Mar del Plata, 29 de marzo de 2020
Por Sebastián Farías*.
Bienvenido este estado de hermandad que se percibe en el país por la lucha de este enemigo en común llamado coronavirus (CoVid-19). La tan mentada grieta parece que se cierra, todos apostamos a que esta pandemia no nos lleve puestos y acompañamos las medidas de gobierno, coincidiendo que la salud de las argentinas y los argentinos es el elemento supremo a proteger.
Vemos como el gobierno tuvo que decretar el aislamiento social preventivo y obligatorio, con los cambios e inconvenientes que el mismo trae aparejado, al tener que parar (literalmente) el país.
Gran confusión se ha visto en la clase trabajadora para determinar los modos de trabajo que quedó sujeta la relación laboral, de acuerdo a su actividad y su función, pero lo más peligroso es el temor subyacente a la posibilidad de la pérdida de la fuente laboral, debiendo soportar el aprovechamiento de muchos empleadores ante esta tácita amenaza.
Hay otro grupo de trabajadores y trabajadoras muy considerable, desde lo numérico, que son los del «día a día», que con las medidas de aislamiento adoptadas ven directamente frustrado ese ingreso diario necesario para la supervivencia de la familia.
En ese marco vemos cómo el Gobierno entiende y atiende a vastos sectores de la población castigados por el parate de las medidas de protección sanitaria, desarrollando diferentes políticas de contención social, e intentando llegar a las capas más desprotegidas, pero también a un sector de la denominada clase media baja que pide a gritos medidas de protección como las que se van disponiendo día a día.
Con este triste panorama, satisfactoriamente vemos germinar un entusiasmo patriótico de todos los sectores, alentando y valorando el trabajo de los servidores de la salud, transporte, alimentación y de todos aquellos que ponen el cuerpo para cubrir las necesidades básicas e imprescindibles de los y las ciudadanas de nuestro país.
De ahí que este espíritu de hermandad podría asemejarse a un Mundial de fútbol donde brotan las banderas argentinas bajo un mismo objetivo.
El aislamiento social preventivo y obligatorio, lastima, y mucho, a todos los sectores del pueblo argentino, en mayor o menor medida, pero devasta a los más necesitados, a los que no tienen nada, a los que sobreviven en el día a día. Ellos y ellas se quedan sin nada, y esperan la ayuda social, que es mínima pero necesaria para poder poner un plato de comida, y si no alcanza, al menos para sus hijos e hijas.
Se habló mucho estos días sobre los posibles saqueos a centros comerciales, apuntando a estos sectores como focos de conflicto desestabilizadores de nuestra complicada realidad política y social, atemorizada por esta pandemia.
LOS GANADORES DE SIEMPRE
Pero curiosamente, no han sido estos sectores marginales los que le han salido a pedir al gobierno el final de las medidas de aislamientos decretadas, no se han producido hechos de saqueos colectivos, a pesar de ser quienes más se perjudican con esta paralización global del país.
Los que sí ya salen a fustigar por el levantamiento de la cuarentena son los grupos económicos a través de sus voceros en los medios masivos de comunicación. Ya desde el miércoles pasado, y ante el rumor de extensión del aislamiento obligatorio, desde TN, Clarín, Radio Mitre y La Nación, cada día de manera menos solapada, empiezan a poner en dudas la viabilidad de las medidas sanitarias adoptadas, marcando el impacto económico negativo que ocasionará al país.
A los trabajadores ¿qué nos van a decir de las consecuencias que trae una economía devastada por estos Grupos Económicos? ¿O no ven los índices de desocupación y subocupación que hay en el país? ¿O no ven los informes de la OIT que presagian al finalizar esta pandemia la pérdida de 25 millones de puestos de trabajo?
Obviamente que cuando declaran hacen referencia a las terribles consecuencias económicas para el conjunto de la población, en vez de mostrar la verdadera y única preocupación que los mueve, que es la pérdida propia. Y para entender de lo que estamos hablando, más que preocuparle las pérdidas actuales que atraviesan, saben que sus importantes tasas de rentabilidad se puede ver resentidas por un gobierno que empiece aplicar políticas de contención social potenciando al ESTADO. Para que eso ocurra, sólo es posible discutiendo la distribución de la riqueza del país. Esa es su real preocupación, no tanto la pérdida del día a día
¿O piensan que es casual que al otro día que el Gobierno anuncia medidas de protección social prohibiendo el corte de los servicios esenciales como agua, gas y luz (entre otros servicios) la ASOCIACION DE DISTRIBUIDORAS DE ENERGÍA ELECTRICA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, salen a mostrar “…su preocupación ante la fuerte caída de la recaudación…”, y apelan a la solidaridad y responsabilidad de los usuarios, de los mismos usuarios que desde 2016 a fines de 2019 han expuestos a tarifazos energéticos impagables?
La preocupación de estos grupos económicos es no perder sus tasas de rentabilidad que venían cosechando. Y en ese afán están dispuesto a todo, inclusive poner en riesgo la salud de los trabajadores/as y a los y las usuarias.
Sin dudas que se viene una disputa de distribución de la renta, en un país (en un mundo) que va a quedar devastado por las consecuencias económicas que dejará la pandemia, luego de las victimas sanitarias.
Por eso me atrevo a decir que NO TODOS HINCHAN POR LA ARGENTINA. Los mismos de siempre, hinchan por sus bolsillos y se preparan para ponerle banca a un Gobierno que indefectiblemente deberá velar por los que menos tienen.
LA PRESENCIA DEL ESTADO
Hoy más que nunca será imperiosa la puesta en marcha de la tarifa social, pero una tarifa social que abarque a todos los sectores de la sociedad que lo necesiten, no sólo en la electricidad, sino también en el gas, entendiendo que los recursos energéticos no son una mercancía, sino un bien social igual que la salud y la educación.
Ellos ven que el Estado esta vez se va a volcar hacia los más desprotegidos y ven como inevitable que los recursos económicos tienen que salir de sus tasas de rentabilidad, y van a tener que ganar o perder como el resto de la población argentina, que ha venido siendo castigada por políticas neoliberales y ahora por el coronavirus.
Lo que nos salva, siempre, es el Estado. Un Estado a cargo de la salud, de la educación, del transporte, de la energía, del control y regulación de la economía y de los precios, un Estado protagonista y no mero observador de las “reglas del mercado”.
Por eso, deseamos que esta pandemia nos haga conscientes a todos y todas de la importancia de la presencia del Estado y de la unidad de la clase trabajadora. Más allá de las banderas políticas de cada uno y cada una, debemos ponernos al frente de la defensa de un Estado protagonista.
Que la unidad de clase sea una constante y que, cuando todo esto pase, nos sigamos encontrando en la calle, en los lugares de trabajo, en nuestro sindicato, en nuestros clubes y hogares, para cambiar para mejor, el futuro de nuestro país y de nuestra sociedad.
Sebastián Farías.
Secretario General – Sindicato de Luz y Fuerza de Mar del Plata
FeTERA – CTA-Autónoma