La exhibición sistemática de los indicadores que señalan la recuperación de la economía argentina, se articulan con un discurso público que pretende reconstruir, vanamente, la idea de futuro. La macroeconomía convencional intenta, escudada tras los datos de incremento del Producto Bruto, ocultar el modo en que cotidianamente asesinamos la perspectiva de nuestra Nación y de nuestra gente. Se pasa por alto un dato elemental: según el INDEC el 56,4% de los menores de 18 años son pobres (7.730.708) y el 23,6% son indigentes (3.234.835). En el NEA y el NOA las situaciones son insostenibles (Ej.: Chaco 75,20% de chicos pobres; Santiago del Estero 42,80% de chicos indigentes), y centros urbanos muy importantes también. Así, el Gran Buenos Aires exhibe un 60,80% de pibes pobres y un 25,40% de indigentes, mientras Córdoba muestra un 58,8% de chicos pobres y Santa Fe (24,10%) supera el promedio de indigentes.
{{{Los efectos de actualizar la metodología vigente}}}
De los documentos elaborados por el INDEC surge que la actualización de los parámetros de consumo de la población, que sirven para medir la línea de la indigencia, con la información provista de la ENGH 96/97 (Encuesta Nacional de Gastos de Hogar), arrojaría un incremento en el valor de la Canasta Básica (CBA) del 8%.
Del mismo modo, actualizar la canasta básica total que mide la pobreza, implicaría un crecimiento del orden del 1,6% si se mantiene los criterios actuales de medición. Esto es si no se consideran los gastos de alquileres de la vivienda en el presupuesto del hogar. Así, de este modo la tasa de pobreza pasaría de 40,2% al 40,5% crecimiento del orden del 0,7% en la tasa. Así, los pobres ascenderían a 15.735.842, es decir 116.562 más que la medición actual.
Como bien señala el propio documento del INDEC una de las principales falencias de la metodología actual en relación a la canasta básica total que fija la línea de la pobreza es que la misma, al considerar los bienes y servicios no alimentarios de manera indirecta, no considera el gasto en alquileres de los hogares. Un supuesto más realista es considerar un nivel de gasto en alquileres para todos los hogares (independientemente de que sean o no inquilinos) dentro del nivel de ingresos que se requiere para superar la línea de la pobreza. Así, la canasta básica para una familia tipo, que al 2do Semestre 2.004 es de $772,65 en la metodología actual pasaría a $1.076,75 con esta consideración. Es decir, sería un 39,4% superior a la canasta actual. De esta manera, la tasa de pobreza pasaría a ubicarse en 54,2%, es decir un 34,9% superior a la tasa actual. Los pobres pasarían a ser 21.058.831, es decir 5.439.550 más que los que actualmente surgen de la metodología vigente.
{{{Indigencia y pobreza en los menores}}}
El cambio no es menor. En lugar de 7.700.000 menores pobres pasamos a ubicarnos en una franja (a nivel nacional) que oscila entre 8.300.000 y 9.600.000.
Asimismo, la indigencia en Santiago del Estero sube al 45% y en el Gran Buenos Aires al 28,6%. La pobreza, por su parte, en el caso del Chaco, termina oscilando entre el 78,2% y el 86,4%.
{{{A modo de conclusión}}}
La ‘infantilización de la pobreza’ es el rasgo central de una Argentina impresentable desde un punto de vista ético y moral. Es también la clave para interpretar la realidad destruyendo las falacias del neoliberalismo o del actual discurso neodesarrollista (Lavagna) que, bajo otra modalidad pretende reinstituir la vieja y falsa teoría del derrame.
Desde un punto de vista estrictamente económico, que más de la mitad de la población infantil sea pobre supone que en el futuro la capacidad de producción por hombre en nuestro país será menor. En un mundo signado por el cambio tecnológico y donde el conocimiento es la clave del desarrollo, esto determina que si no se modifica esta situación, en la Argentina del futuro no sólo no habrá derrame alguno en términos de mejora social, sino que nos estamos internando peligrosamente en una verdadera ‘trampa de la pobreza’. Es decir, que como somos pobres hoy, seremos más pobres mañana.
Argentina no es un país africano ni un país asiático como Nepal. Su capacidad económica no justifica lo que ocurre. La sola comparación de lo que consumen hoy los hogares argentinos con el valor actual de la canasta de pobreza indica que en Argentina los hogares consumen lo suficiente como para que 110 millones de personas no sean pobres. Si somos 37 millones de habitantes y 16 millones de pobres, esto quiere decir que mientras algunos hogares se quedan con muchas canastas, otros no tienen ninguna.
Es el déficit que exhibe el representante del interés público (el Estado) en sus modos de intervención en el proceso de producción y distribución de la riqueza nacional.
Hace tiempo, desde la CTA y en el marco del Frente Nacional contra la Pobreza, hemos propuesto un modo concreto de intervenir en la situación de los pibes. Dijimos que es imprescindible reemplazar el actual sistema de Asignaciones Familiares (que paga a los pibes sólo si el padre es un trabajador registrado) por la vigencia de una Asignación Universal por Hijo que se entregue articulada con el chequeo sanitario durante los primeros años de vida del chico y vinculada a la participación en el ciclo escolar durante el resto. Esto permitiría transferir ingresos de manera universal al conjunto de los hogares y al mismo tiempo posibilitaría impactar progresivamente sobre los más necesitados ya que mientras el promedio de hijos por hogar es para el conjunto de la población de 1,1, para los hogares pobres es de 2,6 y para los indigentes de 3.
Ingresos, salud y educación para nuestros pibes constituyen la verdadera clave para afirmar el futuro en la Argentina. En esta dirección hemos presentado en el Parlamento Nacional un proyecto que sostiene que el Estado argentino puede comenzar hoy mismo a pagar $ 60 por hijo y puede también generalizar la ayuda escolar anual de $ 130. Para hacerlo se requiere invertir $ 8.718 millones, y durante el 2.005 el Ministerio de Economía ya sabe que recaudará $ 10.000 millones de pesos más que los que se presupuestaron. Impulsar esta medida implica invertir el 7% de lo que gastan hoy el Estado Nacional, los Estados Provinciales y Municipales, en esta prioridad. Es factible, se puede hacer ya y significaría que habría 2.100.000 pobres menos y 3.300.000 indigentes menos.
Podría ser el primer paso en dirección a un objetivo que también demostramos. Asignando $ 150 por pibe desaparecería el hambre en la Argentina. El hambre es un crimen, ya no hay excusa, sólo falta tener la decisión política de no seguir cometiéndolo.