La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó en 1959 la Declaración de los Derechos del Niño y en 1989, se sancionó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño.
La ONU recomendó que todos los países instituyeran el festejo para promover la fraternidad entre los niños y la realización de actividades tendientes a su bienestar, pero dejó a cada nación en libertad de elegir la fecha.
Sin dudas, un niño es un ser refrescante, siempre ruidoso e insistente que viene de diversas medidas, pesos y colores con el cometido implícito de poner en suspenso la plácida vida adulta. Se lo encuentro en todas partes, a los gritos, dando vueltas, encima, abajo, dentro, trepando, colgando, corriendo o saltando. Con la cara y las rodillas siempre sucias. Tienen la energía de Superman y mucha imaginación.
Eso sí. Será lo que viva: si lo critican, aprenderá a condenar; si su entorno es hostil, se volverá agresivo; si lo ridiculizan, será tímido; si vive con vergüenza, aprenderá a sentirse culpable; si vive con tolerancia, aprenderá a ser paciente; si le dan seguridad, tendrá fe; si lo aprueban, confiará; si tiene amigos, será sociable.
Por lo tanto, si cuenta con la guía de un padre o sustituto, adquirirá conciencia de límites y obligaciones; si vive con su madre u otra persona que ejerza ese rol, sabrá lo que es amar y ser amado.
El día del niño que históricamente se festeja en nuestro país el primer domingo de agosto no es uniforme con todas las demás naciones. Por ejemplo: en Colombia es el último sábado de abril; en Paraguay, el 31 de mayo; en México, el 30 de abril; en Uruguay, el 9 de agosto; en Venezuela, el tercer domingo de junio; en Chile, el segundo domingo de agosto; en Brasil, el 8 de octubre y en Perú, el tercer domingo de agosto.
{Texto enviado por el compañero Juan Baliani de la Delegación Dolores a quien agradecemos su colaboración.}