* {{Cada 3 segundos}} muere un niño por hambre y desnutrición
-* {{Dos millones de niños}} mueren por problemas neonatales, un millón seiscientos mil por diarreas, un millón cuatrocientos mil por neumonías. Esto nos indica que, cada año, once millones de niños no llegarán a la pubertad.
-* {{177 millones de niños}} sufren retraso en su crecimiento por desnutrición y dos de cada siete niños sufren retardo mental por desnutrición.
La pandemia que enfrenta el mundo se llama capitalismo salvaje o capitalismo, a secas.
Y por ser impronunciable el nombre del problema, allí están los medios, para llamarlo de otro modo.
En nuestros países, la pobreza no es el tema de un documental que vemos en History Channel sino lo que encontramos al salir a la vereda, al cruzar la esquina, al sentarnos en la plaza.
El dengue y el AH1N1 son consecuencias de esta situación, no las causas.
Detrás del AH1N1 están dos grandes laboratorios (Glaxo y Roche) restregándose las manos; la CIA y el FBI ensayando nuevos sistema de control y pesquisa en los aeropuertos; las grandes cadenas televisivas intentando penetrar donde les ofrecen resistencia.
Detrás del dengue es fácil distinguir la pobreza, la marginación de miles de argentinos, las políticas sanitarias nulas o insuficientes. Alguien dijo: si el dengue fuera una enfermedad que sólo atacara modelos televisivas, o diputados, ya se hubiera inventado la vacuna.
En una sociedad que cada vez se parece más a sí misma, el racismo hacia adentro y hacia afuera toma forma de prevención y allí tiene usted a los mexicanos y paraguayos puestos en el sitio del malo de la película.
Porque, además, las pestes –en el siglo XIV, en el XIX o en la actualidad- han servido básicamente como excusa para ejercer el control social y -a falta de una Stultífera Navis donde mandarlos a navegar hasta que mueran- se contempla a las multitudes desesperadas como desde las Alturas de Wall Street y se les envían gendarmes y médicos, enfermedades y médicos, palabras y palabras.
AVISO PARA VIAJEROS
{{Sr. Pasajero: Si usted regresa de Zonas Afectadas por la GRIPE PORCINA (Gripe A-H1N1)}}
La Gripe Porcina (A-H1N1) se transmite de persona a persona, esencialmente por el aire (vías respiratorias), a través del contacto con las secreciones de las personas afectadas y/o superficies contaminadas.
Si en los últimos 10 días de viaje o durante los 10 días posteriors a su llegada, usted presenta alguno de los siguientes síntomas:
-* Fiebre alta (más de 38ºC/10.4F)
-* Decaimiento
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-* Dolor de garganta
-* Dolor de cabeza y muscular.
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Si su viaje a las Zonas Afectadas por la GRIPE PORCINA (A-H1N1) es impostergable: Recuerde las siguientes Medidas de prevención
– Lávese las manos frecuentemente con agua y jabón o en su defecto con geles de alcohol al 60%.
– Cúbrase la boca o la nariz al tose o estornudar, con pañuelos descartables o el pliego del codo, no utilice la mano ya que en ella quedan los gérmenes.
– Lávese las manos después de toser, con agua y jabón o en su defecto con geles de alcohol al 60%.
– Ventile y permita la entrada de aire y sol en su casa, oficina y lugares cerrados.
– Evite lugares donde haya hacinamiento, como subtes, colectivos, etc.
– Trate de mantenerse alejado de personas que padezcan enfermedades respiratorias.
– No salude con besos ni estreche la mano, no comparta alimentos, vasos o cubiertos.
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