Por José Rigane*
A las puertas de la COP21 (21ª Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas) a realizarse entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre en París, los trabajadores debemos comenzar a realizar nuestros propios diagnósticos y construir también nuestros argumentos para tomar posición en este tema trascendental para el futuro de la especie. La COP21 propone ser un encuentro de acuerdos mínimos en plan de sustituir el acuerdo de Kyoto (1997) por nuevas propuestas vinculantes para reducir las emisiones contaminantes por país participante.
Durante más de 20 años los gobiernos se han venido reuniendo, y sin embargo las emisiones de gases de efecto invernadero no han disminuido y el clima sigue cambiando. La política real no parece moverse por estos encuentros internacionales, sino todos los días, en las bolsas de valores y en las acciones militares; con el precio y la apropiación del gas, del petróleo y de los “commodities” en general.
La verdad es que el cambio climático es una realidad, por más que se logren acuerdos para cortar las emisiones (y se cumplan) los especialistas proyectan un incremento de 1.5 grados promedio para final de siglo, lo que equivale a que en determinadas zonas del planeta sea equivalente a un aumento de 4 o 5 grados, lo que da mayor dimensión al problema.
La mayoría de los efectos del cambio climático persistirán por siglos. La vida cotidiana de millones de personas ya está siendo afectada por los efectos del cambio climático. La variabilidad climática se ve todos los días, se siente en las ciudades y el campo. Eventos extremos siguen apareciendo en distintos lugares del planeta dejando desconcertada a la población mundial y castigando a los más pobres y excluidos, los que menos tienen son los que más sufren las consecuencias sin siquiera contados por millones pueden mover la aguja del aumento de la temperatura. La acción humana contra la naturaleza afecta a todas las especies y ecosistemas, amenazando la biodiversidad y los derechos de las generaciones futuras.
Camino al encuentro en Paris, organizaciones sociales de América Latina y el Caribe elaboraron un documento de “posicionamiento político hacia la COP 21” que entre otros puntos destacables expresa que: “la crisis actual no se trata únicamente del calentamiento global. Es también una crisis socio-económica, política, alimentaria, energética y ecológica. En suma, una crisis sistémica cuyas afectaciones son visibles a nivel global. Esta crisis tiene origen en el sistema capitalista que a su vez se sustenta en un modelo de producción y consumo extractivista, depredador de los bienes comunes y de la fuerza de trabajo, creado en función de favorecer los intereses de las grandes corporaciones transnacionales” (ver documento completo).
La desigualdad en el consumo de recursos y en la generación de gases contaminantes es realmente obscena. Según datos del Banco Mundial, hasta 2011 EEUU era el país más contaminante de CO2. Hoy con 5.300 millones de toneladas, ocupa el segundo puesto detrás de China con sus 10.330 millones. La Unión Europea 3.740 millones, India 2.070, Rusia 1.800, Japón 1.360, Alemania 840, Brasil en 480. América Latina y El Caribe, Brasil incluido, no supera el 5% mundial.
El capitalismo, sus empresas, su ciencia y sus gobiernos insistirán en sus nuevas fórmulas edulcoradas para tranquilizarnos y dar rienda suelta a sus negocios: desarrollo «sostenible», capitalismo «verde», economías «sustentables», trabajo “digno”, todos usos del lenguaje para parecer que se cambia sin cambiar nada.
La regla es seguir extrayendo plusvalor a partir del trabajo humano, el saqueo de los bienes comunes vía expansión de la frontera extractiva. Es algo que se verifica paradójicamente con el derretimiento del Polo Norte y el deshielo del Océano Glaciar Ártico, resultado directo de las actividades productivas de los seres humanos, donde por sobre la catástrofe el capital encuentra nuevas formas de hacer negocios cómo se expresa en los planes para generar nuevos pasos para el trasporte de mercancías (corredor Norte), como en nuevas zonas de extracción de hidrocarburos. Estudios de la US Geological Survey calculan que el Ártico alberga un cuarto de las reservas de petróleo y gas mundiales aún sin descubrir.
Se acerca la COP21, con la hegemonía que en su seno manifiestan los principales Estados del capitalismo mundial y el peso de sus transnacionales energéticas. Por ello es que nosotros, los trabajadores, tenemos que estar atentos a lo que acuerden para polemizar e instalar un nuevo sentido por el derecho a la energía y contra el modelo productivo de destrucción de la naturaleza.
El imperativo que impone el cambio climático a la humanidad, exige una revolución en materia energética, sustentada en el derecho a la energía y en la soberanía de los pueblos ante la crisis energética y el cambio climático.
Actualmente las fuentes renovables satisfacen sólo el 13% de la demanda mundial de la energía primaria (en nuestro país representa menos del 1%) y los combustibles fósiles son los responsables del 80% del suministro global de energía (en la Argentina hablamos de un casi 90%, con más del 50% en utilización de gas).
En Argentina los partidos hegemónicos no discuten en profundidad el tema, más allá de un discurso verde como herramienta de marketing, la apuesta de los sectores dominantes es al fracking y a la extracción de hidrocarburos no convencionales.
¿Acaso la mega industria del agro, el imperio de la soja y los pozos en Vaca Muerta pretenden ser el aporte argentino al cambio climático?
De cara a la COP21 la Argentina presentará su débil compromiso para disminuir un 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, y un 15% más (30% en total), si cuenta con financiación internacional. De emitir 460 megatoneladas de CO2 en 2015, pasaríamos a tener 560 megatoneladas en 2030.
Lo planificado, según la Secretaria de Medio Ambiente, se hará a través la adopción de la reciente sancionada Ley de Energías Renovables, que propone un salto al 8% en 2017 y al 20% para 2025 en el uso de estas energías limpias; con el incremento en el corte de las naftas con biodiesel (llegando al 27%); con la renovación masiva de calefones (sin piloto de llama) y con el cumplimiento de los acuerdos firmados con China y Rusia para la construcción de las nuevas represas hidroeléctricas y plantas nucleares.
La resistencia por el Famatina; contra la Barrick, o la Meridien Gold, o contra el fracking y Chevron, entre muchas, junto a la iniciativa de una consulta popular sobre nuestros bienes comunes que oportunamente sostuvo nuestra CTA, abren la posibilidad de pensar nuevos horizontes.
Para superar el problema global sobre el cambio climático y sus efectos en las poblaciones del mundo es necesario repensar el modelo productivo. Resulta imposible superar estos problemas mundiales sin pensar una alternativa al actual sistema capitalista imperante y su modelo productivo y de acumulación que provocan severos daños ambientales y sociales.
*Sec. Adjunto de la CTA Autónoma, Sec. General de la FeTERA y Sec. General de Luz y Fuerza de Mar del Plata.