Pasaron 36 años de la muerte de Tosco. Esa fue su trayectoria y su coherencia. Ese es su ejemplo para las generaciones que le siguen. A 36 años de su muerte, el único homenaje digno para este verdadero Hijo del Pueblo es seguir impulsando la lucha por su mejor sueño: una sociedad sin hambre ni explotación.
Reg. Gral. Pueyrredon, Balcarce, Mar Chiquita
Desde esta distancia, donde las divisiones esterilizan los mejores esfuerzos militantes del movimiento obrero, se extraña cada día más la definida presencia de quien, a los 27 años, ya era secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba. Oponiendo marchas y asambleas a las tiranías civiles y a las balas militares.
Y se extraña su firmeza en el objetivo más claro y más humano: Un país para todos, con pan para todos, con techo para todos, con escuelas para todos. Y fundamentalmente con trabajo para todos.
Mucho se ha especulado sobre su ideología: Que era marxista. Que no era peronista. Que alguna vez fue otra cosa…
Nada de eso reflejó nunca su verdadera identidad de clase: el “gringo” Tosco nunca fue antiperonista, siempre fue antiburocrático. Enemigo acérrimo de la falta de democracia de base, del caudillismo y la corrupción.
Dirigentes entregados y entreguistas, de quienes dijo que “son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo”.
Hombre fundamental de una de las rebeliones más justas de la historia de nuestro pueblo. Obreros y estudiantes. Lucha a brazo partido de todo un pueblo contra dictadores civiles y militares, para terminar con humillaciones históricas.
Esa era su convicción. Por eso, en el presidio, creyó más en la fuerza de sus compañeros trabajadores que en salidas individuales.
Al decir de Osvaldo Bayer: “Los monumentos en la Argentina no están para los hacedores de la dignidad y de la solidaridad sino para los generales genocidas, como aquel del “desierto”.