Por A’li Rida Eric Peralta*
El pueblo Q’om tiene sus territorios ancestrales en las provincias de Formosa, Chaco y Salta, regiones de la Argentina en donde la vida se disipa en esquemas feudales que se sostienen con la anuencia de los sucesivos gobiernos nacionales, que se muestran incapaces de dar vuelta una realidad que a ojos vista se cobra año tras año numerosas víctimas.
La aparición y distribución desde los entornos del poder político de drogas como el paco, las violaciones a niñas indígenas en dependencias policiales, el turismo sexual sostenido por la trata y la explotación infantil; los asesinatos, la represión selectiva, el armado de causas y las detenciones ilegales son parte de las aberraciones cotidianas que intentan cercar al pueblo Q’om.
Devolución de las tierras usurpadas y reconocimiento por parte del estado de derechos elementales de las comunidades indígenas, como formas de organización propia, estructura organizacional, autoridades ancestrales y sistemas jurídicos propios, son parte de las muchas demandas que siguen sin resolverse.
La irrupción en los últimos años de la comunidad Potae Napocna Navogoh, como la coherencia y valentía de su qarashe (representante) Félix Díaz sosteniendo que “la lucha por la tierra es la lucha por la vida”, ha alarmado a quienes desde hace décadas en Formosa se han sentido dueños de la tierra y de la vida.
La ocupación y expulsión de sus tierras ancestrales es también el control territorial, es por todos conocido que la droga ingresada desde la frontera con el Paraguay, es distribuida desde la provincia a toda la región, siendo las comunidades indígenas, al igual que las barriadas populares en los grandes centros urbanos, gradualmente inducidas en el circuito de una economía criminal que sostenida desde la política tradicional, la justicia y fuerzas policiales desintegra la vida social y comunal, anulando a su vez cualquier modelo civilizatorio que vaya a contramano del consumismo, los vicios y el hedonismo promovido por occidente.
Así como el avance de la megaminería, el sostenimiento del mono cultivo y los agrotóxicos, la explotación impuesta a sangre y fuego de «desarrollo y progreso» continuará, con la depredación de la naturaleza, con el saqueo, con las guerras, promoviendo la destrucción y devastación de nuestra tierra, así también el narcotráfico y la trata, caras de una misma moneda, continuarán generando muerte y destrucción en los sectores populares, quienes por otra parte son los únicos con potencialidad y necesidad de enfrentar estos flagelos, ya que son los hijos y las hijas del pueblo humilde las principales víctimas de la descomposición y degradación social que sufrimos.
Es en ese contexto donde la lucha y resistencia Q’om nos interpela como sociedad, ya que desde la más absoluta pobreza, sufriendo persecuciones y asesinatos, e incluso ignorados por buena parte de los excluidos de los “beneficios” de la modernidad, se han levantado, en defensa de la tierra, contra los principales flagelos que atraviesan nuestras vidas.
Los asesinatos de los hermanos Q’om Roberto y Mario López por las fuerzas de seguridad del Gobierno de Gildo Insfran, hace más de dos años y ningún detenido, el incendio y tiroteo de viviendas de la comunidad, la detención y el robo de sus pertenencias a la que son sometidos diariamente nuestros hermanos y hermanas, las agresiones continuas contra Félix Díaz y su familia, los ataques sufridos por patotas y grupos mercenarios, los asesinatos de Celestina Jara y su nieta Natalia Lila Coyipe de 11 meses ocurridos recientemente tras ser embestidas por el vehículo de un gendarme, son algunos de los hechos que a esta altura justificarían ampliamente la intervención de la provincia.
Los aprietes que las hermanas y los hermanos Q’om sufren no solo en Formosa, sino también en Salta y Chaco, muestran el carácter racista de sus ejecutores, feudos provinciales que organizan grupos parapoliciales para atacar sistemáticamente a miembros de esta comunidad.
A la solidaridad sostenida por organizaciones culturales, políticas, sociales y de Derechos Humanos que vemos en las demandas de la comunidad Q’om Potae Napocna Navogoh los más elementales derechos que el Estado debe garantizar sin medias tintas a los pueblos originarios, creemos deben sumarse el conjunto de los sectores populares que nos sentimos interpelados por la significación que cobran las luchas indigenistas en nuestro continente, expresada también esta cosmovisión y propuesta civilizatoria en la espiritualidad, lucha y resistencia Q’om.
{{{¡SOMOS Q’OM!}}}
-Por la defensa de los pueblos indígenas sobre sus tierras y territorios. Por la demanda a los Estados de la regularización con certeza jurídica de esas tierras en favor de las comunidades y pueblos indígenas.
-Por el reconocimiento por parte de los Estados, de derechos elementales de los pueblos indígenas, como formas de organización propia, estructura organizacional, autoridades ancestrales y sistemas jurídicos propios de los pueblos.
{ *Secretario General de la OLA
Organización para la Liberación Argentina}